Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XLIX)
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Como en otras ocasiones, para
realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de
extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que
tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del
Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.
Cada fragmento viene precedido por el título del libro,
capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la
información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.
Las
conclusiones (cuando las haya) son
personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con
las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos
del Tibetano.
En
la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis
descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.
Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando
progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.
Dani
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De Belén al Calvario -AAB- (1937)
“Aprendemos por el dolor y el sufrimiento (es decir, por la
experiencia) a no pecar. Pagamos el precio de nuestros pecados y errores, y
cesamos de cometerlos. Eventualmente llegamos a un punto en que ya no cometemos
más errores y pecados primitivos. Porque sufrimos y agonizamos, aprendemos que
el pecado trae retribución y causa sufrimiento. Pero el sufrimiento tiene su
valor y Cristo lo sabía. Su Persona no fue sólo el Jesús histórico, que
conocemos y a; amamos, sino también el símbolo del Cristo cósmico, el Dios,
sufriendo por los sufrimientos de Sus seres creados.
“El dolor de la creación
inferior es parte del gran sacrificio cósmico por el cual Dios eterno da Su
vida para poder tomarla nuevamente. En el altar del universo material se ha
ofrendado esa vida sagrada desde el comienzo de los tiempos y aunque ahora sólo
podemos vislumbrar aquello por lo que se hace ese sacrificio, justifica la
creencia de que ninguna vida que alcanzó la dignidad de poder sufrir, está
ausente de la gran consumación.”(*)” (511)
(*) Extraído del sermón The Divine Justice, de R. J. Campbell.
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“…Pero el Bautismo a que Cristo fue sometido, por el poder de Su propia
vida y al que estamos sujetos por la vida de Cristo que mora en nosotros, fue
el Bautismo del fuego y el sufrimiento, que llega a culminar con el dolor en la
Cruz. Esa culminación del sufrimiento, para quien pudiera resistir hasta el
fin, sería la entrada en el “paraíso” —que significa bienaventuranza. Tres
palabras se emplean para expresar este poder: felicidad, goce y
bienaventuranza. Felicidad tiene un sentido puramente físico y se relaciona con
nuestra vida física y sus relaciones; el goce es de la naturaleza del alma y se
refleja en la felicidad. Pero la bienaventuranza, que es de la naturaleza de
Dios Mismo, es una expresión de la divinidad y del espíritu. La felicidad puede
ser considerada como la recompensa del nuevo nacimiento, pues tiene una
significación física y estamos seguros de que Cristo conoció la felicidad,
aunque fue “varón de dolores”. El goce, que corresponde más especialmente al
alma, alcanza su consumación en la Transfiguración. Aunque Cristo estuvo “en
contacto con el dolor”, conoció el goce en su esencia, porque el “gozo del
Señor es nuestra fortaleza”, y el alma, el Cristo en todo ser humano, es
nuestra fortaleza, goce y amor. Cristo conoció también la bienaventuranza
porque la obtuvo en la Crucifixión, la recompensa del triunfo del alma.
…/…
“Este ideal de la ‘bienaventuranza’ personal del yo, puede unirse con
el ideal complementario de la compasión (compatior): esa espontánea y
expiatoria participación del sufrimiento de los demás, mediante la sutil
simpatía, en su desarrollo hacia la perfección. En esto se recalca la verdad de
que la realización del yo sólo es posible gracias a la virtud complementaria
del sacrificio del yo (el yo, hecho sagrado), para bienaventuranza de los
demás, acto que constituye la más elevada característica de la fe cristiana y
también, cuando está totalmente iluminada por su propia y profunda sabiduría,
es la del budismo y el culto a Orfeo.”(*)
…/…
…Posiblemente, el Salvador crucificado creyera también que la materia
misma, por ser divina, era capaz de sufrir infinitamente, y esas palabras
fueron la expresión de Su reconocimiento de que aunque Dios sufre en la Persona
de Su Hijo, Él también sufre con análoga y aguda agonía en la persona de la
madre de ese Hijo —la forma material que le dio nacimiento. “Todo problema,
como Cristo Lo vio, es individual y toda la agonía del mundo puede estar
contenida en una sola alma”.(**) Cristo está entre los dos: la madre y el
Padre. Ahí reside Su problema, problema de todo ser humano. Cristo une a los
dos: el aspecto materia y el aspecto espíritu, y la unión de los dos produce al
hijo. Éste es el problema de la humanidad y también su oportunidad.
…/…
El tres es lógicamente el más importante y sagrado de los números.
Representa a la divinidad y también a la humanidad perfeccionada. Cristo, el
hombre perfecto, pendió de la Cruz durante “tres horas” y en ese tiempo, cada
uno de los tres aspectos de Su naturaleza fue ascendido al punto más elevado de
Su capacidad de realización, con el consiguiente sufrimiento. Al final, esta
triple personalidad dio origen a la exclamación: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has desamparado?”” (512)
(*) Eros and Psyche, de Benchara Branford, pág. 87.
(**) The Fool Hath Said, de Beverley Nichols, pág. 253.
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“Aunque todo hijo de Dios en las distintas etapas de su camino a la
iniciación se prepara para esta soledad final, mediante fases de total
negación, cuando llega la crisis postrera debe experimentar momentos de
soledad, que no puede concebir previamente. El hombre sigue los pasos de su
Maestro, es crucificado ante los hombres y abandonado por sus semejantes y por
la presencia reconfortante del Yo divino, en quien ha aprendido a confiar. Sin
embargo, porque Cristo penetró en el lugar de la tiniebla externa, sintiéndose
enteramente abandonado por todos los que hasta ese momento habían significado
mucho para Él, desde el ángulo humano y del divino, nos es posible apreciar el
valor de la experiencia, mostrándonos que solamente penetrando en el lugar de
la tiniebla externa, que los místicos con toda razón denominan “la noche oscura
del alma”, podemos entrar realmente en el bendito compañerismo del reino. Se
han escrito muchos libros acerca de esta experiencia, pero es muy rara, mucho
más de lo que la literatura de los místicos quiera hacer creer. Se hará más
frecuente a medida que un mayor número de seres entren en el reino por los
portales del sufrimiento y de la muerte. Cristo estuvo pendiendo entre el cielo
y la tierra y aunque estaba rodeado por una multitud y a Sus plantas
permanecían aquellos que Él amaba, Se hallaba completamente solo. La soledad,
cuando se está acompañado, el sentirnos absolutamente abandonados mientras nos
rodean quienes tratan de comprender y ayudarnos, constituye la tiniebla. La luz
de la Transfiguración se apaga súbitamente, y por la misma intensidad de esa
luz, la noche parece más tenebrosa. Un místico, refiriéndose a esta
experiencia, dice:
“Después de este despliegue de luz vuelve otra vez la oscuridad. Fuimos
peregrinos, fuimos pastores. Algo más debemos mostrar al rebaño: ‘El que pierde
su vida por mí, la encontrará’. El Calvario.
“Hemos recorrido nuestro tramo y nos estamos acercando al fin de
nuestro ciclo. Hemos de ascender a la cruz y someternos a la dolorosa muerte
del yo; hemos de entrar en la tiniebla para que pueda nacer la sabiduría mayor.
‘Tonto de ti, lo que siembras no fructifica, excepto que muera’.”(*)
En las tinieblas conocemos a Dios. El autor anteriormente citado,
agrega: “Ahora conozco el significado de algunas palabras que una vez leí:
‘Cuando San Pablo no vio nada, vio a Dios’. Creo que esta oscuridad es una ilusión.
Quizá sea verdaderamente la luz”. Otro escritor al tratar el mismo tema, dice:
“Nadie puede convertirse en
Salvador de hombres, ni simpatizar perfectamente con todo el sufrimiento
humano, excepto por la ayuda que puede obtenerse del Dios que mora en su
interior si no ha enfrentado y vencido por sí solo al dolor, al temor y a la
misma muerte. Resulta fácil sufrir cuando existe una conciencia ininterrumpida
entre lo superior y lo Inferior; más aún, no existe sufrimiento mientras esa
conciencia no se interrumpa, porque la luz de lo superior imposibilita la
oscuridad de lo inferior, y el dolor no es tal cuando se soporta bajo el
aliciente de Dios. Existe un sufrimiento que los hombres deben enfrentar, que
todo Salvador de hombres debe encarar, cuando la oscuridad se hace en la
conciencia humana, sin que ni un resquicio de luz la atraviese; el hombre debe
conocer la congoja de la desesperación que siente el alma humana, cuando la
oscuridad la rodea y la conciencia no encuentra una sola mano donde asirse. Todo
Hijo del Hombre debe sumirse en esas tinieblas antes de remontarse triunfante;
esa experiencia amarguísima debe ser realizada por todo Cristo, antes de poder
‘salvar hasta el último’ de quienes buscan lo Divino, por su mediación.”(**)”
(513)
(*) Splendour in the Night, de A. Pilgrim, págs. 61, 62.
(**) Cristianismo Esotérico, de Annie Besant, págs. 119, 120.
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“Esta sed que compartimos con el Salvador y las necesidades del mundo
(del cual lo nuestro es una parte relativamente incidental) es lo que nos une a
Él. Nos exhorta a alcanzar la “fraternidad de Sus sufrimientos”, y es la
demanda que oímos conjuntamente con Él. Este aspecto de la Cruz y esta lección,
han sido resumidos en el párrafo siguiente, lo que justifica nuestra más
cuidadosa consideración y consiguiente consagración al servicio de la Cruz, que
es el servicio a la humanidad:
“Cuando... me aparté de ese espectáculo que enternece al mundo entero,
Cristo crucificado por nosotros, y contemplé las penosas y anonadantes
contradicciones de la vida, no enfrenté, en el intercambio con mis semejantes,
las frías trivialidades que dejan oír con tanta ligereza los labios de aquellos
cuyos corazones jamás conocieron la verdadera congoja, ni cuyas vidas sufrieron
un golpe aplastante. No se me dijo que todas las cosas fueron ordenadas para
bien, ni se me aseguró que las abrumadoras disparidades de la vida eran sólo
aparentes, ni fue revelado por los ojos y el ceño de Aquel que realmente
conocía el dolor, ni por una mirada de solemne reconocimiento, como la que se
cruza entre amigos que, tolerando un extraño y secreto dolor, les une un lazo
indisoluble.”(*)” (514)
(*) Colloquia Crucis, de Dora Greenwell, pág. 14 f.
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“Otra Palabra de Poder surgió de la tiniebla que amortajaba al Cristo
moribundo. El momento de Su muerte estuvo precedido por las palabras: “Padre,
en Tus manos encomiendo mi espíritu”. Su primera y Su última palabra comenzaron
con Su llamado: “Padre” —porque siempre somos los hijos de Dios, y “si hijos,
también herederos de Dios y coherederos de Cristo, si es que padecemos
conjuntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados”.(*)
Coherederos de la gloria, pero también coherederos del sufrimiento que debe ser
nuestro, si el mundo debe ser salvo y la humanidad en conjunto puede entrar en
el reino.” (515)
(*) Ro. 8:17.
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““La característica de la enseñanza personificada en la tradición
cristiana, es que Dios no constituye un ser apartado del mundo común de nuestra
experiencia, sino que está presente en todas partes de ese mundo, con su
maldad, ignorancia y dolor. En lenguaje simbólico, Dios ha tomado sobre Sí los
pecados y dolores del mundo y sufre con nosotros, de modo que no estamos
separados de Él por nuestros fracasos e imperfecciones o por la muerte. Su
reino está dentro nuestro, mientras nos esforzamos por lograr lo que
internamente reconocemos como divino.”(*)
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La relevante lección que nos espera es la realidad de que “... la
naturaleza humana tal como la conocemos, no puede proporcionarnos felicidad sin
sufrimiento, ni perfección sin el sacrificio de sí misma”.(**) Para nosotros el
reino constituye la visión, pero para Cristo fue una realidad. El servicio al
reino es nuestro deber y también es el método para liberarnos de la esclavitud
de la experiencia humana. Esto es lo que debemos captar, llegar al
convencimiento de que sólo hallaremos la liberación sirviendo al reino.
Estuvimos demasiado tiempo sujetos por los dogmas del pasado, y vemos hoy una
natural rebelión contra la idea de la salvación individual por el sacrificio de
la sangre de Cristo, que constituye la enseñanza externa y más evidente, pero
lo que realmente nos concierne es el significado interno, que sólo podemos
experimentar cuando enfrentamos lo que mora en nuestro interior. A medida que
las formas externas pierden su poder, con frecuencia surge el verdadero
significado.” (516)
(*) Materialism, de J. S. Haldane, pág. 152.
(**) Mirage and Truth, de M. B. D'Arcy, S. J., pág. 179.
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“Cada uno debe comprobar eso por sí mismo. A menudo el temor nos impide
ser veraces y enfrentar las realidades. Hoy es fundamental que encaremos el
problema de la relación de Cristo con el mundo moderno y nos atrevamos a ver la
verdad sin ningún prejuicio teológico. Nuestra experiencia personal en Cristo
no sufrirá en este proceso. Ningún argumento moderno ni teología, podrán
arrancar a Cristo del alma, una vez que ésta Lo ha reconocido, pues está fuera
de toda posibilidad. Pero también es muy posible que encontremos errónea la
interpretación teológica ortodoxa y que Cristo sea más incluyente de lo que se
nos ha hecho creer, y que el corazón de Dios Padre sea más compasivo que el de
quienes trataron de interpretarlo. Hemos predicado sobre un Dios de amor y
defendido una doctrina de odio. Hemos enseñado que Cristo murió para salvar al
mundo, tratando de demostrar que solamente los creyentes pueden ser salvos, y
hay millones de seres que viven y mueren sin haber oído jamás hablar de Cristo.
Vivimos en un mundo caótico, tratando de construir un reino de Dios, divorciado
de la actual vida cotidiana y de la situación económica general, y al mismo
tiempo, postulamos un cielo lejano que podremos alcanzar algún día. Pero Cristo
fundó un reino en la Tierra, en el que todos los hijos de Dios tendrán igual
oportunidad de expresarse como hijos del Padre. Muchos cristianos encuentran
imposible aceptarlo y algunos de los mejores pensadores de la época repudiaron
la idea. Las siguientes palabras constituyen un ejemplo:
“Soy incapaz de aceptar el concepto teológico de Dios como un ser
perfecto, separado de todo mal, sufrimiento y desorden de nuestro universo.
Esta concepción me parece idólatra, semejante al reconocimiento de algo
definido e independiente de Dios. En el actual universo de nuestra experiencia
y no en ninguna otra parte, hallaremos a Dios. El Dios que hallamos, vive y
está activo, creando constantemente o poniendo orden en el caos indefinido,
presente en nosotros, en nuestra lucha por la verdad, la justicia y la belleza,
así como también cuando abandonamos esa lucha, incurriendo en la desarmonía
interna que experimentamos entonces. Si no fuera por el caos no podríamos concebir
un Dios activamente creador y viviente. Debemos considerar el caos como el
trasfondo indefinido de la historia definida, la manifestación progresiva de
Dios. Si consideramos la concepción de un Dios fuera de todo sufrimiento e
imperfección, hallaremos que carece de sentido real en el mundo de nuestra
experiencia. Sólo en la lucha, el Dios de la religión se nos revela como un
Dios de Amor, Verdad y Belleza.”(*)” (517)
(*) Materialism, de J. S. Haldane, págs. 174, 175.
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“Una y otra vez encontramos que los tres episodios que se relatan en el
Evangelio no son hechos aislados en la vida de Jesús de Nazaret, sino que se
llevaron a cabo repetidas veces en los retiros secretos de los Templos de los
Misterios, desde los albores de las edades. Los salvadores del pasado fueron
todos sometidos a los procesos de la muerte, en una u otra forma, pero todos
resucitaron o fueron trasladados a la gloria. En las ceremonias de la
iniciación este entierro y resurrección, al cabo de tres días, eran muy
familiares. La historia narra que muchos de esos Hijos de Dios murieron y
resucitaron para ascender finalmente al cielo. Vemos, por ejemplo, que “las
exequias de Adonis se celebraron en Alejandría (Egipto) con toda pompa. Su
imagen era conducida con gran solemnidad a una tumba, a fin de rendirle las
últimas honras. Antes de cantar sobre su retorno a la vida se celebraban
algunos ritos fúnebres honrando su sufrimiento y muerte. Se mostraba la gran
herida que recibió, como se muestra la herida del lanzazo que Cristo recibiera.
La festividad de su resurrección se fijó para el 25 de marzo”.(*) Existe la
misma leyenda relacionada con los hombres de Tamuz, de Zoroastro, de Esculapio,
a quien se refirió Ovidio en los términos siguientes:” (518)
(*) Ovid's Methamorphoses, según Addison, citado en “Taylor's
Diegesis“, pág. 148.
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“El propósito debe subyacer en el dolor. En toda actividad humana debe
sentirse un objetivo. El idealismo de los conductores de la raza no puede ser
alucinación. El conocimiento de Dios debe tener alguna base en la realidad. Los
seres humanos están convencidos de que la aparente injusticia del mundo es una
legítima seguridad de un más allá, donde el íntegro propósito divino quedará
justificado. Hay una creencia fundamental de que el bien y el mal están en
lucha continua en la naturaleza del hombre y que el bien debe triunfar
inevitablemente. El hombre lo ha afirmado a través de, las edades. La humanidad
ha desarrollado muchas teorías acerca del hombre y su futuro, de su preparación
para la vida del más allá y de por qué está en la tierra. No es necesario
detallar estas teorías ni tenemos tiempo para ello. Constituyen en sí una
prueba de la realidad de la inmortalidad y de la divinidad del hombre. El
hombre ha intuido esta máxima posibilidad y no descansará hasta haberla
alcanzado. Ya se trate de la pluralidad de las vidas en nuestro planeta, que
nos llevan a la perfección ultérrima, o de la teoría budista, que conduce al
Nirvana, la meta es una.” (519)
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““La resurrección no es la resurrección
de los muertos de sus tumbas, sino el paso, por la propia absorción de la
muerte, a la vida del amor altruista, la transición de la tiniebla del
individualismo egoísta a la luz del espíritu universal, de la falsedad a la
verdad, de la esclavitud del mundo a la libertad de lo eterno. La creación
'gime con los dolores del parto’ ‘para liberarse de la esclavitud de la
corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios’.”(*)” (520)
(*) The Supreme Spiritual Idela, de S. Radhakrishnan, Hibbert Journal.
octubre de 1936.
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“toda enseñanza y todo sufriente Hijo de Dios, que vino antes de
Cristo, hicieron dos cosas:
Primero, preparar el camino para el Cristo, dando las enseñanzas que Su
era, período y civilización particular, requerían; segundo, representó con su
vida la enseñanza de los Misterios, que antes de la época de Cristo se limitaba
a los muy pocos que se preparaban para la iniciación, o que por derecho de
iniciación podían entrar en los templos de los Misterios.” (521)
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“La obediencia a lo más elevado, practicada en las cosas más pequeñas
como en las más grandes, es una regla demasiado simple para muchos, pero, no
obstante, es el secreto del Camino. Pedimos demasiado, y cuando se da una regla
sencilla que dice simplemente obedecer la voz de la conciencia y seguir el
destello de luz que vemos, no resulta bastante interesante el hecho de
obedecerla rápidamente. Pero esta regla fue la primera que siguió Cristo y, aún
siendo niño, dijo venir a ocuparse de los asuntos de su Padre. Cristo obedeció
el llamado. Hizo lo que Dios le dijo; siguió paso a paso la voz interna —y Lo
condujo de Belén al Calvario. Pero con el tiempo lo llevó al Monte de la
Ascensión. Cristo demostró los resultados de la obediencia y Él Mismo “aprendió
la obediencia por lo que sufrió”. Pagó el precio y reveló lo que Dios podía ser
y hacer en el hombre.” (522)
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“El Dr. Bosanquet (*) lo explica en forma iluminadora:
“... digo, ‘constructor de almas’, diferenciando el Alma de la
Inteligencia. Puede haber inteligencias o chispas de la divinidad en millones
de seres, pero no son almas hasta adquirir identidad, hasta que cada una es una
personalidad propia. Las inteligencias son átomos de percepción, saben, ven y
tienen pureza, y son, en síntesis, Dios. ¿Cómo se construyen las almas? ¿Cómo
se les otorga identidad a esas chispas que son Dios, para que cada una posea
una bienaventuranza peculiar por su existencia individual? De qué otro modo
sino por intermedio de un mundo... Esto se efectúa mediante tres espléndidos
materiales que actúan uno sobre otro, durante una serie de años, y son: la
inteligencia, el corazón humano (diferenciándolo de la inteligencia y de la
mente) y el mundo, o espacio elemental apropiado, para la acción mutua de la
Mente y el Corazón, con el propósito de formar el alma o inteligencia,
destinada a poseer el sentido de Identidad... Para que pueda apreciarse con más
claridad, voy a repetirlo de la manera más sencilla posible. Llamaré al mundo,
la Escuela instituida con el propósito de enseñar a leer a los párvulos; al
corazón humano, la cartilla empleada en dicha escuela, y diré que el niño es
capaz de leer el alma por esa escuela y su cartilla. ¿Pueden ver cuán necesario
es un mundo de dolor y angustia para adiestrar una Inteligencia a fin de
convertirla en un alma?
Pero para alcanzar este contacto definido y consciente con el alma, el
aspirante debe aprender a obedecer mediante el sufrimiento y también a
practicar el amor. Esto no es fácil. Requiere disciplina, esfuerzo y empeño
incesante, pues la conquista del yo, que significa una crucifixión diaria y una
centrada atención perfecta, nunca aparta sus ojos de la meta, porque es
consciente siempre de sus propósitos, progreso y orientación. Lo maravilloso de
este proceso es que puede ser realizado aquí y ahora, en la situación en que
nos encontramos, sin incurrir en la menor desviación desde el lugar del deber y
la responsabilidad. El autor, Dr. Bonsanquet,(**) continúa diciendo que “... el
yo, en su esfuerzo por completarse, hará pedazos toda forma parcial de su
propio ser cristalizado, recibirá con agrado cualquier accidente y se embarcará
en el conflicto y la aventura... Este reconocimiento será representado como si
surgiera y se mantuviera por todas partes y, en efecto, por los dolores de la
propia formación, de la venturosa vida finita, y captando la seguridad del yo
por la unión con el todo, en proporción con el alcance de la propia
trascendencia que, aunque se amplifique en dirección al todo, muestra en sí
todavía la debilidad e inutilidad de la existencia finita.”” (523)
(*) Psychology and The Promethean Will, de W. H. Sheldon, pág. 34.
(**) The Value and Destiny of the Individual, págs. 17, 18.
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“La familia humana es individualmente autoconsciente. Esta etapa de la
conciencia separadora ha sido necesaria y útil, pero ha llegado el momento de
ser ya conscientes de contactos mayores, de implicancias más amplias y de una
inclusividad más general. A este respecto dice un escritor:
“...no podemos permitir que nuestro prójimo, se trate de una nación o
de un individuo, se encamine a la destrucción, sin que por lo menos compartamos
su sufrimiento y desgracia. Todas las personas están orgánicamente
relacionadas. La humanidad sólo puede progresar si todas las naciones
progresan. Ninguna nación puede sobresalir egoístamente, dejando que las demás
perezcan... Tenemos que percibir la realidad científica de la solidaridad del
género humano. Debemos reconocer que la prosperidad, el bienestar, la salud y
la felicidad de cada uno de nosotros, pueden asegurarse únicamente si cada uno
actúa de manera que los demás, nuestros semejantes, tengan la misma paz, la
misma felicidad, las mismas ventajas económicas y las mismas oportunidades para
educarse, que las nuestras.”(*)” (524)
(*) Modern Trends in World Religions, de A. E. Haydon, págs. 57, 58.
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“Así, paso a paso, hemos seguido a Cristo en Su estupenda tarea y
estudiamos esta tarea en lo que respecta a su excepcionalidad. Hizo algo de tal
significación para la raza, que recién ahora estamos en condiciones de
comprenderlo. Tanto nos ocupamos de nuestra propia salvación individual y
nuestra esperanza de ganar el cielo, que las cosas realmente únicas que Cristo
efectuó, escaparon a nuestra observación. Sin duda siguió los pasos de muchos
hijos de Dios, que en su día y generación sirvieron, sufrieron y trajeron la
salvación al mundo; tampoco se duda que dio un ejemplo de lo que es una
humanidad perfecta, como el mundo jamás había visto antes. El más grande de los
anteriores hijos de Dios, Buda, después de incesante lucha, alcanzó la
iluminación, abrió la senda para la humanidad hasta y a través del portal de la
iniciación. Pero Cristo fue perfecto y aprendió la obediencia (¿nos atreveremos
a decir que Lo hizo en algún ciclo previo de vidas?) por medio del sufrimiento.
También es cierto que venció a la muerte y abrió los portales de la
inmortalidad a toda la humanidad. Pero desde los primeros albores de la
historia humana, los hombres siempre sufrieron mutuamente; repetidas veces,
unos aquí y otros allá, lograron la perfección y desaparecieron de la vista humana.
La chispa divina en el hombre, siempre lo ha hecho inmortal. Los hombres
siempre presintieron su divinidad y tendieron sus manos y sus corazones a Dios.
Los hijos del Padre nunca olvidaron el hogar del Padre, por mucho que se hayan
alejado. De igual modo, Dios siempre nos buscó y siglo tras siglo envió a Sus
mensajeros como personificación de Su recuerdo” (525)
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“La voluntad religiosa se está expresando ahora, no se dirige a la
teología ni a la formación de doctrinas, tampoco se ocupa de que se cumplan,
sino de amar y servir, olvidando al yo, dando lo máximo posible para ayudar al
mundo. Esta voluntad derriba todas las barreras y eleva a los hijos de los
hombres donde hay voluntad de ser ayudados. Es algo que se está organizando
lentamente en el mundo de hoy, cuya cualidad es la universalidad y su técnica
el servicio amoroso. Por todas partes los hombres responden al mismo impulso
espiritual interno, tal como aparece en el bello relato referente al Buda:
“En la creencia de que había alcanzado la última etapa de la
perfección, el Buda está dispuesto a abandonar la existencia en el espacio y
tiempo finito y a trocar todo el dolor y el sufrimiento por la bienaventuranza
universal y eterna.
“En ese momento, un mosquito zumbador fue atrapado por un murciélago
que pasaba.
“‘Detente’, pensó el iluminado, ‘el estado de perfección al que estoy
entrando es sólo la perfección de mí mismo, perfección excepcional, y mi
plenitud es única, entonces aún no soy un ser universal. Otros seres aún sufren
la imperfección, la existencia y la muerte resultante. La compasión se
despierta en mí cuando contemplo su sufrimiento’.
“‘He iluminado para ellos el camino de la vida hasta la perfección, en
verdad y en hecho, pero ¿podrán ellos hollar ese sendero sin mí’?
“‘Soñé la excepcional perfección
de mí mismo; la perfección de mi propio carácter y personalidad, es sólo
imperfección, mientras otro ser —un solo mosquito— sufra la imperfección de su
especie’.
“‘Ningún ser alcanzó la bienaventuranza solo; todos deben lograrla
juntos, y ésa debe ser la bienaventuranza adecuada a cada uno’. ¿Acaso no estoy
en todo otro ser, y todo otro ser no está acaso en mí?
“Con queda y tenue voz habla el Buda a cada ser, mediante su
inspiración, para que adquiera carácter interno; su aspiración hacia la
personalidad externa, transmuta perpetuamente este yo en el no-yo, cada
realidad depende de la otra, un eterno sendero de vida para hollar hacia la
perfección de cada uno y de Todos”.(*) (526)
(*) The Recovery of Truth, pág. 156
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(511) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 4 (pág.)
(512) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 4 (pág.)
(513) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 4 (pág.)
(514) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 4 (pág.)
(515) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 4 (pág.)
(516) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 4 (pág.)
(517) CAPITULO V. La Cuarta Iniciación... La Crucifixión. 4 (pág.)
(518) CAPITULO VI. La Quinta Iniciación... La Resurrección y la
Ascensión. (pág. 239)
(519) CAPITULO VI. La Quinta Iniciación... La Resurrección y la
Ascensión. (pág. 253)
(520) CAPITULO VI. La Quinta Iniciación... La Resurrección y la
Ascensión. (pág. 255)
(521) CAPITULO VII. Nuestra Meta Inmediata... La Fundación del Reino. 1
(pág. 260)
(522) CAPITULO VII. Nuestra Meta Inmediata... La Fundación del Reino. 1
(pág. 268)
(523) CAPITULO VII. Nuestra Meta Inmediata... La Fundación del Reino. 1
(pág. 274)
(524) CAPITULO VII. Nuestra Meta Inmediata... La Fundación del Reino. 1
(pág. 280)
(525) CAPITULO VII. Nuestra Meta Inmediata... La Fundación del Reino. 2
(pág.)
(526) CAPITULO VII. Nuestra Meta Inmediata... La Fundación del Reino. 2
(pág.)