Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XLVII)
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Como en otras ocasiones, para
realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de
extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que
tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del
Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.
Cada fragmento viene precedido por el título del libro,
capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la
información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.
Las
conclusiones (cuando las haya) son
personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con
las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos
del Tibetano.
En
la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis
descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.
Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando
progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.
Dani
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De Belén al Calvario -AAB- (1937)
“Muchos interrogantes surgen en la mente del hombre inteligente, y
numerosos han sido los comentarios que se han escrito para establecer el punto
de vista particular de cada pensador. No es propósito de este libro tratar el
difícil tema del mal, ni definir las veces que Cristo actuaba como hombre y
cuándo lo hacía como Hijo de Dios. Algunos creen que fue simultáneamente ambas
cosas y que “era el Dios de Dios Mismo”(*1) y, sin embargo, al mismo tiempo
esencial y completamente humano. La gente afirma estas cosas, pero tiende a
olvidar las implicaciones. Afirma con decisión su punto de vista, pero omite
llevar su actitud a una conclusión lógica. Lo que se infiere es que nos permite
conocer la tentación para aprender, como seres humanos, una lección necesaria; estudiemos
por lo tanto esa historia desde el ángulo de la humanidad de Cristo, no
olvidando que Él había aprendido a obedecer al espíritu divino, el alma en el
hombre, y que tenía el control de Su cuerpo de manifestación. Beverley
Nichols(*2) hace el siguiente comentario:
Una de las primeras cosas que sabemos de Cristo en La Biblia, es que
fue tentado por el demonio. ‘Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se
hagan pan’. Así le habló el demonio en el árido desierto, después que Cristo
hubo ayunado durante cuarenta días. El hecho que Cristo pasara sobre ésta y
todas las demás tentaciones, no nos prueba que fuera inmune a la tentación. Si
no hubiera sentido las torturas del hambre, no habría mérito alguno en la
respuesta que se le arrancó: ‘Escrito está, no sólo de pan vivirá el hombre’.
Hubiera sido meramente una moralización vacua, llevada y olvidada por el viento
del desierto.
“Lo mismo ocurrió durante Su agonía en el huerto. No sólo poseía la
capacidad del hombre común de sentir el dolor, sino también la de temerlo. Sabía
demasiado bien los horrores que Le esperaban en la cruz y Su cuerpo reaccionaba
de acuerdo a ello. Cuando elevó la conmovedora súplica: ‘Padre mío, si Tú lo
decides aparta de mí este cáliz...'; se dice que cuando oraba, ‘su sudor, como
grandes gotas de sangre, caía al suelo’.”
Cristo fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado”.(*3) Cristo tomó cuerpo humano y estuvo sujeto a las condiciones
humanas en que también estamos; sufrió y agonizó, sintió exasperación, fue
condicionado por Su cuerpo, Su medio ambiente y la época, como todos nosotros.
Por haber aprendido a dominarse y porque la rueda de la vida había terminado
para Él, podía enfrentar esta experiencia y hacer frente al mal y triunfar. De
ese modo nos enseñó a enfrentar la tentación, nos mostró lo que debíamos
esperar como discípulos que se preparan para la iniciación y también el método
por el cual el mal se convierte en bien. Enfrentó la tentación, no con una gran
técnica o revelación nueva, sino simplemente recurriendo a Lo que sabía de lo
que se Le había dicho y enseñado. Encaró a la tentación, con la frase: “Escrito
está” (*4) y no empleó nuevos poderes para combatir al demonio. Simplemente
utilizó el conocimiento que poseía. No empleó los poderes divinos para vencer
al Mal. Sencillamente empleó los que todos poseemos —el conocimiento adquirido
y las milenarias reglas. Lo conquistó, porque había aprendido a vencerse a Sí
Mismo. Era el amo de las condiciones de esa época, porque había aprendido a
dominarse a Sí Mismo. El Dr. Grensted (*5) dice:
“El razonable argumento de que los cristianos hayan elegido al Cristo
como la revelación del misterio del universo, es simplemente porque en Su vida
vemos surgir los problemas de nuestras propias vidas al obtener una
personalidad incomparable y completa. No se pueden evitar las temibles e
irracionales realidades del mal y de la muerte. Hay sufrimiento, tentación y
hasta la sombra de un fracaso. Sin embargo, todo eso está representado de tal
forma en las narraciones del Evangelio, que forman un cuadro consistente de
Quien fue completamente dueño de Su propia alma. Sabemos, a medida que leemos
la historia de Su vida, que así es la humanidad en su nivel más elevado, y que,
aunque tales alturas están absolutamente fuera de nuestro alcance, también
sabemos que Él ha revelado el propósito y las posibilidades de nuestras vidas,
inconmensurablemente menos efectivas.” (489)
(*1) Athanasian Creed.
(*2) The Fool Hath Said, págs. 211, 212.
(*3) He., 4:15.
(*4) Mt., 4:4, 7, 10.
(*5) Psychology and God, pág. 240.
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“…Toda la existencia del hombre, como hombre, transcurre oscilando
entre estos pares de opuestos, hasta que con el tiempo se alcanza el equilibrio
y desde ese momento el hombre marcha hacia lo divino. Podría ser de valor
reflexionar a veces, extensa y profundamente, sobre esos dos extremos de la
existencia humana: el bien y el mal, la luz y la tiniebla, la vida y la forma,
el espíritu y la materia, el yo y el no-yo, lo real y lo irreal, la verdad y la
falsedad, lo correcto y lo incorrecto, el placer y el dolor, el anhelo y la
inercia, el alma y la personalidad, Cristo y el demonio. …” (490)
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“El problema de la curación, que absorbe la atención de tantos miles de
personas en esta época, es demasiado amplio para ser tratado aquí, y es mucho
más complicado de lo que el curador común o los grupos de curación perciben.
Únicamente señalaré dos cosas:
Una, la afirmación de que toda enfermedad es el resultado de
pensamientos erróneos, no debe ser aceptada con demasiado apresuramiento. Hay
demasiadas enfermedades en otros reinos de la naturaleza —animal, vegetal,
mineral— y las sufren como los seres humanos, y estos reinos antedatan a la
aparición de la familia humana sobre la tierra. Otra, la afirmación de que
somos divinos nos da, por lo tanto, derecho a una buena salud, lo cual puede
ser verdad cuando se expresa realmente la divinidad, pero no por la afirmación
en sí, sino por el contacto egoico consciente e inteligentemente organizado.
Esto trae como resultado una vida como la de Cristo, sólo preocupada e
interesada por los demás, sin pensar en el yo.” (491)
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“En un comentario sobre El Bhagavad Gita, ese supremo argumento de la
vida del todo, sublimada y fusionada en la divinidad, Charles Jonhston (*)
dice:
“Pareciera que la verdad fuera, en cierta etapa de la vida espiritual,
el vehemente discípulo que ha tratado de poner en todas las cosas su alma en
armonía con la gran Alma, que ha procurado asemejar su voluntad a la Voluntad
divina, pasando una notable experiencia espiritual en que la gran Alma lo atrae
hacia arriba, y la Voluntad divina eleva su conciencia hasta la unicidad con la
Conciencia divina. Durante un tiempo ya no percibe ni siente como persona, sino
como Superalma, teniendo una profunda visión de los caminos divinos de la vida
y sintiendo con el Poder infinito, que actúa por igual en la vida y en la
muerte, en el dolor y en el placer, en la unión y en la separación, en la
creación, en la destrucción y en la reconstrucción. El temor y el misterio que
circunda a esta gran develación ponen su sello en todos los que han pasado por
ella.”” (492)
(*) The Bhagavad Gita, pág. 128.
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“La vida del Cristo interno produce la transformación del cuerpo
físico, pero aún en forma más profunda esa vida actúa sobre la naturaleza
emocional sensoria y mediante el proceso de transmutación, convierte los deseos
y sentimientos, los dolores y los placeres, en sus analogías superiores. Se ha
definido la transmutación como “el paso de un estado de ser a otro, por medio
del Fuego”.(*) Es conveniente, a este respecto, recordar que el triple hombre
inferior, al que nos hemos referido con frecuencia en estas páginas, es un
tenue reflejo de la Deidad Misma. El cuerpo físico está relacionado con el
tercer aspecto de la divinidad, el Espíritu Santo, y podemos comprobar esta
verdad si estudiamos el concepto cristiano de la Virgen María, influido por el
Espíritu Santo, que es el aspecto de la divinidad, el principio activo de la
materia, de la cual el cuerpo físico es la analogía. La naturaleza sensoria
emocional es un tenue y distorsionado reflejo de la naturaleza amor de Dios,
que el Cristo cósmico, la segunda Persona de la Trinidad, está empeñada en
revelar, y este aspecto (transmutado por medio del fuego, la voluntad o espíritu
de Dios) causa la transformación del cuerpo físico. A su vez la mente es el
reflejo del aspecto superior de la deidad: el Padre o Espíritu, del que se ha
dicho que “Dios es un fuego consumidor”.(**) La actividad liberadora de esta
forma del espíritu de Dios, produce con el tiempo esa radiación (resultante de
la transformación y la transmutación) característica distintiva de la
iniciación de la Transfiguración. “La irradiación es la transmutación en
proceso de realización. Siendo la transmutación el proceso de liberar la
esencia, a fin de que busque un nuevo centro, podemos reconocer aquí el proceso
de la radiactividad... en lo que a la humanidad concierne“.(***).” (493)
(*) Tratado sobre Fuego Cósmico, de Alice A. Bailey, pág. 395.
(**) Dt., 4:24.
(***) Tratado sobre Fuego Cósmico, de Alice A. Bailey, pág. 397.
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“Es importante estudiar aquí brevemente el lugar que les cabe a los
discípulos en el relato de esta experiencia. En toda la historia bíblica,
encontramos siempre esta triplicidad, Moisés, Aarón y Josué; Job y sus tres
amigos; Shadrach, Meschach y Abesnego, los amigos de Daniel; los tres reyes de
la cuna de Belén; los tres discípulos de la Transfiguración; las tres cruces
del Calvario. ¿Qué significa esta constante repetición del tres? ¿ Qué
simbolizan? Fuera de su posible aparición histórica, ¿hay detrás de ellos algún
símbolo peculiar que pueda, cuando se comprenda, aclarar las circunstancias en
que desempeñaron su parte? El estudio de sus nombres y su interpretación, según
aparece en la conocida Cruden’s Concordance, pueden suministrarnos una clave.
Tomemos, por ejemplo, el significado de los nombres de los amigos de Job, que
fueron Eliphaz el Temanita, Bildad el Suhita y Sophar el Naamathita. El primer
nombre significa “mi Dios es el oro” y también “el sector Sur”, el polo opuesto
al norte. El oro es el símbolo del bienestar material y el polo opuesto del
espíritu es la materia. Por lo tanto, en este nombre está simbolizada la forma
externa tangible del hombre, activada por el deseo de posesiones materiales y
comodidades. Sophar el Naamathita, significa “el que habla”, y su lema es
afabilidad, interpretación dada a la palabra “Naamathita”. Tenemos aquí
tipificado el cuerpo de deseos, con su ansia de agrado, felicidad y placer, e
indicado, el llamado constante y eterno y la voz de la naturaleza de los
sentidos, que todos podemos testimoniar. Bildad el Suhita, representa la
naturaleza mental, la mente, y significa “contrición”, sólo posible cuando la
mente empieza a estar activa (incluyendo la conciencia). Suhita quiere decir
“postración o desamparo”, lo cual significa que la mente sola y sin ayuda,
puede revelar pero no ayudar. El remordimiento y el dolor, que involucra la
memoria, son el resultado de la actividad mental. De este modo, los tres amigos
de Job, revelan los tres aspectos de su naturaleza inferior. Lo mismo ocurre
cuando estudiamos los nombres de los tres amigos de Daniel. Abednego significa
“servidor del sol”, servidor de la luz, y resume el propósito y el deber del
hombre físico externo. El nombre Sadrach tiene una significación definidamente
emocional y sensoria, porque quiere decir “me regocijo en el camino”, y
dondequiera que encontremos referencia a las dualidades básicas del placer y el
dolor, consideraremos la naturaleza emocional sensoria. Mesach significa
“ágil”, ligero de movimientos, que es en sí una buena descripción de la
naturaleza mental. Arjuna,(*) indica en sus palabras a Krishna: “De esta unión
por medio de la unicidad que Tú enseñas... no percibo su sólido fundamento,
debido a las oscilaciones de la mente; porque la mente oscila, oh Krishna, es
turbulenta, impetuosa y violenta, y creo tan difícil de dominar como el
viento”. (494)
(*) El Bhagavad Gita, Libro VI, Vers. 33, 34.
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““... Ningún hombre, por talentoso que sea, puede estar tan embebido
del espíritu de Cristo (lo que constituye un fenómeno espiritual y no mental),
que le otorgue autoridad para dogmatizar acerca de Él. Esto podrá parecer
intolerable al libre pensador común, pero en realidad es verdad. El hombre que
no haya experimentado realmente la presencia interna de Cristo, ni reclamado Su
promesa, “estaré siempre contigo”, que no comprenda con absoluta seguridad que
es infinitamente más real que cualquier placer o dolor terrenal, no puede saber
lo que Cristo significó verdaderamente.“(*)”. (495)
(*) Beverley Nichola, The Fool Hath Said, pág. 225.
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“”Una de las principales características de la belleza que debe ponerse
de manifiesto, es la de Ulises, con la gracia que le dieran las diosas por sus
hazañas, y la de Afrodita, surgiendo de las olas. Si consultamos la filosofía,
tendremos la confirmación de esto, pues parecería que la naturaleza, después de
muchos dolores, llega a la existencia en un eterno momento conocido por ella, y
mientras los capullos se abren y la juventud alcanza su eflorescencia, la
belleza desciende sobre ellos. Lo latente es extraído por una ley secreta o por
la autoexpresión, y voluntariamente o no, esta expresión es una proclamación
pública, un instrumento para llamar la atención de todos hacia lo mejor de la
naturaleza.“(*)”. (496)
(*) Mirage and Truth, de M. C. D’Arcy, C. J, pág. 116.
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“”El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y lo matarán,
mas al tercer día resucitará.” (*)
Entonces ellos “entristecieron en gran manera”. Esta visión de Cristo,
si escudriñamos los anales, presenta dos partes. Primero, tuvo la visión de la
realización. El logro de la cima de la montaña, donde una gran experiencia
espiritual quedaba atrás. Ahora tenía la visión de una consumación física en
forma de entrada triunfal en Jerusalén. Pero iba acompañado por un
presentimiento o premonición de que Su vida de servicio culminaría en la Cruz;
Cristo vio claramente, tal vez por primera vez, lo que Le esperaba y en qué
dirección Lo encaminaba Su servicio al mundo. La vía, dolorosa de los
Salvadores del Mundo se extendía ante Él; el destino de todas las almas
precursoras culminaba en ésta Su experiencia; Se vio a Sí Mismo rechazado; fue
atado y engrillado y muerto, como ha sucedido a hijos de Dios menores que Él.
El rechazo del mundo siempre precede a la aceptación del mundo. La decepción es
una etapa en el camino a la realidad. El odio de quienes no están preparados
todavía para reconocer el mundo de los valores espirituales, está siempre
destinado a quienes están preparados. Cristo Se enfrentó con esto y, sin
embargo, Él “afirmó Su rostro para ir a Jerusalén”.(**)”. (497)
(*) Mt. 17:22, 23.
(** )Lc. 9:51.
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“¿Qué podemos, en consecuencia, dar al mundo al estudiar la vida de
Cristo y mentalmente pasar con Él una iniciación tras otra? Podemos aspirar a
esa grandeza de acción que redimirá nuestra mediocridad natural y revelará
progresivamente la divinidad en cada uno de nosotros. Cada uno puede ser un
faro de luz que señala el camino hacia el centro de donde surge la Palabra, y
cada uno puede empezar a expresar en su vivir cotidiano, algunas de las
cualidades de Dios, que Cristo representó con tanta perfección y Lo llevó
triunfalmente, desde el Monte de la Transfiguración hasta el valle del deber y
del servicio, permitiéndole seguir adelante, con firme determinación, hacia la
experiencia de la Cruz, por el camino triunfal de la aclamación y los senderos
dolorosos del abandono y la soledad.” (498)
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(489) CAPITULO III. La Segunda Iniciación... El Bautismo en el Jordán. 3
(pág. 114)
(490) CAPITULO III. La Segunda Iniciación... El Bautismo en el Jordán. 3
(pág. 120)
(491) CAPITULO III. La Segunda Iniciación... El Bautismo en el Jordán. 3
(pág. 127)
(492) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una
Elevada Montaña. 1 (pág. 147)
(493) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una
Elevada Montaña. 1 (pág. 152)
(494) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una
Elevada Montaña. 2 (pág. 157)
(495) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una
Elevada Montaña. 2 (pág. 159)
(496) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una
Elevada Montaña. 3 (pág. 164)
(497) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una
Elevada Montaña. 3 (pág. 164)
(498) CAPITULO IV. La Tercera Iniciación... La Transfiguración en una
Elevada Montaña. 3 (pág. 177)
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