Considerándola académica y técnicamente, la ciencia médica con su diagnóstico, cirugía y otras especialidades, está muy avanzada en la actualidad. El conocimiento del cuerpo humano y sus reacciones a las molestias y estímulos físicos tanto internos como externos es destacado. En uno de los aspectos más importantes la ciencia médica se ha visto hasta ahora inconscientemente muy limitada. Todavía no tiene conocimiento de la existencia del cuerpo etérico, que forma el marco intangible sobre el cual se construye el cuerpo físico, y por tanto desempeña un papel importante en la conservación de la salud. No es de extrañar que los médicos, a pesar de sus amplios conocimientos de los aspectos físicos, hayan estado en el pasado tantas veces intrigados en extremo por los inexplicables comportamientos de la enfermedad, y por las incontables reacciones de sus pacientes que sin razón lógica muestran una mejora o empeoramiento. Poco han comprendido que la causa subyacente real de muchas afecciones residía en la condición inarmónica del vehículo etérico.
El cuerpo etérico
Al convertirse la existencia del cuerpo etérico en un hecho aceptado ahora, la medicina se encuentra en el umbral de un enfoque totalmente nuevo de la enfermedad y su tratamiento. Sin embargo por ahora sólo existen unos pocos que reconocen plenamente el alcance de las implicaciones del denominado 'campo electromagnético', y de que constituye el pilar de toda existencia física, no sólo envolviendo sino también minuciosamente interpenetrando y soportando al cuerpo tangible. Tampoco se comprende que el cuerpo etérico individual no es sino un pequeño componente del sistema etérico global, con el cual está íntimamente asociado.
Sin embargo, los pioneros de este nuevo campo de investigación precisan más evidencia corroborativa, no sólo para fortalecer su propia convicción sino también para convencer al resto de la profesión médica del papel importante que desempeña este cuerpo sutil. Se debe reconocer que este envoltorio eléctrico no sólo sirve como conductor de todas las energías entrantes de fuentes exteriores sino también actúa como canal de distribución de las fuerzas que han sido generadas y trasmutadas dentro del complejo de la personalidad, y que son irradiadas al entorno.
La ciencia médica futura se centrará, por tanto, mayoritariamente en el estudio y mejor entendimiento del cuerpo etérico, y aún más en particular de los centros etéricos que contiene. Existe una estrecha relación entre los centros etéricos y el sistema endocrino. El resultado es que el endocrinólogo, cuando se haga consciente de la relación entre el vehículo etérico, el sistema endocrino y el flujo sanguíneo, obtendrá una percepción más clara de sus muchos problemas inexplicables del pasado.
En lo que se refiere a los aspectos puramente físicos, la ciencia médica está actualmente alcanzando los límites de lo que el hombre puede lograr. Pero afortunadamente los desenvolvimientos y logros no tienen fin, y nuevos panoramas maravillosos se están descubriendo para el sanador del futuro. Él se encuentra ahora a punto de avanzar hacia un nuevo terreno, que hasta ahora había permanecido en su mayor parte oculto a la ciencia. Con el advenimiento de mayor luz, iluminando todas las esferas de actividad humana, y con la creciente percepción del hombre, las esferas intangibles se le abrirán. Esto resultará ser de gran ayuda para la ciencia médica, permitiendo al médico dedicado y altruista acercarse al mundo de las causas.
Todos los esfuerzos de la ciencia médica se centran en la actualidad en prolongar la vida en la forma. Sin embargo, no está lejos el momento en que se comprenda que la vida de la forma es relativamente de importancia sólo secundaria. La actitud del hombre experimentará un cambio radical cuando se reconozca que el cuerpo físico no es sino un canal a través del cual el alma puede adquirir ciertas experiencias y es sólo su instrumento de expresión en el mundo material. La ciencia médica futura centrará, por tanto, sus esfuerzos en la prevención de la enfermedad, manteniendo así al instrumento sano y eficiente. Aún más, cuando la naturaleza haya terminado su ciclo, y cuando el alma haya cumplido su tarea para la cual se ha encarnado, demandará la liberación. Esta etapa deberá ser
reconocida por el sanador, y deberá saber apartarse, dejando a la naturaleza cumplir su propósito, sin intentar mantener artificialmente la vida en la forma.
La enfermedad denota un desequilibrio en las funciones combinadas del sistema humano. Con la excepción de las enfermedades sistémicas causadas por las guerras y accidentes, o por epidemias virulentas, cuyos orígenes son de una naturaleza planetaria y han sido inducidos por los defectos de la humanidad en conjunto, todos los trastornos físicos deben primero ser buscados en las influencias adversas que emanan de los centros etéricos. Estos puntos vitales focales de energía influencian la actividad de los 'nadis', aquellos diminutos enlaces entre lo subjetivo y lo material que subyacen al sistema nervioso, que a su vez afectan a las glándulas endocrinas y al flujo sanguíneo, todos juntos regulando el estado de salud del hombre.
Sanación del futuro
Una de las principales técnicas de sanación del futuro requerirá que el sanador estudie cómo dirigir las energías escogidas hacia los objetivos específicos. Él deberá así aprender a ganar cierta medida de control de los niveles etéricos, que le permitirá curar trastornos físicos influenciando la estructura etérica de apoyo. La sanación no debe por tanto ser básicamente de una naturaleza física. En la mayoría de casos la restitución psíquica resultará automáticamente en la recuperación física.
El verdadero sanador esotérico alcanzará el nivel donde se vuelva consciente del estado subjetivo de sus pacientes. A través de una creciente sensibilidad se vuelve sutilmente perceptivo a las necesidades y estados de su paciente. Cuando bajo tales circunstancias sus reacciones se vuelven automáticas e intuitivas, entonces serán más fiables. El sanador ideal no debe depender únicamente de sus atributos esotéricos o exotéricos. Básicamente deberá ser un médico cualificado convencional, con el conocimiento científico y técnico de la ciencia moderna a su disposición; pero simultáneamente también deberá ser un buen psicólogo, como también un sanador espiritual, sabiendo aprovecharse de las energías del mundo etérico.
Como las diversas aptitudes mencionadas arriba rara vez se reúnen en un sólo individuo, será por tanto aconsejable para sanadores de diferente inclinación y formación combinar sus esfuerzos de servicio, y colaborar en grupos en los cuales los sanadores físicos, psíquicos y mentales puedan aunar esfuerzos en beneficio del paciente. La meta será coordinar las siguientes funciones especializadas:
- El médico ortodoxo y académico, el endocrinólogo y el cirujano.
- Psicólogos, neurólogos y psiquiatras.
- Sanadores mentales de cualidades variadas – muchas veces clasificados como trabajadores del 'Nuevo Pensamiento'.
- Trabajadores esotéricos entrenados que se esfuerzan en alcanzar las almas de los hombres.
Se predice que llegará el momento en que habrá hospitales donde estas variadas fases del tratamiento médico serán ofrecidas en perfecta cooperación.
Cuando se consideran los Siete Rayos de Energía, tanto el Segundo como el Séptimo Rayo son 'Rayos sanadores' reconocidos; de estos dos es el Segundo Rayo el que desempeña el papel más eminente. Es por esta razón que los sanadores naturales serán como regla almas de Segundo Rayo, aunque el éxito de su trabajo dependerá en gran medida en su dedicación de capacitarse para este propósito. Es sólo con tal consagración que las aptitudes naturales serán llevadas a una efectiva expresión práctica.
Cada iniciado automáticamente se convierte en un sanador espiritual, porque está aprendiendo a dirigir las energías – el principio subyacente es que la 'energía sigue al pensamiento'. Cuanto más avanzado sea, menos se preocupará conscientemente de la complejidad de los centros, y la dirección de las energías y fuerzas; él las percibirá intuitivamente y aprenderá a llevar a cabo las funciones correctas automáticamente.
Aunque en las etapas iniciales puede faltar la pericia, se puede decir de todos modos que todo individuo que es estimulado por el impulso de servir, que ha alcanzado un control mental efectivo, y que es inspirado por un amor impersonal por su prójimo puede en su momento convertirse en un sanador. El trabajo productivo se intensificará uniéndose a un grupo sanador, ganando experiencia bajo la orientación de un líder calificado. Además el esfuerzo conjunto del grupo generará inevitablemente energías que serán considerablemente más potentes que aquellas disponibles a los trabajadores individuales.
El trabajo de un sanador en la Nueva Era será realmente mucho más sencillo que el del médico actual. Un atributo esencial del sanador es que esté provisto abundantemente de la Energía de Amor, que puede ser irradiada a sus pacientes. Las potentes cualidades curativas de la Energía de Amor muchas veces no son reconocidas, y por consiguiente son omitidas. El enfoque y contacto del sanador con el paciente deben por tanto ser en primer lugar a través del amor y la buena voluntad, que entonces actuarán como un canal para energías curativas complementarias.
El futuro sanador necesitará menos conocimiento detallado académico y técnico, pues sus aptitudes serán de una naturaleza más fundamental. Él estará interesado en las energías y sus puntos de distribución, los siete centros etéricos, y no tanto con los detalles físicos de los órganos enfermos. Sus funciones serán por tanto mayoritariamente intuitivas e inspiradas por el alma, más que el producto de la capacitación académica.
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