Toda radiación debe ser considerada como el proceso transmutador en funcionamiento activo, o en otras palabras, el traspaso de energía de una forma a otra. Lo que sucede básicamente es que el núcleo interno positivo de fuerza o vida del átomo o forma, alcanza tan intenso ritmo de vibración, que los electrones negativos son expulsados más allá de la esfera de atracción normal, o más allá de las paredes de confinación de la forma que los mantenía recluidos. Entonces ya no son atraídos de vuelta a su centro polar original, sino que escapan y deben encontrar una nueva estancia, siendo absorbidos temporalmente en el cuerpo etérico o vital que rodea todas y cada forma. Esto en principio es verdad no sólo para el átomo, sino para todas las formas en todos los reinos de la naturaleza.
El impacto de una verdad o de un concepto mental, y su reconocimiento, es una indicación de que la cualidad de una esfera específica de actividad irradiante ha sido registrada por la mente. Esto es lo que ocurre con todas las así llamadas 'expansiones de conciencia' a las cuales la mente del hombre puede responder: él registra una serie sucesiva de vibraciones y radiaciones emanando de diferentes fuentes de actividad, y cuando cada una de ellas es conscientemente registrada y reconocida por la mente, otro ladrillo se ha colocado en los fundamentos de la conciencia en desarrollo, y otra abertura se ha producido en la trama etérica confinante, conduciendo así a una luz más clara y una percepción más profunda.
Siempre presente
Estas esferas de actividad irradiante están siempre presentes, y es sólo el instrumento que no alcanza y no consigue registrar aquello que está disponible; el proceso evolutivo es por tanto uno de desarrollo y refinamiento del aparato de respuesta, primero para permitirle reconocer y absorber, y luego para emplear con eficacia las radiaciones cuando son contactadas en cada etapa. La mente registrará estas cualidades, actividades irradiantes o impulsos que emanan como impresiones, ideas y revelaciones, y el grado en el cual el discípulo se beneficiará de estos impulsos dependerá de su grado de desarrollo, y de la firmeza de su propósito y esfuerzo.
Con el progreso a lo largo de su sendero, el discípulo se vuelve más eficiente, no sólo para absorber energías disponibles de diferentes fuentes, sino que sus propias actividades irradiantes también aumentarán, tanto si tiene conciencia despierta de ello como si no. Su esfera de influencia será proporcionada a su evolución espiritual, y la naturaleza e índole de su radiación determinarán la cualidad de su aura envolvente.
Una de las fuerzas más poderosas que el hombre puede irradiar, es esa cualidad dominante del alma - ¡el Amor! Siempre que las acciones del servidor irradien amor comprensivo, estas pueden realmente ser estrictas y hasta severas, sin causar daño aunque quizás sean una fuente de dolor momentáneo.
La radiación y el magnetismo están en los fundamentos de todo trabajo grupal; cuando el discípulo se vuelve más irradiante y magnético espiritualmente, y cuando su corazón y cabeza se relacionan conscientemente, su radiación crece rápidamente y se vuelve más notable en su entorno, evocando una respuesta igual en los otros. También atraerá la atención del Maestro que trabaja en el mismo rayo en el cual el alma del discípulo está orientada, y en el cual ha estado irradiando sus fuerzas.
Curación esotérica
Diferentes formas de curación esotérica también giran principalmente alrededor de la radiación magnética, y el paciente sólo puede ser realmente ayudado cuando la radiación positiva del sanador supera la condición negativa del paciente. La curación magnética e irradiante comprenden un estudio completo y provechoso por sí solo, y con la adquisición de un creciente conocimiento sobre el cuerpo etérico, su influencia y su control, la aplicación práctica de estos estudios promete jugar un papel de importancia creciente en la práctica sanitaria futura.
El serio sanador del futuro debe, sin embargo, no sólo tener conocimientos espirituales sólidos, con control sobre sus centros y la habilidad de dirigir y regular su radiación y magnetismo, sino que al mismo tiempo debe tener un completo conocimiento y entrenamiento en la medicina común y los métodos quirúrgicos. El conocimiento del médico facultativo, por ejemplo, resultará más efectivo en arreglar un hueso roto, que el de un sanador espiritual en las mismas circunstancias.
Cada forma manifestada está caracterizada por un entorno etérico o 'aura', que puede ser definido como la esfera de su actividad irradiante. Esto también se aplica al hombre. Los clarividentes, favorecidos con visión etérica, pueden distinguir el aura humana, comúnmente descrita en términos de color o luz. Desde el punto de vista esotérico, sin embargo, la importancia del aura radica en su cualidad irradiante y su consecuente esfera de influencia.
El aura es una combinación de radiaciones, energías y fuerzas ordenadas, que tanto pueden atraer como repeler lo bueno o lo malo, y es a través de contactos así efectuados que la tendencia global de la vida de un hombre es determinada.
Similarmente donde se juntan grupos, un aura grupal es creada, consistente en la combinación de las auras individuales, y la contribución áurica de cada miembro del grupo puede así tanto obstaculizar o beneficiar los objetivos del grupo. El aura unida determinará la condición del grupo, sus actividades, su utilidad y también sus problemas.
Cada persona que mira al mundo o a su entorno cercano, inevitablemente debe mirar a través de su propia aura envolvente, y la transparencia de esta ventana definirá la claridad o grado de distorsión de las imágenes recibidas. Este mismo principio se aplica a todos los impulsos y vibraciones que le llegan de fuentes externas. La claridad y pureza del aura es por tanto de principal importancia si definiciones e impresiones verdaderas han de recibirse, o irradiarse al mundo exterior. Auras oscuras y turbias son una de las razones principales de que las masas tengan a menudo puntos de vista distorsionados y actitudes perversas, no sean susceptibles a la razón, e inconscientemente rechacen las bellezas que la vida tiene para ofrecer. Su visión de su entorno y de todo lo que les influye está deformada; lo que ven es sólo un reflejo deformado y torcido de la realidad, y por lo tanto no pueden formar ningún concepto real del bien, de la verdad y de la belleza, porque para ellos todo está viciado al mirar a través de sus auras impuras. La consecuencia es que incluso la acción o actitud más inspirada y altruista de sus prójimos, de aquellos que pueden haber alcanzado una visión más clara y objetivos más puros, son malinterpretados y tratados con afrenta y sospecha.
El aura de fuerzas que envuelve al ser humano es de una naturaleza más compleja que aquella perteneciente a formas de reinos inferiores; el aura del hombre está compuesta de radiaciones de los cuerpos físico, emocional y mental, y su condición por tanto será determinada por aquel de estos vehículos que esté en ascendencia, y también por la cualidad de las emanaciones dominantes.
Cuando el aura comienza a afirmarse, se muestra automáticamente una mayor sensibilidad a las influencias de los niveles subjetivos, y el individuo se vuelve crecientemente magnético a ideas y conceptos espirituales. Su condición por tanto se volverá invocativa a la impresión espiritual, y las ideas subjetivas serán evocadas por su mente sin esfuerzo consciente por su parte.
Este aura magnética es encendida por el primer contacto genuino con el alma, y crecerá proporcionadamente con la frecuencia de tales contactos futuros, hasta que finalmente se vuelve un estado de conciencia y comunión habituales con el alma que puede establecerse a voluntad y en todo momento. Cuando se alcanza esta etapa, su foco estará en el plano mental y ya no estará controlado por su naturaleza emocional. Esto significa que ha realizado un comienzo exitoso en la construcción del puente de luz a través del cual se pueden introducir impresiones de planos superiores, y el cual crecientemente servirá para incrementar la cualidad de su aura, de ese modo mejorando constantemente su eficiencia como un canal e instrumento de servicio en las manos de los Maestros.
El mecanismo áurico que cada ser humano lleva consigo, refleja a aquellos con visión etérica una imagen verdadera de la etapa que el hombre ha alcanzado en su evolución emocional, mental y egoica. Un Maestro por tanto sólo necesita mirar a la luz reflejada dentro del aura, para saber exactamente hasta donde ha progresado el hombre en su sendero de desenvolvimiento espiritual.
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