martes, 17 de diciembre de 2019

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO (XLIX) - De Belén al Calvario (AAB) - (IV)



Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XLVIII)

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Como en otras ocasiones, para realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.

Cada fragmento viene precedido por el título del libro, capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.

Las conclusiones (cuando las haya) son personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos del Tibetano.

En la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.

Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.


Dani

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De Belén al Calvario -AAB- (1937)


“Los cuatro signos Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, constituyen preeminentemente la cruz del alma, la cruz sobre la cual la segunda Persona de la divina Trinidad es crucificada. Cristo personificó en Su misión esos cuatro aspectos, y como Cristo cósmico, ejemplificó en Su persona las cualidades que cada uno de esos signos representa. Hasta el hombre primitivo, poco evolucionado e ignorante, tenía conciencia de la significación del espíritu cósmico inmolado en la materia y crucificado en la cruz de cuatro brazos. Se dice que los primitivos seres humanos.

“...aceptaban, tras largos años de creencia, que el sol moría anualmente y era llevado a través de las grandes aguas hasta el sur, y sepultado en la tiniebla del solsticio de invierno, lo que ahora se conoce como el 22 de diciembre. Observaron que siglo tras siglo desde el 22 al 25 de diciembre los días no se acortaban ni se alargaban, pero que desde el 25 de diciembre comenzaban anualmente a aumentar leve y progresivamente la luz, cada día algo más, el frío disminuía y retornaba el calor, la luz y la alegría, así la naturaleza entera se liberaba de lo que parecía muerte y dolor. (*)” (499)

(*) Astrology of de Old Testament,de Anderson.

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““El cristianismo de Jesucristo no resalta la ira de Dios, ni la imposición de Su castigo, sino que ve, sobre todo, Su amor y Su ilimitado perdón de las flaquezas humanas. Las supuestas referencias directas sobre el infierno, expuestas por Nuestro Señor en el Evangelio de San Mateo, el último y menos digno de confianza de los Sinópticos, no están corroboradas en ninguno de los registros anteriores de las palabras de Cristo, mientras que la ‘ira de Dios’ sólo se menciona en un comentario editorial en el último Evangelio, el de San Juan. Ciertamente, la entera concepción de un Lugar de Tormentos donde los malvados serán castigados con sufrimientos físicos y por un Dios iracundo, una especie de mezcla de policía, magistrado, carcelero y verdugo, no pueden encontrarse en las ideas de Jesús, sino que corresponden a una era primitiva, y es indigno de nuestra moderna inteligencia.” Lo subrayado me pertenece. A.A.B. (*)” (500)

(*) Arthur Weigall, The Paganism in Our Christianity, págs. 247, 248.

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““Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora, y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción de la redención de nuestros cuerpos.”(*)” (501)

(*) Ro. 8:16, 24.

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“El actual cristianismo ha heredado la mayoría de sus interpretaciones de los primitivos tiempos, y los instructores e intérpretes de entonces estaban tan esclavizados por las antiguas creencias, como nosotros por las interpretaciones dadas al cristianismo durante los últimos dos mil años. Cristo enseñó que debemos morir para vivir como Dioses, por eso murió. Sintetizó en Sí Mismo todas las tradiciones del pasado, porque “no sólo cumplió lo establecido en las Escrituras judaicas, sino también las del mundo pagano, y ahí radicó la gran atracción ejercida por el cristianismo primitivo. En Él se condensaba, en una aparente realidad, una docena de Dioses indefinidos, y en Su crucifixión, las antiguas leyendas de Sus sufrimientos expiatorios y muertes sacrificadas, se actualizaron y tuvieron un sentido directo”.(*) Pero Su muerte fue también el acto de consumación de una vida de sacrificio y de servicio y el resultado lógico de Su enseñanza. Los precursores y quienes revelan a los hombres el siguiente paso, los que se presentan como intérpretes del Plan divino, son inevitablemente repudiados y generalmente mueren como resultado de su valeroso pronunciamiento. Cristo no constituyó una excepción a esta regla. “Los pensadores cristianos avanzados de hoy, consideran la Crucifixión de nuestro Señor, el sacrificio supremo realizado por Cristo en pro de los principios de Su enseñanza. Fue el acto culminante de Su heroica vida y proporciona un ejemplo tan sublime al género humano, que la meditación sobre Él produce una unificación con la Fuente de origen de todo lo bueno”.(**)” (502)

(*) The Paganism in Our Christianity, de Arthur Weigall, pág. 158
(**) The Paganism in Our Christianity, de Arthur Weigall, pág. 166

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“Esto es lo que vino a hacer Cristo, mostrarnos la naturaleza de la vida “salva”, demostrarnos la cualidad del Yo eterno, que reside en todo hombre; ésta es la lección de la Crucifixión y la Resurrección: la naturaleza inferior debe morir para que la superior pueda manifestarse y el alma inmortal y eterna que reside en todo hombre, resucite de la tumba de la materia. Es interesante buscar el origen de la idea de que los hombres deben sufrir en este mundo cómo consecuencia del pecado. En Oriente, donde prevalecen las doctrinas de la reencarnación y del karma, el hombre sufre como consecuencia de sus propios actos y pecados, y se “ocupa de su salvación con temor y temblor”.(*) Según las enseñanzas hebreas, el hombre sufre por los pecados de sus antepasados y de su país, dando así asidero a una verdad que recién ahora empieza a ser una realidad establecida, la verdad de la herencia física. Bajo la enseñanza cristiana, Cristo, el hombre perfecto, sufre con Dios, porque Dios amó tanto al mundo que, inmanente en éste, como lo está, no podía disociarse de las consecuencias de la flaqueza y de la ignorancia humanas. De este modo la humanidad adjudica un propósito al dolor y eventualmente es vencido el mal.” (503)

(*) Fil., 2:12.

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“Aprendemos que esa Presencia puede ser liberada en nosotros únicamente por la muerte de la naturaleza inferior, y esto es lo que siempre ha proclamado Cristo desde Su Cruz. Comprendemos cada vez más que la “fraternidad de Sus sufrimientos”, significa ascender a la Cruz con Él y compartir constantemente la experiencia de la Crucifixión. Vamos alcanzando el conocimiento de que el factor determinante de la vida humana es el amor, y que “Dios es amor”.(*) Cristo vino a demostrar que el amor es el poder motivador del universo. Sufrió y murió porque amó, y tanto Se preocupó por los seres humanos, que les mostró el Camino que debían seguir, desde la caverna del Nacimiento al Monte de la Transfiguración, y de allí a la agonía de la Crucifixión, para poder participar también de la vida de la humanidad y transformarse a su vez en salvadores de sus semejantes.

“El instinto general de un Dios benévolo a Quien el sufrimiento por causa nuestra no le es desconocido, es natural y está de acuerdo con la realidad. Más de una vez en el Calvario, tiene lugar esta ineludible comunión de sufrimientos. Porque todo ser sufriente y todo pecador es análogo a un nervio enfermo o herido del cuerpo de Dios. No en una sola crucifixión, considerada excepcional, sino en toda la triste historia de la infidelidad humana, hallamos sufrientes vicarios, cuyo sufrimiento es parte del sufrimiento de Dios.”(**)” (504)

(*) I Jn., 4:8.
(**) The Divinity in Man, de J. W. Graham, pág. 62.

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““Después de todo, nos damos cuenta ahora que el sacrificio es la esencia misma de la vida social. ‘Es conveniente que un hombre muera por el pueblo’: no solamente que un hombre muera, sino (lo que es más importante) que cada hombre debe estar preparado y dispuesto a morir por esa causa cuando surja la ocasión y la necesidad. Tomado en su significación e implicaciones más amplias, el sacrificio tal como se lo concebía en el mundo antiguo, era algo perfectamente razonable. Debería compenetrar más nuestra vida moderna, de lo que lo hace. Todo lo que tenemos o disfrutamos, fluye o está implicado en el dolor y sufrimiento de los demás, y si es que hay justicia en la naturaleza o en la humanidad, exige, de nuestra parte, una disposición equivalente para sufrir.”(*)” (505)

(*) Pagan and Christian Creeds, de Edward Carpenter, pág. 45.

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“La tarea principal de Cristo fue establecer el reino de Dios en la tierra. Él enseñó el camino por el cual la humanidad podría entrar en ese reino, sometiendo la naturaleza inferior a la muerte en la cruz y resucitándola por el poder del Cristo que mora en nosotros. Cada uno debe hallar solo el camino de la cruz y entrar en el reino de Dios por derecho de realización. Pero el camino se descubre sirviendo a nuestros semejantes, y la muerte de Cristo, vista desde cierto ángulo, fue la lógica consecuencia del servicio que había prestado. Servicio, dolor, dificultad y cruz —tales son las recompensas del hombre que antepone la humanidad a todo, y él mismo se pone en segundo término. Pero al hacerlo, descubre que la puerta del reino se ha abierto de par en par y puede entrar en él. Primero debe sufrir. Es el Camino. Hermann Keyserling (*) dice:

“... la ética cristiana fue la primera en percibir que el pecado y el sufrimiento no son simplemente cualidades negativas, sino medios de salvación; ... la relación personal hacia nuestro semejante es de mayor importancia que toda la justicia objetiva. Sin duda sólo lo que Jesucristo llama Amor es la religión personal con nuestro hermano que responde a la idea del bien. A esto debe agregarse un conocimiento posterior que llevará a resultados más profundos: el ‘yo’ no debe constituir su aspiración ultérrima. En realidad no la constituye, porque aquel que no puede extender su vida más allá de sus límites egoístas, encadena su naturaleza.”

Mediante el servicio y el sacrificio supremos nos convertimos en seguidores de Cristo y obtenemos el derecho de penetrar en Su reino, puesto que no entramos solos. Éste es el elemento subjetivo en toda aspiración religiosa y lo han comprendido y enseñado todos los hijos de Dios. El hombre triunfa por la muerte y el sacrificio. El párrafo siguiente aclara la idea:

“¿Y qué decir de la tercera categoría básica de la naturaleza, el elemento específicamente humano? ¿Cuál es la base trascendental del humanismo? ¿En qué consiste la marca característica de la humanidad?

“El elemento espiritual en el hombre ¿no es el que le revela su clara, triple y autosacrificada responsabilidad para el bienestar de todos los seres, de acuerdo a la íntima relación que tienen con él? ¿No es un sentido de deber universal, de compasión hacia el que sufre, de felicidad por quienes gozan, que hace que todo hombre trascienda su propia naturaleza humana?

“Al participar del sufrimiento y el goce de los demás, todo hombre es capaz de sufrir y gozar expiatoriamente. Tal es el elemento superhumano en el hombre, y allí llega al nivel ético y comprende su deber hacia el amor y su amor hacia el deber...

“Todas las grandes religiones del mundo, las más elevadas (islamismo, confucionismo, judaísmo, cristianismo, budismo, helenismo, hinduismo y zoroastrismo), proclaman por igual, que mediante el ‘sacrificio’ se ‘hace sagrado’ su yo finito, que el hombre afirma su Yo eterno, su espíritu superhumano.”(**)” (506)

(*) The Recovery of Truth, pág. 548.
(**) Eros arsd Psyche, de Benchara Branford, pág. 318.

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“Hemos hecho una tragedia de la Crucifixión, siendo que la tragedia real está en nuestro fracaso en reconocer su verdadera significación. La agonía en el Huerto de Getsemaní se basó en el hecho de que Cristo no fue comprendido. Muchos hombres sufrieron muertes violentas. En esto, Cristo no fue distinto de miles de personas de amplia visión y reformadores en el transcurso de las edades. Muchos han pasado por la experiencia de Getsemaní y oraron con igual fervor que Cristo para que se cumpliera la voluntad de Dios. Muchos más fueron abandonados por quienes esperaban ser comprendidos y participar en su tarea y en el servicio visualizado. En ninguno de esos aspectos Cristo fue el único. Pero Su sufrimiento está basado en Su visión, excepcional en su género. La falta de comprensión, de la gente y las interpretaciones distorsionadas que los posteriores teólogos darían a Su mensaje, sin duda fueron parte de Su premonición, del mismo modo que el conocimiento del énfasis puesto sobre Su persona como Salvador del mundo, retardaría, por siglos, la materialización del reino de Dios en la tierra, que debía fundarse de acuerdo con Su misión. Cristo vino para que toda la humanidad pudiera tener “vida más abundante”.(*) Hemos interpretado Sus palabras de que sólo los “salvos” podrían dar esos pasos necesarios para alcanzar esa vida. Pero la vida abundante no será una vida vivida en el más allá, en algún cielo distante, donde los creyentes disfrutarán de una vida de felicidad exclusiva, mientras que el resto de los hijos de Dios quedará fuera. La Cruz estaba destinada a señalar la línea de demarcación entre el reino de los hombres y el reino de Dios, entre un gran reino de la naturaleza que había alcanzado su madurez y otro reino de la naturaleza que ahora podía entrar en su ciclo de actividad. El reino humano había evolucionado hasta el punto de producir un Cristo y otros hijos de Dios, cuyas vidas fueron testimonio constante de la naturaleza divina.” (507)

(*) Jn. 10:10..

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“Es tiempo de que la Iglesia despierte a su verdadera misión, que es materializar el reino de Dios en la tierra, hoy, aquí y ahora. Ha pasado el momento de hacer hincapié en un reino futuro. A la gente ya no le interesa un posible estado celestial o un probable infierno. Debe aprender que el reino está aquí y debe expresarse en la tierra. Tal reino está integrado por quienes cumplen la voluntad de Dios, a cualquier costo, como Lo hizo Cristo, y pueden amarse unos a otros como Cristo nos amó. El camino hacia ese reino es el camino que Cristo recorrió. Implica el sacrificio del yo personal por el bien del mundo y el servicio a la humanidad, en vez del servicio a nuestros propios deseos. En el transcurso de la enunciación de esas nuevas verdades concernientes al amor y al servicio, Cristo perdió Su vida. El canónigo B. H. Streeter,(*) dice que “el significado y valor de la muerte de Cristo, surge de Su cualidad interna. Es la manifestación expresada externamente, de una autodedicación, libremente elegida, sin mezquindad ni reservas, al servicio más elevado de Dios y del hombre. El sufrimiento incidental de esa propia ofrenda es moralmente creador.”” (508)

(*) The Buddha and the Christ, pág. 215

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““El drama del Calvario se vuelve a representar en toda alma que alcanza la conciencia espiritual. Hasta que el Hijo de Dios no resucite victorioso en nosotros, sobre el viejo Adán —el yo que dice: ‘no Tú, sino yo’— poco habrá hecho por nosotros el Cristo de antaño... La dulce historia de antaño deberá ser nuestra propia historia, repetida en nosotros. El Niño Cristo debe nacer nuevamente en nosotros, crecer y actuar allí, sufrir y morir para el mundo; elevarse en poder en nosotros y ascender al eterno Padre.”(*)” (509)

(*) Dr. R. J. Campbell, Crucified with Christ, Sermón.

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“Este sentido del fracaso del amor constituye el principal problema de la agonía en el Huerto. Este sentido de la lucha con las fuerzas del mundo, Le permitió a Cristo unirse con todos Sus hermanos. Los hombres Le habían fallado, como nos fallan a nosotros. Cuando más necesitaba de la comprensión y de la fuerza que da el compañerismo, Sus amigos más íntimos y queridos Lo abandonaron o se durmieron, ajenos a Su agonía mental. “El Conflicto de Prometeo es la lucha que tiene lugar en la mente humana, entre el anhelo por comprender y la atracción más inmediata de los efectos y deseos vivientes, condicionados por la buena voluntad y el apoyo de nuestros semejantes. Mientas existen los deseos por obtener la felicidad de los seres queridos, el alivio del dolor y el desengaño en las mentes, no se puede comprender el sueño interno, ni dar seguridad a los honores mundanos. Este conflicto es la roca en la que zozobra la mente religiosa y está en conflicto consigo mismo”.77 Cristo no naufragó contra esta roca, pero pasó momentos de intensísima agonía, hallando alivio únicamente en la comprensión de la paternidad de Dios y su corolario, la hermandad de los hombres. “Padre” dijo, y fue este sentido de la unidad con Dios y con Sus semejantes lo que Le llevó a instituir la Última Cena, para iniciar el servicio de comunión, cuyo simbolismo se ha perdido desastrosamente en la práctica teológica. La nota clave de ese servicio de comunión era la fraternidad. “Sólo así Jesús crea la fraternidad entre nosotros. No lo hace como símbolo... ; mientras no seamos mutuamente con Él una sola voluntad y antepongamos el Reino de Dios sobre todas las cosas, y sirvamos en nombre de esta fe y esperanza, no habrá fraternidad entre Él y nosotros, y los hombres de todas las generaciones que vivieron y viven con idéntico pensamiento”.”(*)” (510)

(*) The Mystery of the Kingdom of God, de A. Schweitzer, pág. 56.

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(499) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 1 (pág. 186)
(500) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 1 (pág. 191)
(501) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 192)
(502) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 198)
(503) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 202)
(504) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 204)
(505) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 209)
(506) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág.)
(507) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)
(508) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)
(509) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)
(510) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)





domingo, 1 de diciembre de 2019

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO (XLVIII) - De Belén al Calvario (AAB) - (III)



Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XLVII)

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Como en otras ocasiones, para realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.

Cada fragmento viene precedido por el título del libro, capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.

Las conclusiones (cuando las haya) son personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos del Tibetano.

En la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.

Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.


Dani

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De Belén al Calvario -AAB- (1937)


“Muchos interrogantes surgen en la mente del hombre inteligente, y numerosos han sido los comentarios que se han escrito para establecer el punto de vista particular de cada pensador. No es propósito de este libro tratar el difícil tema del mal, ni definir las veces que Cristo actuaba como hombre y cuándo lo hacía como Hijo de Dios. Algunos creen que fue simultáneamente ambas cosas y que “era el Dios de Dios Mismo”(*1) y, sin embargo, al mismo tiempo esencial y completamente humano. La gente afirma estas cosas, pero tiende a olvidar las implicaciones. Afirma con decisión su punto de vista, pero omite llevar su actitud a una conclusión lógica. Lo que se infiere es que nos permite conocer la tentación para aprender, como seres humanos, una lección necesaria; estudiemos por lo tanto esa historia desde el ángulo de la humanidad de Cristo, no olvidando que Él había aprendido a obedecer al espíritu divino, el alma en el hombre, y que tenía el control de Su cuerpo de manifestación. Beverley Nichols(*2) hace el siguiente comentario:

Una de las primeras cosas que sabemos de Cristo en La Biblia, es que fue tentado por el demonio. ‘Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan’. Así le habló el demonio en el árido desierto, después que Cristo hubo ayunado durante cuarenta días. El hecho que Cristo pasara sobre ésta y todas las demás tentaciones, no nos prueba que fuera inmune a la tentación. Si no hubiera sentido las torturas del hambre, no habría mérito alguno en la respuesta que se le arrancó: ‘Escrito está, no sólo de pan vivirá el hombre’. Hubiera sido meramente una moralización vacua, llevada y olvidada por el viento del desierto.

“Lo mismo ocurrió durante Su agonía en el huerto. No sólo poseía la capacidad del hombre común de sentir el dolor, sino también la de temerlo. Sabía demasiado bien los horrores que Le esperaban en la cruz y Su cuerpo reaccionaba de acuerdo a ello. Cuando elevó la conmovedora súplica: ‘Padre mío, si Tú lo decides aparta de mí este cáliz...'; se dice que cuando oraba, ‘su sudor, como grandes gotas de sangre, caía al suelo’.”

Cristo fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.(*3) Cristo tomó cuerpo humano y estuvo sujeto a las condiciones humanas en que también estamos; sufrió y agonizó, sintió exasperación, fue condicionado por Su cuerpo, Su medio ambiente y la época, como todos nosotros. Por haber aprendido a dominarse y porque la rueda de la vida había terminado para Él, podía enfrentar esta experiencia y hacer frente al mal y triunfar. De ese modo nos enseñó a enfrentar la tentación, nos mostró lo que debíamos esperar como discípulos que se preparan para la iniciación y también el método por el cual el mal se convierte en bien. Enfrentó la tentación, no con una gran técnica o revelación nueva, sino simplemente recurriendo a Lo que sabía de lo que se Le había dicho y enseñado. Encaró a la tentación, con la frase: “Escrito está” (*4) y no empleó nuevos poderes para combatir al demonio. Simplemente utilizó el conocimiento que poseía. No empleó los poderes divinos para vencer al Mal. Sencillamente empleó los que todos poseemos —el conocimiento adquirido y las milenarias reglas. Lo conquistó, porque había aprendido a vencerse a Sí Mismo. Era el amo de las condiciones de esa época, porque había aprendido a dominarse a Sí Mismo. El Dr. Grensted (*5) dice:

“El razonable argumento de que los cristianos hayan elegido al Cristo como la revelación del misterio del universo, es simplemente porque en Su vida vemos surgir los problemas de nuestras propias vidas al obtener una personalidad incomparable y completa. No se pueden evitar las temibles e irracionales realidades del mal y de la muerte. Hay sufrimiento, tentación y hasta la sombra de un fracaso. Sin embargo, todo eso está representado de tal forma en las narraciones del Evangelio, que forman un cuadro consistente de Quien fue completamente dueño de Su propia alma. Sabemos, a medida que leemos la historia de Su vida, que así es la humanidad en su nivel más elevado, y que, aunque tales alturas están absolutamente fuera de nuestro alcance, también sabemos que Él ha revelado el propósito y las posibilidades de nuestras vidas, inconmensurablemente menos efectivas.” (489)

(*1) Athanasian Creed.
(*2) The Fool Hath Said, págs. 211, 212.
(*3) He., 4:15.
(*4) Mt., 4:4, 7, 10.
(*5) Psychology and God, pág. 240.

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“…Toda la existencia del hombre, como hombre, transcurre oscilando entre estos pares de opuestos, hasta que con el tiempo se alcanza el equilibrio y desde ese momento el hombre marcha hacia lo divino. Podría ser de valor reflexionar a veces, extensa y profundamente, sobre esos dos extremos de la existencia humana: el bien y el mal, la luz y la tiniebla, la vida y la forma, el espíritu y la materia, el yo y el no-yo, lo real y lo irreal, la verdad y la falsedad, lo correcto y lo incorrecto, el placer y el dolor, el anhelo y la inercia, el alma y la personalidad, Cristo y el demonio. …” (490)

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“El problema de la curación, que absorbe la atención de tantos miles de personas en esta época, es demasiado amplio para ser tratado aquí, y es mucho más complicado de lo que el curador común o los grupos de curación perciben. Únicamente señalaré dos cosas:

Una, la afirmación de que toda enfermedad es el resultado de pensamientos erróneos, no debe ser aceptada con demasiado apresuramiento. Hay demasiadas enfermedades en otros reinos de la naturaleza —animal, vegetal, mineral— y las sufren como los seres humanos, y estos reinos antedatan a la aparición de la familia humana sobre la tierra. Otra, la afirmación de que somos divinos nos da, por lo tanto, derecho a una buena salud, lo cual puede ser verdad cuando se expresa realmente la divinidad, pero no por la afirmación en sí, sino por el contacto egoico consciente e inteligentemente organizado. Esto trae como resultado una vida como la de Cristo, sólo preocupada e interesada por los demás, sin pensar en el yo.” (491)

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“En un comentario sobre El Bhagavad Gita, ese supremo argumento de la vida del todo, sublimada y fusionada en la divinidad, Charles Jonhston (*) dice:

“Pareciera que la verdad fuera, en cierta etapa de la vida espiritual, el vehemente discípulo que ha tratado de poner en todas las cosas su alma en armonía con la gran Alma, que ha procurado asemejar su voluntad a la Voluntad divina, pasando una notable experiencia espiritual en que la gran Alma lo atrae hacia arriba, y la Voluntad divina eleva su conciencia hasta la unicidad con la Conciencia divina. Durante un tiempo ya no percibe ni siente como persona, sino como Superalma, teniendo una profunda visión de los caminos divinos de la vida y sintiendo con el Poder infinito, que actúa por igual en la vida y en la muerte, en el dolor y en el placer, en la unión y en la separación, en la creación, en la destrucción y en la reconstrucción. El temor y el misterio que circunda a esta gran develación ponen su sello en todos los que han pasado por ella.”” (492)

(*) The Bhagavad Gita, pág. 128.

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“La vida del Cristo interno produce la transformación del cuerpo físico, pero aún en forma más profunda esa vida actúa sobre la naturaleza emocional sensoria y mediante el proceso de transmutación, convierte los deseos y sentimientos, los dolores y los placeres, en sus analogías superiores. Se ha definido la transmutación como “el paso de un estado de ser a otro, por medio del Fuego”.(*) Es conveniente, a este respecto, recordar que el triple hombre inferior, al que nos hemos referido con frecuencia en estas páginas, es un tenue reflejo de la Deidad Misma. El cuerpo físico está relacionado con el tercer aspecto de la divinidad, el Espíritu Santo, y podemos comprobar esta verdad si estudiamos el concepto cristiano de la Virgen María, influido por el Espíritu Santo, que es el aspecto de la divinidad, el principio activo de la materia, de la cual el cuerpo físico es la analogía. La naturaleza sensoria emocional es un tenue y distorsionado reflejo de la naturaleza amor de Dios, que el Cristo cósmico, la segunda Persona de la Trinidad, está empeñada en revelar, y este aspecto (transmutado por medio del fuego, la voluntad o espíritu de Dios) causa la transformación del cuerpo físico. A su vez la mente es el reflejo del aspecto superior de la deidad: el Padre o Espíritu, del que se ha dicho que “Dios es un fuego consumidor”.(**) La actividad liberadora de esta forma del espíritu de Dios, produce con el tiempo esa radiación (resultante de la transformación y la transmutación) característica distintiva de la iniciación de la Transfiguración. “La irradiación es la transmutación en proceso de realización. Siendo la transmutación el proceso de liberar la esencia, a fin de que busque un nuevo centro, podemos reconocer aquí el proceso de la radiactividad... en lo que a la humanidad concierne“.(***).” (493)

(*) Tratado sobre Fuego Cósmico, de Alice A. Bailey, pág. 395.
(**) Dt., 4:24.
(***) Tratado sobre Fuego Cósmico, de Alice A. Bailey, pág. 397.

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“Es importante estudiar aquí brevemente el lugar que les cabe a los discípulos en el relato de esta experiencia. En toda la historia bíblica, encontramos siempre esta triplicidad, Moisés, Aarón y Josué; Job y sus tres amigos; Shadrach, Meschach y Abesnego, los amigos de Daniel; los tres reyes de la cuna de Belén; los tres discípulos de la Transfiguración; las tres cruces del Calvario. ¿Qué significa esta constante repetición del tres? ¿ Qué simbolizan? Fuera de su posible aparición histórica, ¿hay detrás de ellos algún símbolo peculiar que pueda, cuando se comprenda, aclarar las circunstancias en que desempeñaron su parte? El estudio de sus nombres y su interpretación, según aparece en la conocida Cruden’s Concordance, pueden suministrarnos una clave. Tomemos, por ejemplo, el significado de los nombres de los amigos de Job, que fueron Eliphaz el Temanita, Bildad el Suhita y Sophar el Naamathita. El primer nombre significa “mi Dios es el oro” y también “el sector Sur”, el polo opuesto al norte. El oro es el símbolo del bienestar material y el polo opuesto del espíritu es la materia. Por lo tanto, en este nombre está simbolizada la forma externa tangible del hombre, activada por el deseo de posesiones materiales y comodidades. Sophar el Naamathita, significa “el que habla”, y su lema es afabilidad, interpretación dada a la palabra “Naamathita”. Tenemos aquí tipificado el cuerpo de deseos, con su ansia de agrado, felicidad y placer, e indicado, el llamado constante y eterno y la voz de la naturaleza de los sentidos, que todos podemos testimoniar. Bildad el Suhita, representa la naturaleza mental, la mente, y significa “contrición”, sólo posible cuando la mente empieza a estar activa (incluyendo la conciencia). Suhita quiere decir “postración o desamparo”, lo cual significa que la mente sola y sin ayuda, puede revelar pero no ayudar. El remordimiento y el dolor, que involucra la memoria, son el resultado de la actividad mental. De este modo, los tres amigos de Job, revelan los tres aspectos de su naturaleza inferior. Lo mismo ocurre cuando estudiamos los nombres de los tres amigos de Daniel. Abednego significa “servidor del sol”, servidor de la luz, y resume el propósito y el deber del hombre físico externo. El nombre Sadrach tiene una significación definidamente emocional y sensoria, porque quiere decir “me regocijo en el camino”, y dondequiera que encontremos referencia a las dualidades básicas del placer y el dolor, consideraremos la naturaleza emocional sensoria. Mesach significa “ágil”, ligero de movimientos, que es en sí una buena descripción de la naturaleza mental. Arjuna,(*) indica en sus palabras a Krishna: “De esta unión por medio de la unicidad que Tú enseñas... no percibo su sólido fundamento, debido a las oscilaciones de la mente; porque la mente oscila, oh Krishna, es turbulenta, impetuosa y violenta, y creo tan difícil de dominar como el viento”. (494)

(*) El Bhagavad Gita, Libro VI, Vers. 33, 34.

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““... Ningún hombre, por talentoso que sea, puede estar tan embebido del espíritu de Cristo (lo que constituye un fenómeno espiritual y no mental), que le otorgue autoridad para dogmatizar acerca de Él. Esto podrá parecer intolerable al libre pensador común, pero en realidad es verdad. El hombre que no haya experimentado realmente la presencia interna de Cristo, ni reclamado Su promesa, “estaré siempre contigo”, que no comprenda con absoluta seguridad que es infinitamente más real que cualquier placer o dolor terrenal, no puede saber lo que Cristo significó verdaderamente.“(*)”. (495)

(*) Beverley Nichola, The Fool Hath Said, pág. 225.

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“”Una de las principales características de la belleza que debe ponerse de manifiesto, es la de Ulises, con la gracia que le dieran las diosas por sus hazañas, y la de Afrodita, surgiendo de las olas. Si consultamos la filosofía, tendremos la confirmación de esto, pues parecería que la naturaleza, después de muchos dolores, llega a la existencia en un eterno momento conocido por ella, y mientras los capullos se abren y la juventud alcanza su eflorescencia, la belleza desciende sobre ellos. Lo latente es extraído por una ley secreta o por la autoexpresión, y voluntariamente o no, esta expresión es una proclamación pública, un instrumento para llamar la atención de todos hacia lo mejor de la naturaleza.“(*)”. (496)

(*) Mirage and Truth, de M. C. D’Arcy, C. J, pág. 116.

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“”El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y lo matarán, mas al tercer día resucitará.” (*)

Entonces ellos “entristecieron en gran manera”. Esta visión de Cristo, si escudriñamos los anales, presenta dos partes. Primero, tuvo la visión de la realización. El logro de la cima de la montaña, donde una gran experiencia espiritual quedaba atrás. Ahora tenía la visión de una consumación física en forma de entrada triunfal en Jerusalén. Pero iba acompañado por un presentimiento o premonición de que Su vida de servicio culminaría en la Cruz; Cristo vio claramente, tal vez por primera vez, lo que Le esperaba y en qué dirección Lo encaminaba Su servicio al mundo. La vía, dolorosa de los Salvadores del Mundo se extendía ante Él; el destino de todas las almas precursoras culminaba en ésta Su experiencia; Se vio a Sí Mismo rechazado; fue atado y engrillado y muerto, como ha sucedido a hijos de Dios menores que Él. El rechazo del mundo siempre precede a la aceptación del mundo. La decepción es una etapa en el camino a la realidad. El odio de quienes no están preparados todavía para reconocer el mundo de los valores espirituales, está siempre destinado a quienes están preparados. Cristo Se enfrentó con esto y, sin embargo, Él “afirmó Su rostro para ir a Jerusalén”.(**)”. (497)

(*)       Mt. 17:22, 23.
(** )Lc. 9:51.

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“¿Qué podemos, en consecuencia, dar al mundo al estudiar la vida de Cristo y mentalmente pasar con Él una iniciación tras otra? Podemos aspirar a esa grandeza de acción que redimirá nuestra mediocridad natural y revelará progresivamente la divinidad en cada uno de nosotros. Cada uno puede ser un faro de luz que señala el camino hacia el centro de donde surge la Palabra, y cada uno puede empezar a expresar en su vivir cotidiano, algunas de las cualidades de Dios, que Cristo representó con tanta perfección y Lo llevó triunfalmente, desde el Monte de la Transfiguración hasta el valle del deber y del servicio, permitiéndole seguir adelante, con firme determinación, hacia la experiencia de la Cruz, por el camino triunfal de la aclamación y los senderos dolorosos del abandono y la soledad.” (498)

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(489) CAPITULO III. La Segunda Iniciación... El Bautismo en el Jordán. 3 (pág. 114)
(490) CAPITULO III. La Segunda Iniciación... El Bautismo en el Jordán. 3 (pág. 120)
(491) CAPITULO III. La Segunda Iniciación... El Bautismo en el Jordán. 3 (pág. 127)
(492) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una Elevada Montaña. 1 (pág. 147)
(493) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una Elevada Montaña. 1 (pág. 152)
(494) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una Elevada Montaña. 2 (pág. 157)
(495) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una Elevada Montaña. 2 (pág. 159)
(496) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una Elevada Montaña. 3 (pág. 164)
(497) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una Elevada Montaña. 3 (pág. 164)
(498) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una Elevada Montaña. 3 (pág. 177)