martes, 17 de diciembre de 2019

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO (XLIX) - De Belén al Calvario (AAB) - (IV)



Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XLVIII)

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Como en otras ocasiones, para realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.

Cada fragmento viene precedido por el título del libro, capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.

Las conclusiones (cuando las haya) son personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos del Tibetano.

En la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.

Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.


Dani

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De Belén al Calvario -AAB- (1937)


“Los cuatro signos Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, constituyen preeminentemente la cruz del alma, la cruz sobre la cual la segunda Persona de la divina Trinidad es crucificada. Cristo personificó en Su misión esos cuatro aspectos, y como Cristo cósmico, ejemplificó en Su persona las cualidades que cada uno de esos signos representa. Hasta el hombre primitivo, poco evolucionado e ignorante, tenía conciencia de la significación del espíritu cósmico inmolado en la materia y crucificado en la cruz de cuatro brazos. Se dice que los primitivos seres humanos.

“...aceptaban, tras largos años de creencia, que el sol moría anualmente y era llevado a través de las grandes aguas hasta el sur, y sepultado en la tiniebla del solsticio de invierno, lo que ahora se conoce como el 22 de diciembre. Observaron que siglo tras siglo desde el 22 al 25 de diciembre los días no se acortaban ni se alargaban, pero que desde el 25 de diciembre comenzaban anualmente a aumentar leve y progresivamente la luz, cada día algo más, el frío disminuía y retornaba el calor, la luz y la alegría, así la naturaleza entera se liberaba de lo que parecía muerte y dolor. (*)” (499)

(*) Astrology of de Old Testament,de Anderson.

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““El cristianismo de Jesucristo no resalta la ira de Dios, ni la imposición de Su castigo, sino que ve, sobre todo, Su amor y Su ilimitado perdón de las flaquezas humanas. Las supuestas referencias directas sobre el infierno, expuestas por Nuestro Señor en el Evangelio de San Mateo, el último y menos digno de confianza de los Sinópticos, no están corroboradas en ninguno de los registros anteriores de las palabras de Cristo, mientras que la ‘ira de Dios’ sólo se menciona en un comentario editorial en el último Evangelio, el de San Juan. Ciertamente, la entera concepción de un Lugar de Tormentos donde los malvados serán castigados con sufrimientos físicos y por un Dios iracundo, una especie de mezcla de policía, magistrado, carcelero y verdugo, no pueden encontrarse en las ideas de Jesús, sino que corresponden a una era primitiva, y es indigno de nuestra moderna inteligencia.” Lo subrayado me pertenece. A.A.B. (*)” (500)

(*) Arthur Weigall, The Paganism in Our Christianity, págs. 247, 248.

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““Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora, y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción de la redención de nuestros cuerpos.”(*)” (501)

(*) Ro. 8:16, 24.

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“El actual cristianismo ha heredado la mayoría de sus interpretaciones de los primitivos tiempos, y los instructores e intérpretes de entonces estaban tan esclavizados por las antiguas creencias, como nosotros por las interpretaciones dadas al cristianismo durante los últimos dos mil años. Cristo enseñó que debemos morir para vivir como Dioses, por eso murió. Sintetizó en Sí Mismo todas las tradiciones del pasado, porque “no sólo cumplió lo establecido en las Escrituras judaicas, sino también las del mundo pagano, y ahí radicó la gran atracción ejercida por el cristianismo primitivo. En Él se condensaba, en una aparente realidad, una docena de Dioses indefinidos, y en Su crucifixión, las antiguas leyendas de Sus sufrimientos expiatorios y muertes sacrificadas, se actualizaron y tuvieron un sentido directo”.(*) Pero Su muerte fue también el acto de consumación de una vida de sacrificio y de servicio y el resultado lógico de Su enseñanza. Los precursores y quienes revelan a los hombres el siguiente paso, los que se presentan como intérpretes del Plan divino, son inevitablemente repudiados y generalmente mueren como resultado de su valeroso pronunciamiento. Cristo no constituyó una excepción a esta regla. “Los pensadores cristianos avanzados de hoy, consideran la Crucifixión de nuestro Señor, el sacrificio supremo realizado por Cristo en pro de los principios de Su enseñanza. Fue el acto culminante de Su heroica vida y proporciona un ejemplo tan sublime al género humano, que la meditación sobre Él produce una unificación con la Fuente de origen de todo lo bueno”.(**)” (502)

(*) The Paganism in Our Christianity, de Arthur Weigall, pág. 158
(**) The Paganism in Our Christianity, de Arthur Weigall, pág. 166

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“Esto es lo que vino a hacer Cristo, mostrarnos la naturaleza de la vida “salva”, demostrarnos la cualidad del Yo eterno, que reside en todo hombre; ésta es la lección de la Crucifixión y la Resurrección: la naturaleza inferior debe morir para que la superior pueda manifestarse y el alma inmortal y eterna que reside en todo hombre, resucite de la tumba de la materia. Es interesante buscar el origen de la idea de que los hombres deben sufrir en este mundo cómo consecuencia del pecado. En Oriente, donde prevalecen las doctrinas de la reencarnación y del karma, el hombre sufre como consecuencia de sus propios actos y pecados, y se “ocupa de su salvación con temor y temblor”.(*) Según las enseñanzas hebreas, el hombre sufre por los pecados de sus antepasados y de su país, dando así asidero a una verdad que recién ahora empieza a ser una realidad establecida, la verdad de la herencia física. Bajo la enseñanza cristiana, Cristo, el hombre perfecto, sufre con Dios, porque Dios amó tanto al mundo que, inmanente en éste, como lo está, no podía disociarse de las consecuencias de la flaqueza y de la ignorancia humanas. De este modo la humanidad adjudica un propósito al dolor y eventualmente es vencido el mal.” (503)

(*) Fil., 2:12.

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“Aprendemos que esa Presencia puede ser liberada en nosotros únicamente por la muerte de la naturaleza inferior, y esto es lo que siempre ha proclamado Cristo desde Su Cruz. Comprendemos cada vez más que la “fraternidad de Sus sufrimientos”, significa ascender a la Cruz con Él y compartir constantemente la experiencia de la Crucifixión. Vamos alcanzando el conocimiento de que el factor determinante de la vida humana es el amor, y que “Dios es amor”.(*) Cristo vino a demostrar que el amor es el poder motivador del universo. Sufrió y murió porque amó, y tanto Se preocupó por los seres humanos, que les mostró el Camino que debían seguir, desde la caverna del Nacimiento al Monte de la Transfiguración, y de allí a la agonía de la Crucifixión, para poder participar también de la vida de la humanidad y transformarse a su vez en salvadores de sus semejantes.

“El instinto general de un Dios benévolo a Quien el sufrimiento por causa nuestra no le es desconocido, es natural y está de acuerdo con la realidad. Más de una vez en el Calvario, tiene lugar esta ineludible comunión de sufrimientos. Porque todo ser sufriente y todo pecador es análogo a un nervio enfermo o herido del cuerpo de Dios. No en una sola crucifixión, considerada excepcional, sino en toda la triste historia de la infidelidad humana, hallamos sufrientes vicarios, cuyo sufrimiento es parte del sufrimiento de Dios.”(**)” (504)

(*) I Jn., 4:8.
(**) The Divinity in Man, de J. W. Graham, pág. 62.

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““Después de todo, nos damos cuenta ahora que el sacrificio es la esencia misma de la vida social. ‘Es conveniente que un hombre muera por el pueblo’: no solamente que un hombre muera, sino (lo que es más importante) que cada hombre debe estar preparado y dispuesto a morir por esa causa cuando surja la ocasión y la necesidad. Tomado en su significación e implicaciones más amplias, el sacrificio tal como se lo concebía en el mundo antiguo, era algo perfectamente razonable. Debería compenetrar más nuestra vida moderna, de lo que lo hace. Todo lo que tenemos o disfrutamos, fluye o está implicado en el dolor y sufrimiento de los demás, y si es que hay justicia en la naturaleza o en la humanidad, exige, de nuestra parte, una disposición equivalente para sufrir.”(*)” (505)

(*) Pagan and Christian Creeds, de Edward Carpenter, pág. 45.

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“La tarea principal de Cristo fue establecer el reino de Dios en la tierra. Él enseñó el camino por el cual la humanidad podría entrar en ese reino, sometiendo la naturaleza inferior a la muerte en la cruz y resucitándola por el poder del Cristo que mora en nosotros. Cada uno debe hallar solo el camino de la cruz y entrar en el reino de Dios por derecho de realización. Pero el camino se descubre sirviendo a nuestros semejantes, y la muerte de Cristo, vista desde cierto ángulo, fue la lógica consecuencia del servicio que había prestado. Servicio, dolor, dificultad y cruz —tales son las recompensas del hombre que antepone la humanidad a todo, y él mismo se pone en segundo término. Pero al hacerlo, descubre que la puerta del reino se ha abierto de par en par y puede entrar en él. Primero debe sufrir. Es el Camino. Hermann Keyserling (*) dice:

“... la ética cristiana fue la primera en percibir que el pecado y el sufrimiento no son simplemente cualidades negativas, sino medios de salvación; ... la relación personal hacia nuestro semejante es de mayor importancia que toda la justicia objetiva. Sin duda sólo lo que Jesucristo llama Amor es la religión personal con nuestro hermano que responde a la idea del bien. A esto debe agregarse un conocimiento posterior que llevará a resultados más profundos: el ‘yo’ no debe constituir su aspiración ultérrima. En realidad no la constituye, porque aquel que no puede extender su vida más allá de sus límites egoístas, encadena su naturaleza.”

Mediante el servicio y el sacrificio supremos nos convertimos en seguidores de Cristo y obtenemos el derecho de penetrar en Su reino, puesto que no entramos solos. Éste es el elemento subjetivo en toda aspiración religiosa y lo han comprendido y enseñado todos los hijos de Dios. El hombre triunfa por la muerte y el sacrificio. El párrafo siguiente aclara la idea:

“¿Y qué decir de la tercera categoría básica de la naturaleza, el elemento específicamente humano? ¿Cuál es la base trascendental del humanismo? ¿En qué consiste la marca característica de la humanidad?

“El elemento espiritual en el hombre ¿no es el que le revela su clara, triple y autosacrificada responsabilidad para el bienestar de todos los seres, de acuerdo a la íntima relación que tienen con él? ¿No es un sentido de deber universal, de compasión hacia el que sufre, de felicidad por quienes gozan, que hace que todo hombre trascienda su propia naturaleza humana?

“Al participar del sufrimiento y el goce de los demás, todo hombre es capaz de sufrir y gozar expiatoriamente. Tal es el elemento superhumano en el hombre, y allí llega al nivel ético y comprende su deber hacia el amor y su amor hacia el deber...

“Todas las grandes religiones del mundo, las más elevadas (islamismo, confucionismo, judaísmo, cristianismo, budismo, helenismo, hinduismo y zoroastrismo), proclaman por igual, que mediante el ‘sacrificio’ se ‘hace sagrado’ su yo finito, que el hombre afirma su Yo eterno, su espíritu superhumano.”(**)” (506)

(*) The Recovery of Truth, pág. 548.
(**) Eros arsd Psyche, de Benchara Branford, pág. 318.

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“Hemos hecho una tragedia de la Crucifixión, siendo que la tragedia real está en nuestro fracaso en reconocer su verdadera significación. La agonía en el Huerto de Getsemaní se basó en el hecho de que Cristo no fue comprendido. Muchos hombres sufrieron muertes violentas. En esto, Cristo no fue distinto de miles de personas de amplia visión y reformadores en el transcurso de las edades. Muchos han pasado por la experiencia de Getsemaní y oraron con igual fervor que Cristo para que se cumpliera la voluntad de Dios. Muchos más fueron abandonados por quienes esperaban ser comprendidos y participar en su tarea y en el servicio visualizado. En ninguno de esos aspectos Cristo fue el único. Pero Su sufrimiento está basado en Su visión, excepcional en su género. La falta de comprensión, de la gente y las interpretaciones distorsionadas que los posteriores teólogos darían a Su mensaje, sin duda fueron parte de Su premonición, del mismo modo que el conocimiento del énfasis puesto sobre Su persona como Salvador del mundo, retardaría, por siglos, la materialización del reino de Dios en la tierra, que debía fundarse de acuerdo con Su misión. Cristo vino para que toda la humanidad pudiera tener “vida más abundante”.(*) Hemos interpretado Sus palabras de que sólo los “salvos” podrían dar esos pasos necesarios para alcanzar esa vida. Pero la vida abundante no será una vida vivida en el más allá, en algún cielo distante, donde los creyentes disfrutarán de una vida de felicidad exclusiva, mientras que el resto de los hijos de Dios quedará fuera. La Cruz estaba destinada a señalar la línea de demarcación entre el reino de los hombres y el reino de Dios, entre un gran reino de la naturaleza que había alcanzado su madurez y otro reino de la naturaleza que ahora podía entrar en su ciclo de actividad. El reino humano había evolucionado hasta el punto de producir un Cristo y otros hijos de Dios, cuyas vidas fueron testimonio constante de la naturaleza divina.” (507)

(*) Jn. 10:10..

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“Es tiempo de que la Iglesia despierte a su verdadera misión, que es materializar el reino de Dios en la tierra, hoy, aquí y ahora. Ha pasado el momento de hacer hincapié en un reino futuro. A la gente ya no le interesa un posible estado celestial o un probable infierno. Debe aprender que el reino está aquí y debe expresarse en la tierra. Tal reino está integrado por quienes cumplen la voluntad de Dios, a cualquier costo, como Lo hizo Cristo, y pueden amarse unos a otros como Cristo nos amó. El camino hacia ese reino es el camino que Cristo recorrió. Implica el sacrificio del yo personal por el bien del mundo y el servicio a la humanidad, en vez del servicio a nuestros propios deseos. En el transcurso de la enunciación de esas nuevas verdades concernientes al amor y al servicio, Cristo perdió Su vida. El canónigo B. H. Streeter,(*) dice que “el significado y valor de la muerte de Cristo, surge de Su cualidad interna. Es la manifestación expresada externamente, de una autodedicación, libremente elegida, sin mezquindad ni reservas, al servicio más elevado de Dios y del hombre. El sufrimiento incidental de esa propia ofrenda es moralmente creador.”” (508)

(*) The Buddha and the Christ, pág. 215

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““El drama del Calvario se vuelve a representar en toda alma que alcanza la conciencia espiritual. Hasta que el Hijo de Dios no resucite victorioso en nosotros, sobre el viejo Adán —el yo que dice: ‘no Tú, sino yo’— poco habrá hecho por nosotros el Cristo de antaño... La dulce historia de antaño deberá ser nuestra propia historia, repetida en nosotros. El Niño Cristo debe nacer nuevamente en nosotros, crecer y actuar allí, sufrir y morir para el mundo; elevarse en poder en nosotros y ascender al eterno Padre.”(*)” (509)

(*) Dr. R. J. Campbell, Crucified with Christ, Sermón.

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“Este sentido del fracaso del amor constituye el principal problema de la agonía en el Huerto. Este sentido de la lucha con las fuerzas del mundo, Le permitió a Cristo unirse con todos Sus hermanos. Los hombres Le habían fallado, como nos fallan a nosotros. Cuando más necesitaba de la comprensión y de la fuerza que da el compañerismo, Sus amigos más íntimos y queridos Lo abandonaron o se durmieron, ajenos a Su agonía mental. “El Conflicto de Prometeo es la lucha que tiene lugar en la mente humana, entre el anhelo por comprender y la atracción más inmediata de los efectos y deseos vivientes, condicionados por la buena voluntad y el apoyo de nuestros semejantes. Mientas existen los deseos por obtener la felicidad de los seres queridos, el alivio del dolor y el desengaño en las mentes, no se puede comprender el sueño interno, ni dar seguridad a los honores mundanos. Este conflicto es la roca en la que zozobra la mente religiosa y está en conflicto consigo mismo”.77 Cristo no naufragó contra esta roca, pero pasó momentos de intensísima agonía, hallando alivio únicamente en la comprensión de la paternidad de Dios y su corolario, la hermandad de los hombres. “Padre” dijo, y fue este sentido de la unidad con Dios y con Sus semejantes lo que Le llevó a instituir la Última Cena, para iniciar el servicio de comunión, cuyo simbolismo se ha perdido desastrosamente en la práctica teológica. La nota clave de ese servicio de comunión era la fraternidad. “Sólo así Jesús crea la fraternidad entre nosotros. No lo hace como símbolo... ; mientras no seamos mutuamente con Él una sola voluntad y antepongamos el Reino de Dios sobre todas las cosas, y sirvamos en nombre de esta fe y esperanza, no habrá fraternidad entre Él y nosotros, y los hombres de todas las generaciones que vivieron y viven con idéntico pensamiento”.”(*)” (510)

(*) The Mystery of the Kingdom of God, de A. Schweitzer, pág. 56.

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(499) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 1 (pág. 186)
(500) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 1 (pág. 191)
(501) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 192)
(502) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 198)
(503) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 202)
(504) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 204)
(505) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág. 209)
(506) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 2 (pág.)
(507) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)
(508) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)
(509) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)
(510) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 3 (pág.)





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