Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XXIV)
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Como en otras ocasiones, para
realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de
extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que
tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del
Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.
Cada fragmento viene precedido por el título del libro,
capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la
información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.
Las
conclusiones (cuando las haya) son
personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con
las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos
del Tibetano.
En
la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis
descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.
Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando
progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.
Dani
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Tratado de los Siete Rayos. Vol. 2 - Psicología Esotérica II (1942)
(272) CAPITULO
I. El Rayo del Ego. II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal. 1.
La Ley del Sacrificio. c. Renunciar a lo Adquirido (pág. 91)
“RENUNCIAR A LO ADQUIRIDO
“Éste es el tema básico de El
Bhagavad Gita. En este tratado sobre el alma y su desarrollo, se enseña a
"realizar la acción sin apegos", estableciendo así las bases para
posteriores renunciamientos que pueden efectuarse sin dolor ni sentido de pérdida,
porque se ha adquirido el poder, latente siempre en nosotros, de desprendernos
de las posesiones adquiridas.
Esta ley actúa de diversas
maneras y sólo es posible indicar algunas de las significaciones generales que
contienen las principales lecciones que debe aprender todo discípulo.
Primero, el alma debe
desprenderse de la personalidad. Durante épocas, ésta se ha identificado con el
yo personal inferior y, por intervención del mismo, ha adquirido experiencia y
mucho conocimiento. Llegará el momento en que ese medio "no será tan
apreciado" por el alma, y se invertirán sus respectivas posiciones. El
alma ya no se identifica con la personalidad, pero ésta se identifica con el
alma y pierde su cualidad y posición separatista. Todo lo que ha adquirido en
el transcurso de largos siglos de lucha y contienda, dolor y placer, desgracias
y deseos satisfechos y todo lo que la rueda de la vida, girando incesantemente,
ha puesto en posesión del alma, Todo debe ser abandonado. La vida del discípulo
se convierte entonces en una serie de desprendimientos, hasta haber aprendido
la lección del renunciamiento.
La secuencia consiste en lograr,
primero, el desapasionamiento, luego, la discriminación y, finalmente, el
desapego. Los discípulos deben meditar sobre estas tres palabras, si alguna vez
quieren cosechar los frutos del sacrificio.
"Habiendo compenetrado los
mundos con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco". Tal es el tema del
esfuerzo del alma y tal es el espíritu que debe subsistir en todo trabajo
creador. En este pensamiento reside la clave del símbolo de la Ley del
Sacrificio -una cruz rosada con un pájaro que vuela sobre ella. Ésta es la cruz
amada (el rosado es el color del afecto), y el pájaro (símbolo del alma) que
vuela libre en tiempo y espacio.
Segundo, el alma también debe
desprenderse, no sólo de su atadura y adquisiciones logradas por el contacto
con el yo personal, sino definitivamente de su atadura con los otros yoes
personales. Los discípulos tienen que aprender a conocer a las personas
únicamente en el plano del alma, y aquí reside una dura lección para muchos
discípulos. Pocos son los que se han preocupado de sí mismos y lograron el
desapego personal y no les interesa el contacto con el yo personal inferior.
Están aprendiendo a trascender todo eso, o lo habrán trascendido en cierta
medida, pero su amor por los hijos, la familia, los amigos y los íntimos, es
para ellos de suprema importancia, amor que los mantiene prisioneros en los
mundos inferiores. No se han detenido a pensar que ese amor es primordialmente
amor a las personalidades y sólo secundariamente amor por las almas. Contra
esta roca, muchos discípulos se estrellan durante vidas, hasta que llega el
momento en que por el dolor, el pesar y las constantes pérdidas de lo que más
quieren, su amor entra en una faz nueva, superior y verdadera. Se elevan por
encima de lo personal y vuelven a encontrar -después de las pérdidas y el
sufrimiento- a quienes ahora aman como almas. Entonces se dan cuenta que en vez
de perder han ganado, que sólo ha desaparecido lo ilusorio, efímero y falso,
adquiriendo al Hombre verdadero que jamás volverán a perder.
Tal es el problema que
frecuentemente deben enfrentar los padres que se hallan en el Sendero del
Discipulado y aprenden, por intermedio de sus hijos, la lección que los
liberará para recibir la iniciación. Retienen a sus hijos, y por ser esto
contrario a la ley de la naturaleza, les ocasionan desastre. Éste es el máximo
egoísmo. Sin embargo, si sólo pudieran saber y ver correctamente, se darían
cuenta que para retener hay que desapegarse y para conservar hay que liberar.
Tal es la ley.
Tercero, el alma debe también
aprender a renunciar a los frutos, o a lo adquirido, sirviendo, y a servir sin
apegarse a los resultados, a los medios, a las personas o a las alabanzas. Trataré
esto más delante.
Cuarto, el alma debe también
desprenderse del sentido de responsabilidad por lo que otros discípulos puedan
hacer. Algunos ávidos servidores retienen a sus colaboradores y no quieren
perder el dominio que ejercen sobre ellos y sus actividades en el plano
externo. Éste es un error sutil que se oculta detrás de un sentido de virtuosa
responsabilidad y adhesión a los principios, tal como lo concibe el individuo,
y la acumulada experiencia del discípulo -que lógicamente es una experiencia
incompleta. La relación que existe entre los discípulos es egoica y no
personal. Es el vínculo del alma, no de la mente. Cada personalidad sigue su
propio curso, debe hacerse cargo de sus propias responsabilidades, cumplir su
propio dharma, y agotar su propio karma, la cual será responsable de sí misma
ante su Señor y Maestro, el Alma. Y tendrá que responder. ¿ Esto en sí, infiere
separación y soledad? Sí, en lo que a las actividades externas concierne. La
única forma de llevar a cabo un trabajo unido consiste en que los servidores
colaboren desde el punto de vista del vinculo subjetivo interno.
En esta época de la historia del
mundo, de su periódica salvación de las condiciones que están destruyendo la
actual civilización, es necesario que los aspirantes comprendan que la
salvación debe llevarse a cabo bajo la Ley del Sacrificio y que sólo puede
lograrse una relativa unidad externa en estos momentos. La mayoría de los
servidores no poseen aún una visión suficientemente clara, como para trabajar
con perfecta unidad de propósitos y objetivos, técnicas y métodos, o una
completa comprensión y unicidad en el acercamiento. Esta fluida y perfecta
colaboración reside todavía en el futuro. Es magníficamente posible establecer
contacto y conexión internos basados en la comprensión de la unidad de
propósitos y en el amor del alma y, para ello, todos los discípulos deben
luchar y esforzarse. Debido a que predomina en esta época la mente separatista,
no es posible en el plano externo llegar a un completo acuerdo sobre los
detalles, métodos e interpretaciones de los principios. La colaboración y las
relaciones internas deben ser establecidas y desarrolladas a pesar de las
divergentes opiniones externas. Cuando el alma mantiene ese vínculo interno y
los discípulos se desprenden del sentido de autoridad sobre los demás y de su
responsabilidad por las actividades ajenas y, al mismo tiempo, contribuyen
mutuamente en el Trabajo Uno, entonces las diferencias, las divergencias y los
puntos d desacuerdo serán automáticamente superados. Existen actualmente tres
reglas de importancia para los discípulos:
Primero, no deben permitirse las
divergencias en las recíprocas relaciones internas, sino ha de permanecer
intacta la integridad del grupo interno de servidores.
Segundo, cumplir con el deber y
desempeñar cada uno su tarea, cargar con la propia responsabilidad y dejar que
los condiscípulos hagan lo mismo, libres del impacto del pensamiento y de la
crítica. Los caminos y los medios son muchos, y los puntos de vista varían en
cada personalidad. El fundamento del trabajo es amor hacia todos los hombres y
servicio a la raza, conservando al mismo tiempo un profundo amor interno hacia
aquellos con quienes se está destinado a trabajar. Cada alma progresa en el
camino de la luz por medio del servicio realizado, la experiencia adquirida,
los errores cometidos y las lecciones aprendidas. Eso debe ser necesariamente
personal e individual. Pero el trabajo es uno. El Sendero es uno. El amor es
uno. La meta es una. Y éstos son los puntos más importantes.
Tercero, mantener siempre en el
trabajo esa actitud mental que debe surgir de las dos reglas anteriores,
seguidas fielmente. Los puntos de vista y la conciencia del discípulo le
pertenecen y, por lo tanto, son para él correctos. Lo que le parece claro y de
vital importancia no es, necesariamente, del mismo valor o de la misma
importancia para sus hermanos. Aquello que para un discípulo puede ser un
principio importante, otro más avanzado, con una mente más capaz, puede
interpretarlo como aspecto de un principio mayor y una interpretación de un
principio correcto y apropiado en determinado momento, pero susceptible de ser
aplicado en distinta forma en otro momento y por otra mente. Bajo la Ley del
Sacrificio estas tres reglas pueden interpretarse de la manera siguiente:
1. Abandonar o sacrificar la
antigua tendencia a criticar y a inmiscuirse en el trabajo de otro y, así,
conservar la integridad del grupo interno. Muchos planes para el servicio han
sido desviados y muchos trabajadores han sido también obstaculizados por la
crítica más que por cualquier otro factor.
2. Abandonar o sacrificar el
sentido de responsabilidad por la acción de otros y, particularmente, de los
discípulos. Traten de que la propia actividad se ajuste a la de ellos y, en la
alegría de la lucha y por medio del servicio, las diferencias desaparecerán y
se logrará el bien general.
3. Abandonar el orgullo mental
que considera correctas y verdaderas sus modalidades e interpretaciones, y las
de los demás, falsas y erróneas, lo cual conduce a la separación. Adhesión al
camino de integración, el del alma, no el de la mente.
Estas palabras son severas, pero
constituyen las reglas por las cuales los Instructores internos guían Sus actos
y pensamientos, cuando trabajan juntos y con Sus discípulos. La integridad
interna es lógicamente un hecho probado para ellos, pero no para los
discípulos. Los Instructores internos consideran detestables las diferencias
externas. Cada uno da libertad al otro para servir al Plan. Entrenan a Sus
discípulos (sin distinción de grado) para servir libremente al Plan, porque el mejor
trabajo se realiza cuando existe libertad y alegría más la fortaleza del amor
interno- colaborador. Ellos buscan la sinceridad y la disposición a sacrificar
lo menor cuando se percibe lo mayor. Están guiados por el espontáneo abandono
de los ideales largamente sustentados, cuando se presentan otros mejores y más
incluyentes. El sacrificio del orgullo y de la personalidad los impele a
colaborar cuando comprenden la vastedad del trabajo y la urgencia de la
necesidad. Es esencial que los discípulos aprendan a sacrificar lo no esencial,
para que el trabajo pueda ir adelante. Aunque no sea bien comprendido, las
variadas técnicas, métodos y procedimientos, son secundarios en comparación con
la gran necesidad mundial. Hay innumerables modalidades y puntos de vista,
experimentos y esfuerzos que fracasan o triunfan, y todos aparecen y
desaparecen, pero la humanidad permanece. Todos evidencian la multiplicidad de
pensamientos y experiencias, pero la meta permanece. Las diferencias existen
siempre en la personalidad. Cuando esta Ley del Sacrificio rija la mente,
conducirá inevitablemente a que los discípulos abandonen lo personal en bien de
lo universal y del alma, que no conoce separación ni diferencia alguna.
Entonces el orgullo, la perspectiva estrecha y miope, el placer de entrometerse
(tan querido por muchas personas) y la incomprensión del móvil, no impedirán la
mutua colaboración como discípulos, ni su servicio prestado al mundo.” (272)
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“El servicio generalmente se
interpreta como algo muy deseable, pero raras veces se comprende cuán difícil
es servir. Implica sacrificar tiempo, todo aquello que nos interesa y las
propias ideas; requiere un trabajo excesivamente arduo, porque necesita un
esfuerzo deliberado, sabiduría consciente y habilidad para trabajar sin apego.
Estas cualidades no las logra fácilmente el aspirante común; sin embargo, la
tendencia a servir es una actitud que posee hoy una vasta mayoría de personas
en el mundo. Tal el éxito obtenido por el proceso evolutivo.
A menudo se considera que servir
consiste en lograr que las personas adopten el punto de vista de aquel que
sirve, porque para el seudo servidor es bueno, verdadero y útil y, lógicamente,
creerá que será bueno, verdadero y útil para todos. Muchos creen que servir es
darle algo al pobre, al afligido, al enfermo y al desgraciado, porque
consideran que deben ayudarlos, sin comprender que esta ayuda se ofrece
primordialmente porque se sienten incómodos ante las condiciones afligentes y,
por lo tanto, deben esforzarse por mejorar tales condiciones a fin de sentirse
nuevamente cómodos. Esta forma de prestar ayuda, alivia el propio malestar,
aunque no logre liberar ni aliviar a los que sufren.
El servicio demuestra con
frecuenta un temperamento preocupado o superactivo, o bien una disposición de
autosatisfación que lleva a su poseedor a realizar ingentes esfuerzos para
cambiar las condiciones y convertirlas en lo que él cree que deben ser,
obligando así a las personas a estar de acuerdo con lo que el servidor cree que
debe hacerse.
También el servicio puede surgir
del deseo fanático de seguir los pasos del Cristo, el gran Hijo de Dios que
"hizo el bien" y dio el ejemplo para que siguiéramos Sus pasos. Por
lo tanto estas personas sirven por el sentido de obediencia y no por el
sentimiento espontáneo de exteriorizarse hacia el necesitado. Allí no existe
esa cualidad esencial de prestar servicio, y todo se reduce a tentativas. El
servicio puede similarmente efectuarse por un profundo y arraigado deseo de
alcanzar la perfección espiritual, considerada una de las facultades necesarias
para el discipulado, y el que quiere llegar a ser un discípulo debe servir.
Esta teoría es correcta, pero carece de la sustancia viviente del servicio. El
ideal es correcto, verdadero y meritorio, pero el móvil que subyace en él es
completamente erróneo. El servicio puede ser prestado porque está de moda y se
ha convertido en una costumbre el estar ocupado haciéndolo de algún modo. La
marea sube. Todo el mundo sirve activamente en sociedades de beneficencia, en empresas
filantrópicas, en la Cruz Roja, en instituciones de elevación cultural y en la
tarea de aliviar las malas condiciones del mundo. Servir está en boga. Servir
da la sensación de poder, conquista amigos y es una forma de actividad grupal
y, con frecuencia, beneficia mucho más al servidor (en el sentido mundano) que
al servido.
Sin embargo, a pesar de los
móviles erróneos y las falsas aspiraciones, se presta un constante y espontáneo
servicio. La humanidad va hacia una correcta comprensión de lo que significa
servir; cada vez responde más a esta nueva ley y está aprendiendo a reaccionar
a la voluntad de esa gran Vida que se impone constantemente y anima a la
constelación de Acuario, análogamente a como el Logos solar lo hace con nuestro
sistema solar, y el Logos planetario con nuestro planeta Tierra.
En la actualidad el servicio es
la principal idea que debe ser captada, porque (al captarla) nos abrimos
ampliamente a las entrantes nuevas influencias. La Ley del Servicio es la
expresión de la energía de una gran Vida que, en colaboración con "Aquel
en Quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser", está sometiendo a la
familia humana a ciertas influencias y corrientes de energía que producirán
oportunamente tres cosas:
1. Despertarán el centro coronario
de todos los aspirantes y discípulos.
2. Capacitarán a la humanidad,
emocionalmente polarizada, a enfocarse en la mente en forma inteligente.
3. Transferirán la energía del
plexo solar al corazón.
Este desarrollo que podríamos
denominar "la conciencia del corazón" o el desarrollo del verdadero
sentimiento, es el primer paso hacia la percepción grupal. Esta percepción e
identificación con el aspecto sensorio de todos los grupos, es la cualidad que
conduce a prestar servicio, el cual debe prestarse como lo hacen los Maestros,
y el Cristo nos lo demostró en Galilea.” (273)
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(273) CAPITULO
I. El Rayo del Ego. II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal. 3.
La Ley del Servicio (pág. 103)
(CONTINUACIÓN)
(CONTINUACIÓN)
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