viernes, 31 de mayo de 2019

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO (XXXV) - Tratado de los Siete Rayos. VOL. 4 - Curación Esotérica (II)



Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XXXIV)

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Como en otras ocasiones, para realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.

Cada fragmento viene precedido por el título del libro, capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.

Las conclusiones (cuando las haya) son personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos del Tibetano.

En la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.

Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.


Dani

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Tratado de los Siete Rayos. Vol. 4 - CuraciónEsotérica (1953) 

“…Amarguras, disgustos, odios y un sentido de frustración pueden producir, y lo hacen, muchas de las prevalecientes condiciones tóxicas y un estado de intoxicación general y mala salud de que mucha gente habitualmente sufre. Su visión es más grande que sus realizaciones y esto causa sufrimiento emocional. La curación de esto reside en la sencilla palabra aceptación. No es un estado negativo de asentimiento a una sumisa vida inactiva, sino una positiva aceptación (en pensamiento y expresión prácticas) de una condición que parece, en el momento inevitable, lo cual conduce a evitar toda pérdida de tiempo al tratar de realizar lo imposible y a efectuar el correcto esfuerzo para llevar a cabo lo que es posible.” (354)

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“…El aspecto amor, se manifiesta a través del corazón, el sistema circulatorio y el sistema nervioso. Por muchas causas es muy importante que se comprenda esto, pues controla predominantemente el cuerpo etérico y su asimilación de prana o vitalidad. Este prana actúa por medio de la sangre y los nervios, pues la fuerza de la vida utiliza la corriente sanguínea, y la fuerza síquica actúa a través del sistema nervioso. Ambos sectores del organismo humano causan la mayor parte de las dolencias en la actualidad y las causarán en mayor medida en el futuro. La raza aprende por medio del sufrimiento, y sólo la extrema necesidad impulsa al hombre a buscar una solución y alivio.” (355)

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“…se observará que las enfermedades principales que sufre el discípulo (que son excepcionales y limitadas principalmente a la humanidad avanzada) pueden ser ocasionadas por la sobrestimulación o afluencia de energía a un centro determinado, produciendo excesiva perturbación en esa zona.” (356)

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“… La sangre es la vida, y el libre intercambio, la libre participación, la libre circulación de todo lo que se requiere para un correcto vivir humano, caracterizará al mundo futuro. Estas condiciones no existen, el cuerpo de la humanidad está enfermo y su vida interna desorganizada. En vez de la libre circulación del aspecto vida en todas partes, ha existido separación, congestión, estancamiento y canales obstruidos. Ha sido necesaria la terrible crisis actual para que la humanidad perciba esta condición enfermiza, la enorme extensión del mal y descubra que las enfermedades de la “sangre de la humanidad” (simbólicamente entendida) son tan graves que se requieren las más drásticas medidas -dolor, agonía, desesperación y terror- para lograr su curación.” (357)

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“Las enfermedades del sistema nervioso producidas por la afluencia de energía a todas las partes del cuerpo, ya sea dirigida por la personalidad, algún aspecto del yo inferior personal, o por el alma, vía el cerebro, son muchas, y se agudizan a medida que el discípulo se acerca a la iniciación o se convierte en un iniciado. Al margen de los males psicológicos que esto produce, existen otras numerosas condiciones, debidas a esta afluencia de fuerza. El discípulo, por ejemplo, llega a estar excesivamente estimulado y por consiguiente superactivo; sufre un desequilibrio y con esto no me refiero al desequilibrio mental (aunque puede ocurrir) sino al superdesarrollo e hiperexpresión de alguna parte de su naturaleza. Puede llegar a estar exageradamente superorganizado por medio de algún centro hiperactivo, o suborganizado e inactivo. Por lo tanto está sujeto al desequilibrio del sistema glandular, con todas las dificultades derivadas. La sobrestimulación o el subdesarrollo, en lo que concierne a los centros, generalmente afecta a las glándulas, y éstas a su vez producen las dificultades del carácter, que lógicamente también traen problemas ambientales, así como impedimentos de la personalidad.” (358)

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“LEY V

No existe nada más que energía, porque Dios es Vida. En el hombre se unen dos energías, pero hay otras cinco presentes. Para cada una se ha de encontrar un punto central de contacto. El conflicto de esas energías con las fuerzas, y de las fuerzas entre sí, producen los males corporales del hombre. El conflicto entre las primeras y las segundas persiste durante edades, hasta llegar a la cima de la montaña, la primera gran cima. La lucha entre las fuerzas produce todas las enfermedades, dolencias y dolores corporales que buscan la liberación en la muerte. Las dos, las cinco y también las siete, además de aquello que ellas producen, poseen el secreto. Ésta es la quinta Ley de Curación en el mundo de la forma.

Esta Ley comprende ciertas afirmaciones básicas clasificadas de la manera siguiente:

1. Vivimos en un mundo de energías y somos parte constituyente de ellas.

2. El vehículo físico es una fusión de dos energías y siete fuerzas,

3. La primer energía es la del alma o energía egoica. Es la que produce el conflicto cuando la energía del alma trata de controlar las fuerzas.

4. La segunda energía es la de la triple personalidad -el rayo de la personalidad se resiste a la energía superior.

5. Las fuerzas son las otras energías o potencias de rayo que controlan los siete centros, siendo dominadas por la energía de la personalidad o la del alma.

6. Por lo tanto, dos conflictos tienen lugar entre las dos principales energías y también entre otras energías, enfocadas a través de los siete rayos.

7. La interacción de estas energías produce buena o mala salud.” (359)

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“El objetivo que tiene ante sí el aspirante, o discípulo en probación consiste en transferir las fuerzas desde los centros ubicados abajo del diafragma, por intermedio del centro plexo solar, a los centros ubicados arriba del diafragma. La energía de la base de la columna vertebral debe ser transferida a la cabeza; la energía del centro sacro debe ser elevada a la garganta, mientras que la energía del plexo solar debe ser transferida al corazón. Esto se hace en respuesta a la “atracción” magnética del rayo del alma cuando comienza a dominar al rayo de la personalidad. Este proceso es largo y doloroso, abarcando muchas vidas y acarreando, como resultado, muchos males físicos.” (360)
           
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“Gran parte del malestar que siente la humanidad en los diferentes cuerpos, puede ser atribuido a este constante movimiento de los centros y a la continua afluencia de energías; la incapacidad de los centros para desarrollarse o responder, produce, en muchos casos, enfermedades y dificultades; en otros, su desenvolvimiento desequilibrado, desarrollo retardado y falta de respuesta, crea problemas, y aún en otros su desenvolvimiento prematuro e hiperactividad acarrea peligros; la causa de tantas dificultades reside en que el mecanismo físico no está a la altura del desarrollo interno. Así se podrá apreciar nuevamente la complejidad del tema. La etapa teórica es muy sencilla, excepto cuando se ponen en movimiento fuerzas que oportunamente conducen a dificultades. La etapa de reacción a la respuesta y de adaptación a la teoría también establece un ciclo de gran dificultad y complejidad, porque conduce a un ciclo de experimento y experiencia durante el cual el discípulo sufre mucho y aprende. Luego, a medida que va adquiriendo experiencia, sobreviene la etapa de expresión espiritual, y tiene lugar la anulación de los peligros, librándose de las dificultades y enfermedades. Así se restablece la simplicidad.” (361)

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“…la trasferencia de energías de los cinco centros, a lo largo de la columna vertebral a los centros de la cabeza, acarreará sus propios problemas. La estimulación del centro ajna por el enfoque de estas energías puede conducir a desastrosos problemas psicológicos. Un hombre puede convertirse temporariamente en un maniático egocéntrico (todo es temporario en la larga vida del alma) y llegar a ser un monstruo humano como Hitler y otros de su misma calaña, aunque en menor grado; también puede sufrir violentos ataques epilépticos o afectarle la vista y quedar ciego. Todos estos puntos merecen una cuidadosa reflexión.” (362)

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“En consecuencia deberá tenerse en cuenta que los cuerpos físicos que ahora ocupa la humanidad están construidos de sustancia muy antigua, la cual se halla contaminada o condicionada por la historia del pasado. A este concepto debemos agregar otros dos: Primero, esas almas que encarnan, atraen hacia sí el tipo de materia con la cual deben construir sus envolturas externas que responderán a algún aspecto de su naturaleza más sutil; por ejemplo, si las condiciona el deseo físico, la materia de su vehículo físico responderá en gran parte a este anhelo particular. Segundo, cada cuerpo físico lleva en sí la simiente de una inevitable retribución, si se abusa de sus funciones. El gran pecado original en tiempos de lemuria fue de naturaleza sexual, y no sólo se debía a las innatas tendencias sino a la extraordinariamente densa población de su civilización y a la estrecha relación con el reino animal. En esa época originaron las enfermedades sifilíticas.

Los ignorantes piensan ingenuamente que las razas primitivas están libres de ese tipo de contaminación y que muchas enfermedades sexuales y sus resultados, son preponderantemente enfermedades de la civilización. Esto no es así desde el punto de vista ocultista. El verdadero conocimiento comprueba ser lo contrario. En la infancia de la raza se produjeron erróneos apareamientos, promiscuidad y una serie de perversiones; de acuerdo a las palabras de algunos de los más antiguos libros, que existen en los Archivos de los Maestros, leemos: “La tierra cobró su tributo y la tierra lo hizo con la tierra, contaminada e impura, volviendo a la tierra; entonces la vida pecaminosa penetró en la prístina pureza de la antigua madre. En lo más profundo del suelo se halla el mal, emergiendo a la forma de vez en cuando; sólo el fuego y el sufrimiento pueden purificar el mal que la madre ha trasmitido a sus hijos”.” (363)

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“En el trascurso de las épocas la humanidad entró en la etapa atlante de desarrollo. El control consciente del cuerpo físico quedó bajo el umbral de la conciencia; el cuerpo etérico se hizo en consecuencia más poderoso (un hecho que frecuentemente no es considerado) y el cuerpo físico como un autómata reaccionó acrecentadamente a la impresión y orientación impuestas por la naturaleza deseo en constante desarrollo. El deseo se trasformó en algo más que una simple respuesta al impulso físico animal y a los instintos primitivos; se dirigió hacia objetos y objetivos extraños al cuerpo, hacia las posesiones materiales y aquello que (al ser visto y codiciado) podría poseer. Así como los principales pecados de la época lemuria (si se los puede llamar pecados en su verdadero sentido, teniendo en cuenta la poca inteligencia de la raza) se cometían por el abuso del sexo, análogamente el mayor pecado de los atlantes fue el latrocinio, muy difundido y general. Los gérmenes de la agresión y la adquisición personal comenzaron a manifestarse, culminando en la gran guerra (relatada en La Doctrina Secreta) entre los Señores de la Faz Luminosa y los Señores de la Faz Oscura. Para apoderarse de lo que codiciaban y creían necesario, los más evolucionados de esa raza comenzaron a practicar magia. Me resulta imposible delinear la naturaleza y las prácticas de la magia de los atlantes, ejerciendo control sobre los elementales y las formas de vida que ahora han sido obligadas a retroceder a su guarida, y son inaccesibles a la humanidad; tampoco puedo indicar los métodos especiales empleados para adquirir lo deseado, las palabras de poder pronunciadas y los rituales cuidadosamente planeados, seguidos por quienes buscaron enriquecerse y posesionarse de lo que deseaban, sin tener en cuenta a costa de quién lo hacían. Este trabajo mágico constituía la parodia de la magia blanca tan abiertamente utilizada en esos días, antes de la gran guerra, entre las Fuerzas de la Luz y las Fuerzas del Mal. La correcta magia era muy conocida por el pueblo atlante y utilizada por los Miembros de la Jerarquía, a quienes se les había confiado la orientación de la raza, y Ellos combatían el desenfrenado mal en las esferas superiores. Este mismo mal, nuevamente en son de guerra, está siendo combatido por los hombres de buena voluntad bajo la dirección de la Gran Logia Blanca. El colmo del lujo fue alcanzado en la Atlántida, de la cual nuestra jactanciosa civilización nada sabe ni nunca ha igualado. Algunos tenues indicios de ello nos han llegado de las leyendas del antiguo Egipto, de los descubrimientos arqueológicos y de los viejos cuentos de hadas. Se produjo un resurgimiento de la maldad y agravios puramente atlantes en los días de la decadencia del Imperio Romano. La vida fue mancillada por la miasma del egoísmo más abyecto, y las fuentes mismas de la vida fueron contaminadas. El hombre vivía y respiraba únicamente para poseer el máximo lujo y la mayor cantidad de cosas y bienes materiales. Fueron sofocados por el deseo y acicateados por la idea de no morir nunca, vivir eternamente y adquirir todas las cosas que deseaban.

Tuberculosis.

En la situación anteriormente mencionada hallamos el origen de la tuberculosis. Originó en los órganos que el hombre posee para respirar y vivir y fue impuesta como castigo por la Gran Logia Blanca; los Maestros promulgaron una nueva ley para el pueblo atlante cuando los vicios de lemuria y la codicia atlante llegaron al grado más despiadado. Esta ley puede ser traducida en los siguientes términos: “Quien sólo vive para los bienes materiales, quien sacrifica toda virtud con el fin de adquirir lo imperdurable, morirá en vida, encontrará que le falta el aliento y, sin embargo, rehusará pensar en la muerte hasta que le llegue el llamado.”

Resulta difícil en estos días apreciar o comprender el estado de conciencia de los atlantes. No existían procesos mentales, excepto entre los conductores de la raza; únicamente prevalecían los despiadados e insaciables deseos. Esta acción de la Gran Logia Blanca obligó la imposición de dos premisas y enfrentó a la raza con dos problemas hasta entonces incomprendidos. El primero fue que las actitudes psicológicas y los estados de conciencia pueden traer y traen condiciones fisiológicas, buenas y malas. El segundo, que por primera vez los pueblos debían reconocer el fenómeno de la muerte -muerte que ellos mismos produjeron en forma nueva y no únicamente por medios físicos. Esto tuvo que ser dramatizado en forma definidamente objetiva, porque aún las masas no respondían a la enseñanza verbal sino sólo a los eventos visuales. Cuando vieron que una persona particularmente inclinada al robo comenzaba a sufrir una horrenda enfermedad que parecía surgir de dentro de sí mismo y –mientras sufría- mantenía su amor por la vida (como lo hacen hoy los tuberculosos), enfrentaron otro aspecto o forma de la ley original (impuesta en tiempos de lemuria) que decía: “El alma que peca, morirá”. La muerte hasta entonces había sido aceptada sin protesta alguna, como el destino de todas las cosas vivientes, pero desde ese momento, por primera vez, la relación mental entre la acción individual y la muerte fue reconocida -aunque todavía en forma tenue y débil- y la conciencia humana dio un gran paso adelante. El instinto no pudo manejar esta situación.

La muerte es una grande y universal herencia; todas las formas mueren, porque esa es ley de la vida, hablando paradójicamente. Ha llegado el momento de enseñar a la raza que la muerte puede ser el fin de un ciclo y una automática respuesta a la Gran Ley de los Ciclos, que continuamente instituye lo nuevo y destruye lo viejo, o puede producirse por el abuso del cuerpo físico, por la mala aplicación de la energía y por la deliberada acción del hombre mismo. El hombre que deliberadamente peca y psicológicamente se equivoca en sus actitudes y consiguientes acciones, comete un suicidio, como el hombre que premeditadamente se hace volar los sesos. Pocas veces esto es comprendido, pero la verdad se irá haciendo cada vez más evidente.

Un mandato bíblico nos recuerda que los pecados de los padres se extenderán a los hijos, afirmación literal acerca de las enfermedades que la humanidad ha heredado de la raza lemuria y atlante. La sífilis y la tuberculosis han prevalecido ampliamente durante la primera mitad de la raza aria, en la cual nos hallamos, y hoy no sólo afectan a los órganos de la procreación o a los pulmones (tal como sucedió en las primeras etapas de su aparición), sino que han involucrado ahora la corriente sanguínea y en consecuencia todo el organismo humano.

Mucho se ha hecho durante los últimos cincuenta años para controlar la gran enfermedad atlante de la tuberculosis, por medio de una vida sencilla, alimentos sanos y abundantes y aire puro. Mucho se esta haciendo para controlar, finalmente, las enfermedades sifilíticas, y ambas serán eventualmente extirpadas, no sólo por el tratamiento sano y los descubrimientos de las ciencias médicas, sino porque la raza -a medida que se polariza más mentalmente- podrá encarar el problema desde el ángulo del sentido común, y decidirá que el pecado físico exige un castigo demasiado severo y que no vale la pena poseer lo que no se ha merecido ni se ha necesitado y en consecuencia no le pertenece.” (364)


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(354) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Tres. 3. Causas que se Inician en el Cuerpo Mental. B. Fanatismo Mental. El Dominio de las Formas Mentales. (pág. 76)
(355) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 3. Causas que se Inician en el Cuerpo Mental. Tres Leyes Mayores para la Salud. (pág. 86)
(356) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 4. Enfermedades Originadas en la Vida del Discipulado. A. Enfermedades de los místicos. (pág. 94)
(357) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 4. Enfermedades Originadas en la Vida del Discipulado. B. Enfermedades de los Discípulos. 1. Los Problemas Específicos de los Discípulos. (pág. 102)
(358) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 4. Enfermedades Originadas en la Vida del Discipulado. B. Enfermedades de los Discípulos. 1. Los Problemas Específicos de los Discípulos. (pág. 103)
(359) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 4. Enfermedades Originadas en la Vida del Discipulado. B. Enfermedades de los Discípulos. 2. Dificultades Incidentales al Contacto con el Alma. (pág. 108)
(360) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 4. Enfermedades Originadas en la Vida del Discipulado. B. Enfermedades de los Discípulos. 2. Dificultades Incidentales al Contacto con el Alma. (pág. 109)
(361) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 4. Enfermedades Originadas en la Vida del Discipulado. Los Siete Centros Principales. (pág. 127)
(362) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Primero. Las Causas Psicológicas de las Enfermedades. Ley III. Regla Cuatro. 4. Enfermedades Originadas en la Vida del Discipulado. Los Siete Centros Mayores (continuación). (pág. 136)
(363) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Segundo. Causas que Emanan de la Vida Grupal. Ley VII. Regla Cinco. 1. Enfermedades de la Humanidad, Heredadas del Pasado (pág. 173)
(364) PRIMERA PARTE. Las Causas Fundamentales de las Enfermedades. Capítulo Segundo. Causas que Emanan de la Vida Grupal. Ley VII. Regla Cinco. 1. Enfermedades de la Humanidad, Heredadas del Pasado. A. Enfermedades venéreas y sifilíticas. (pág. 176)

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