viernes, 11 de enero de 2019

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO (XXV) - Tratado de los Siete Rayos. VOL. 2 - Psicología Esotérica II (II)


Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XXIV)

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Como en otras ocasiones, para realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.

Cada fragmento viene precedido por el título del libro, capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.

Las conclusiones (cuando las haya) son personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos del Tibetano.

En la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.

Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.


Dani

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Tratado de los Siete Rayos. Vol. 2 - Psicología Esotérica II (1942)


“RENUNCIAR A LO ADQUIRIDO



“Éste es el tema básico de El Bhagavad Gita. En este tratado sobre el alma y su desarrollo, se enseña a "realizar la acción sin apegos", estableciendo así las bases para posteriores renunciamientos que pueden efectuarse sin dolor ni sentido de pérdida, porque se ha adquirido el poder, latente siempre en nosotros, de desprendernos de las posesiones adquiridas.



Esta ley actúa de diversas maneras y sólo es posible indicar algunas de las significaciones generales que contienen las principales lecciones que debe aprender todo discípulo.



Primero, el alma debe desprenderse de la personalidad. Durante épocas, ésta se ha identificado con el yo personal inferior y, por intervención del mismo, ha adquirido experiencia y mucho conocimiento. Llegará el momento en que ese medio "no será tan apreciado" por el alma, y se invertirán sus respectivas posiciones. El alma ya no se identifica con la personalidad, pero ésta se identifica con el alma y pierde su cualidad y posición separatista. Todo lo que ha adquirido en el transcurso de largos siglos de lucha y contienda, dolor y placer, desgracias y deseos satisfechos y todo lo que la rueda de la vida, girando incesantemente, ha puesto en posesión del alma, Todo debe ser abandonado. La vida del discípulo se convierte entonces en una serie de desprendimientos, hasta haber aprendido la lección del renunciamiento.



La secuencia consiste en lograr, primero, el desapasionamiento, luego, la discriminación y, finalmente, el desapego. Los discípulos deben meditar sobre estas tres palabras, si alguna vez quieren cosechar los frutos del sacrificio.



"Habiendo compenetrado los mundos con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco". Tal es el tema del esfuerzo del alma y tal es el espíritu que debe subsistir en todo trabajo creador. En este pensamiento reside la clave del símbolo de la Ley del Sacrificio -una cruz rosada con un pájaro que vuela sobre ella. Ésta es la cruz amada (el rosado es el color del afecto), y el pájaro (símbolo del alma) que vuela libre en tiempo y espacio.



Segundo, el alma también debe desprenderse, no sólo de su atadura y adquisiciones logradas por el contacto con el yo personal, sino definitivamente de su atadura con los otros yoes personales. Los discípulos tienen que aprender a conocer a las personas únicamente en el plano del alma, y aquí reside una dura lección para muchos discípulos. Pocos son los que se han preocupado de sí mismos y lograron el desapego personal y no les interesa el contacto con el yo personal inferior. Están aprendiendo a trascender todo eso, o lo habrán trascendido en cierta medida, pero su amor por los hijos, la familia, los amigos y los íntimos, es para ellos de suprema importancia, amor que los mantiene prisioneros en los mundos inferiores. No se han detenido a pensar que ese amor es primordialmente amor a las personalidades y sólo secundariamente amor por las almas. Contra esta roca, muchos discípulos se estrellan durante vidas, hasta que llega el momento en que por el dolor, el pesar y las constantes pérdidas de lo que más quieren, su amor entra en una faz nueva, superior y verdadera. Se elevan por encima de lo personal y vuelven a encontrar -después de las pérdidas y el sufrimiento- a quienes ahora aman como almas. Entonces se dan cuenta que en vez de perder han ganado, que sólo ha desaparecido lo ilusorio, efímero y falso, adquiriendo al Hombre verdadero que jamás volverán a perder.



Tal es el problema que frecuentemente deben enfrentar los padres que se hallan en el Sendero del Discipulado y aprenden, por intermedio de sus hijos, la lección que los liberará para recibir la iniciación. Retienen a sus hijos, y por ser esto contrario a la ley de la naturaleza, les ocasionan desastre. Éste es el máximo egoísmo. Sin embargo, si sólo pudieran saber y ver correctamente, se darían cuenta que para retener hay que desapegarse y para conservar hay que liberar. Tal es la ley.



Tercero, el alma debe también aprender a renunciar a los frutos, o a lo adquirido, sirviendo, y a servir sin apegarse a los resultados, a los medios, a las personas o a las alabanzas. Trataré esto más delante.



Cuarto, el alma debe también desprenderse del sentido de responsabilidad por lo que otros discípulos puedan hacer. Algunos ávidos servidores retienen a sus colaboradores y no quieren perder el dominio que ejercen sobre ellos y sus actividades en el plano externo. Éste es un error sutil que se oculta detrás de un sentido de virtuosa responsabilidad y adhesión a los principios, tal como lo concibe el individuo, y la acumulada experiencia del discípulo -que lógicamente es una experiencia incompleta. La relación que existe entre los discípulos es egoica y no personal. Es el vínculo del alma, no de la mente. Cada personalidad sigue su propio curso, debe hacerse cargo de sus propias responsabilidades, cumplir su propio dharma, y agotar su propio karma, la cual será responsable de sí misma ante su Señor y Maestro, el Alma. Y tendrá que responder. ¿ Esto en sí, infiere separación y soledad? Sí, en lo que a las actividades externas concierne. La única forma de llevar a cabo un trabajo unido consiste en que los servidores colaboren desde el punto de vista del vinculo subjetivo interno.



En esta época de la historia del mundo, de su periódica salvación de las condiciones que están destruyendo la actual civilización, es necesario que los aspirantes comprendan que la salvación debe llevarse a cabo bajo la Ley del Sacrificio y que sólo puede lograrse una relativa unidad externa en estos momentos. La mayoría de los servidores no poseen aún una visión suficientemente clara, como para trabajar con perfecta unidad de propósitos y objetivos, técnicas y métodos, o una completa comprensión y unicidad en el acercamiento. Esta fluida y perfecta colaboración reside todavía en el futuro. Es magníficamente posible establecer contacto y conexión internos basados en la comprensión de la unidad de propósitos y en el amor del alma y, para ello, todos los discípulos deben luchar y esforzarse. Debido a que predomina en esta época la mente separatista, no es posible en el plano externo llegar a un completo acuerdo sobre los detalles, métodos e interpretaciones de los principios. La colaboración y las relaciones internas deben ser establecidas y desarrolladas a pesar de las divergentes opiniones externas. Cuando el alma mantiene ese vínculo interno y los discípulos se desprenden del sentido de autoridad sobre los demás y de su responsabilidad por las actividades ajenas y, al mismo tiempo, contribuyen mutuamente en el Trabajo Uno, entonces las diferencias, las divergencias y los puntos d desacuerdo serán automáticamente superados. Existen actualmente tres reglas de importancia para los discípulos:



Primero, no deben permitirse las divergencias en las recíprocas relaciones internas, sino ha de permanecer intacta la integridad del grupo interno de servidores.



Segundo, cumplir con el deber y desempeñar cada uno su tarea, cargar con la propia responsabilidad y dejar que los condiscípulos hagan lo mismo, libres del impacto del pensamiento y de la crítica. Los caminos y los medios son muchos, y los puntos de vista varían en cada personalidad. El fundamento del trabajo es amor hacia todos los hombres y servicio a la raza, conservando al mismo tiempo un profundo amor interno hacia aquellos con quienes se está destinado a trabajar. Cada alma progresa en el camino de la luz por medio del servicio realizado, la experiencia adquirida, los errores cometidos y las lecciones aprendidas. Eso debe ser necesariamente personal e individual. Pero el trabajo es uno. El Sendero es uno. El amor es uno. La meta es una. Y éstos son los puntos más importantes.



Tercero, mantener siempre en el trabajo esa actitud mental que debe surgir de las dos reglas anteriores, seguidas fielmente. Los puntos de vista y la conciencia del discípulo le pertenecen y, por lo tanto, son para él correctos. Lo que le parece claro y de vital importancia no es, necesariamente, del mismo valor o de la misma importancia para sus hermanos. Aquello que para un discípulo puede ser un principio importante, otro más avanzado, con una mente más capaz, puede interpretarlo como aspecto de un principio mayor y una interpretación de un principio correcto y apropiado en determinado momento, pero susceptible de ser aplicado en distinta forma en otro momento y por otra mente. Bajo la Ley del Sacrificio estas tres reglas pueden interpretarse de la manera siguiente:



1. Abandonar o sacrificar la antigua tendencia a criticar y a inmiscuirse en el trabajo de otro y, así, conservar la integridad del grupo interno. Muchos planes para el servicio han sido desviados y muchos trabajadores han sido también obstaculizados por la crítica más que por cualquier otro factor.



2. Abandonar o sacrificar el sentido de responsabilidad por la acción de otros y, particularmente, de los discípulos. Traten de que la propia actividad se ajuste a la de ellos y, en la alegría de la lucha y por medio del servicio, las diferencias desaparecerán y se logrará el bien general.



3. Abandonar el orgullo mental que considera correctas y verdaderas sus modalidades e interpretaciones, y las de los demás, falsas y erróneas, lo cual conduce a la separación. Adhesión al camino de integración, el del alma, no el de la mente.



Estas palabras son severas, pero constituyen las reglas por las cuales los Instructores internos guían Sus actos y pensamientos, cuando trabajan juntos y con Sus discípulos. La integridad interna es lógicamente un hecho probado para ellos, pero no para los discípulos. Los Instructores internos consideran detestables las diferencias externas. Cada uno da libertad al otro para servir al Plan. Entrenan a Sus discípulos (sin distinción de grado) para servir libremente al Plan, porque el mejor trabajo se realiza cuando existe libertad y alegría más la fortaleza del amor interno- colaborador. Ellos buscan la sinceridad y la disposición a sacrificar lo menor cuando se percibe lo mayor. Están guiados por el espontáneo abandono de los ideales largamente sustentados, cuando se presentan otros mejores y más incluyentes. El sacrificio del orgullo y de la personalidad los impele a colaborar cuando comprenden la vastedad del trabajo y la urgencia de la necesidad. Es esencial que los discípulos aprendan a sacrificar lo no esencial, para que el trabajo pueda ir adelante. Aunque no sea bien comprendido, las variadas técnicas, métodos y procedimientos, son secundarios en comparación con la gran necesidad mundial. Hay innumerables modalidades y puntos de vista, experimentos y esfuerzos que fracasan o triunfan, y todos aparecen y desaparecen, pero la humanidad permanece. Todos evidencian la multiplicidad de pensamientos y experiencias, pero la meta permanece. Las diferencias existen siempre en la personalidad. Cuando esta Ley del Sacrificio rija la mente, conducirá inevitablemente a que los discípulos abandonen lo personal en bien de lo universal y del alma, que no conoce separación ni diferencia alguna. Entonces el orgullo, la perspectiva estrecha y miope, el placer de entrometerse (tan querido por muchas personas) y la incomprensión del móvil, no impedirán la mutua colaboración como discípulos, ni su servicio prestado al mundo.” (272)



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“El servicio generalmente se interpreta como algo muy deseable, pero raras veces se comprende cuán difícil es servir. Implica sacrificar tiempo, todo aquello que nos interesa y las propias ideas; requiere un trabajo excesivamente arduo, porque necesita un esfuerzo deliberado, sabiduría consciente y habilidad para trabajar sin apego. Estas cualidades no las logra fácilmente el aspirante común; sin embargo, la tendencia a servir es una actitud que posee hoy una vasta mayoría de personas en el mundo. Tal el éxito obtenido por el proceso evolutivo.



A menudo se considera que servir consiste en lograr que las personas adopten el punto de vista de aquel que sirve, porque para el seudo servidor es bueno, verdadero y útil y, lógicamente, creerá que será bueno, verdadero y útil para todos. Muchos creen que servir es darle algo al pobre, al afligido, al enfermo y al desgraciado, porque consideran que deben ayudarlos, sin comprender que esta ayuda se ofrece primordialmente porque se sienten incómodos ante las condiciones afligentes y, por lo tanto, deben esforzarse por mejorar tales condiciones a fin de sentirse nuevamente cómodos. Esta forma de prestar ayuda, alivia el propio malestar, aunque no logre liberar ni aliviar a los que sufren.



El servicio demuestra con frecuenta un temperamento preocupado o superactivo, o bien una disposición de autosatisfación que lleva a su poseedor a realizar ingentes esfuerzos para cambiar las condiciones y convertirlas en lo que él cree que deben ser, obligando así a las personas a estar de acuerdo con lo que el servidor cree que debe hacerse.



También el servicio puede surgir del deseo fanático de seguir los pasos del Cristo, el gran Hijo de Dios que "hizo el bien" y dio el ejemplo para que siguiéramos Sus pasos. Por lo tanto estas personas sirven por el sentido de obediencia y no por el sentimiento espontáneo de exteriorizarse hacia el necesitado. Allí no existe esa cualidad esencial de prestar servicio, y todo se reduce a tentativas. El servicio puede similarmente efectuarse por un profundo y arraigado deseo de alcanzar la perfección espiritual, considerada una de las facultades necesarias para el discipulado, y el que quiere llegar a ser un discípulo debe servir. Esta teoría es correcta, pero carece de la sustancia viviente del servicio. El ideal es correcto, verdadero y meritorio, pero el móvil que subyace en él es completamente erróneo. El servicio puede ser prestado porque está de moda y se ha convertido en una costumbre el estar ocupado haciéndolo de algún modo. La marea sube. Todo el mundo sirve activamente en sociedades de beneficencia, en empresas filantrópicas, en la Cruz Roja, en instituciones de elevación cultural y en la tarea de aliviar las malas condiciones del mundo. Servir está en boga. Servir da la sensación de poder, conquista amigos y es una forma de actividad grupal y, con frecuencia, beneficia mucho más al servidor (en el sentido mundano) que al servido.



Sin embargo, a pesar de los móviles erróneos y las falsas aspiraciones, se presta un constante y espontáneo servicio. La humanidad va hacia una correcta comprensión de lo que significa servir; cada vez responde más a esta nueva ley y está aprendiendo a reaccionar a la voluntad de esa gran Vida que se impone constantemente y anima a la constelación de Acuario, análogamente a como el Logos solar lo hace con nuestro sistema solar, y el Logos planetario con nuestro planeta Tierra.



En la actualidad el servicio es la principal idea que debe ser captada, porque (al captarla) nos abrimos ampliamente a las entrantes nuevas influencias. La Ley del Servicio es la expresión de la energía de una gran Vida que, en colaboración con "Aquel en Quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser", está sometiendo a la familia humana a ciertas influencias y corrientes de energía que producirán oportunamente tres cosas:



1. Despertarán el centro coronario de todos los aspirantes y discípulos.

2. Capacitarán a la humanidad, emocionalmente polarizada, a enfocarse en la mente en forma inteligente.

3. Transferirán la energía del plexo solar al corazón.



Este desarrollo que podríamos denominar "la conciencia del corazón" o el desarrollo del verdadero sentimiento, es el primer paso hacia la percepción grupal. Esta percepción e identificación con el aspecto sensorio de todos los grupos, es la cualidad que conduce a prestar servicio, el cual debe prestarse como lo hacen los Maestros, y el Cristo nos lo demostró en Galilea.” (273)


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(272) CAPITULO I. El Rayo del Ego. II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal. 1. La Ley del Sacrificio. c. Renunciar a lo Adquirido (pág. 91)
(273) CAPITULO I. El Rayo del Ego. II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal. 3. La Ley del Servicio (pág. 103)




(CONTINUACIÓN)

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