Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XXVII)
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Como en otras ocasiones, para
realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de
extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que
tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del
Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.
Cada fragmento viene precedido por el título del libro,
capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la
información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.
Las
conclusiones (cuando las haya) son
personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con
las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos
del Tibetano.
En
la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis
descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.
Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando
progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.
Dani
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Tratado de los Siete Rayos. Vol. 2 - Psicología Esotérica II (1942)
“Se dice que transcurre mucho tiempo entre la primera iniciación y la
segunda (donde culmina la Crisis de Apropiación en el sendero ascendente). Hay
aquí también una analogía de los primitivos acontecimientos, pues ha
transcurrido mucho tiempo desde que tuvo lugar la individualización,
técnicamente entendida, que fue el primer gran acercamiento del alma ocurrido
en días de Lemuria o en crisis anteriores en el planeta muerto, la Luna. Así
como la forma del hombre animal tuvo que alcanzar cierto grado de desarrollo,
también la forma humana tiene que alcanzar hoy el nivel de integración de la
personalidad antes de que pueda repetir conscientemente el Acercamiento de Apropiación.
Luego tiene lugar en la vida del aspirante un período en el que pasa
del sendero de probación al del discipulado, resultado de la actividad que, en
la vida de la personalidad individual, es el reflejo del Acercamiento de
Aceptación, que se produce en el campo de batalla del plano astral. Allí el
discípulo acepta conscientemente, el inevitable proceso de transmutación que
debe efectuarse antes de que la personalidad pueda llegar a ser un instrumento
apto para el alma. Permanece entre los pares de opuestos, aprendiendo el
secreto de la dualidad y fijo en el punto medio, como Arjuna, busca el camino
de salida, y eventualmente acepta la tarea que tiene por delante. Ésta es la
etapa de sumisión, a la cual todo discípulo se somete.
Mediante la aceptación, el aspecto astral de la personalidad se pone en
línea con el propósito divino del alma que mora internamente, lo cual no es una
débil y negativa sumisión ni una penosa y afable aceptación de la así
denominada Voluntad de Dios, sino la positiva y dinámica posición o actitud, en
el campo de batalla de la vida. Esta actitud reconoce, correctamente, como hizo
Arjuna, las exigencias de los dos ejércitos (el del Señor y el de la
Personalidad) y mientras acepta la realidad del caso, el discípulo permanece
firme y lucha lo mejor que puede por obtener el privilegio de la comprensión y
la actitud correcta. Así como el alma en días lejanos accedió y dio el “toque
de aceptación” a la obligación asumida, cuando tuvo lugar el acercamiento de
apropiación, y las demandas de la personalidad al alma se hicieron cada vez más
definidas, ahora la personalidad invierte el proceso y reconoce las demandas
del alma. Esto marca, como puede verse, una etapa bien definida en la vida del
aspirante, producida por el desdichado sentido de dualidad, causa del malestar
y el sufrimiento en la vida de todo discípulo.” (282)
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“Se observará también que los rayos que rigen a la mente incluyen a un
rayo que vincula la naturaleza mental con el rayo del sistema solar, el rayo
cósmico del amor. Este rayo vinculador es el cuarto Rayo de Armonía, que
significa también Armonía a través del Conflicto, rayo muy importante, porque
nos da la clave del problema del dolor y del sufrimiento.” (283)
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“Por lo tanto, el problema del aspirante de sexto rayo es liberarse de
la esclavitud de la forma (aunque no de ella) y permanecer tranquilamente en el
centro, así como el discípulo de tercer rayo debe aprender a hacerlo,
aprendiendo a obtener amplitud de visión y un correcto sentido de proporción.
Siempre carece de estas dos cualidades, hasta que llega el momento en que se
afirma y se alinea con las visiones, las formas verdaderas y los sueños de la
realidad y descubre que detrás de todas ellas se hallan Dios y sus semejantes.
Sólo entonces se puede confiar en que trabajará con el Plan.
El alineamiento producido por este “modo pacífico de estar quieto”
provoca lógicamente una crisis y es muy difícil que el aspirante la resuelva.
Durante esta crisis le parece que ha sido desposeído de todo incentivo, móvil,
sensación, estima de los demás y hasta del propósito de la vida. El concepto de
“mi verdad, mi maestro, mi idea, mi modo”, lo abandona y no tiene con que
reemplazarlo. Por pertenecer al sexto rayo y estar, por lo tanto, vinculado al
mundo de la vida síquica astral, el sexto plano, es peculiarmente sensible a
sus propias reacciones y a las ideas de otros, en lo que a él y a sus verdades
concierne. Se siente tonto y cree que los demás piensan que lo es. La crisis es
por lo tanto grave, porque tiene que lograr un completo reajuste del Yo con el
yo. Su fanatismo, devoción, su manera frenética de impulsarse a si mismo y a
los demás, sus esfuerzos perdidos y su falta de comprensión del punto de vista
que sostienen otros han desaparecido, pero todavía nada los ha reemplazado. Lo
embarga el sentido de futilidad y el mundo oscila bajo sus pies. Entonces debe
permanecer quieto en el centro, fijar los ojos en el alma y cesar toda
actividad durante un breve período de tiempo, hasta que irrumpa la luz.
Es interesante observar que cuando el Maestro Jesús estaba en la cruz
experimentó (en una vuelta de la espiral mucho más elevada de lo que le es
posible al discípulo) la máxima culminación de dicha crisis, aunque en Su caso
-por estar sintonizado con Dios y con todos los hijos de Dios- tuvo que sufrir
todos los padecimientos de los discípulos del mundo y toda la agonía que
implica la percepción astral del sufrimiento expresado en las agonizantes
palabras “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”.
Pero al encarar la futilidad y al enfrentarse a sí mismo se entregó a
la vida que está en el centro, y allí se mantuvo equilibrado y quieto y, aunque
alerta, la luz irrumpirá y revelará al discípulo lo que necesita saber. Así
aprende a expresar ese amor incluyente que es su principal requisito y a
abandonar la actitud estrecha y centrada que hasta entonces ha considerado como
amor. Acepta todas las visiones, si sirven para elevar y confortar a sus
hermanos; acepta todas las verdades si son medios de revelación para otras mentes,
y acepta todos los sueños, si pueden servir como incentivo para sus semejantes.
Participa en todo ello, no obstante mantiene su equilibrada posición en el
centro.” (284)
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“…el desarrollo humano se efectúa por una serie de integraciones, de procesos
de coordinación o síntesis, implicando (especialmente cuando la inteligencia
comienza a controlar) el sentido de separación o dualidad. Estas integraciones,
en lo que se refiere a la humanidad, subyacen en un pasado lejano, tienen lugar
en la actualidad y lo tendrán en el futuro.
Integraciones Pasadas.
Entre los cuerpos animal y vital.
Entre ambos y la naturaleza sensoria de
deseo.
Entre estos tres y la mente concreta
inferior.
Integraciones Presentes.
Entre los cuatro aspectos mencionados, produciendo así una personalidad
coordinada.
Integración Futura.
Entre la personalidad y el alma.
Existen otras integraciones superiores a las cuales no me referiré
aquí. Se alcanzan mediante los procesos de la iniciación y el servicio. Debe
recordarse que en la historia racial han tenido lugar en forma inconsciente,
muchas de estas integraciones como resultado del estímulo de la vida, del
impulso evolutivo, de los procesos normales del vivir, de la experiencia por medio
del contacto con el medio ambiente y también de la satisfacción, que conduce a
la saciedad de la naturaleza de deseos. Pero llega un momento en el desarrollo
racial, como en las vidas de los individuos, en que el ciego proceso de la
pasividad evolutiva se convierte en un viviente esfuerzo consciente, y es
exactamente en este punto donde se halla la humanidad hoy. De allí la
comprensión del problema humano en términos de la sicología moderna; el
sufrimiento tan ampliamente extendido de los entes humanos en todas partes; el
esfuerzo que debe realizar la educación moderna, y de allí también la aparición
en amplia escala en todos los países, del creciente número de tres tipos de
personas, los que:
a. son conscientes de la separación;
b. están realizando la integración con mucho
sufrimiento y grandes dificultades, más
c. esas personalidades o individuos
integrados, que son dominadores.” (285)
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“La dificultad reside hoy en que tenemos, en todas partes, personas que
se hallan en diferentes etapas del proceso integrador; todas se hallan en un
“estado de crisis” y proporcionando, por lo tanto, los problemas de la
sicología moderna.
Estos problemas pueden clasificarse en forma precisa en tres grupos
principales:
a. Los Problemas de la Separatividad. son a su vez de dos tipos:
1. Los problemas de integración.
2. Los que surgen de un sentido de dualidad.
Este sentido de dualidad, resultado de la separación realizada, abarca
desde las dificultades de la doble personalidad que sufren tantas personas, hasta
las del místico, por su énfasis puesto en el que ama y el amado, en el que
busca y el buscado, en Dios y Su hijo.
b. Los Problemas de la Integración producen la mayoría de las
dificultades de las personas más evolucionadas.
c. Los Problemas del Estímulo surgen como resultado de una síntesis e
integración logradas, produciendo, en consecuencia, una desacostumbrada
afluencia de energía, la cual puede expresarse como desmedida ambición, sentido
de poder, deseo de influencia personal, o como poder y fuerza verdaderamente
espirituales. Sin embargo, en todos los casos es necesaria una comprensión y
manejo cuidadoso de los fenómenos resultantes.
De estos problemas además surgen:
1. Los Problemas Mentales. Aparecerán
ciertos complejos definidos cuando se haya logrado integrar la mente con los
tres aspectos inferiores y será útil reflexionar sobre ello.
2. Las Enfermedades de los Místicos.
Conciernen a esas actitudes de la mente, a las complejas ideas y “empresas
espirituales” que afectan a quienes se inclinan al misticismo o se dan cuenta
del dualismo espiritual, al cual se refirió San Pablo en la Epístola a los
Romanos.
“Sabemos que la ley es espiritual; más yo
soy carnal, vendido bajo el pecado.
Porque lo que hago no lo entiendo, pues el
bien que quiero no hago; sino hago lo que aborrezco.
Y si hago lo que no quiero, consiento que la
ley es buena.
De manera que no soy yo quien lo hace sino
el pecado que mora en mi.
Porque sé que en mí (es decir en mi carne)
no mora el bien, porque en querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
Porque no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mi.
Así que, queriendo hacer el bien, descubro
la ley: que el mal está en mi.
Porque según el hombre interno, me deleito
en la Ley de Dios.
Mas veo otra ley en mis miembros rebelándose
contra la ley de mi mente y me lleva cautivo a la ley del pecado que está en
mis miembros.
Miserable de mí. ¿Quién me librará de este cuerpo
de muerte?» (Romanos VII, 14-24.)” (286)
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(282) CAPITULO II. El Rayo de la
Personalidad. I. Apropiación de los Cuerpos. (pág. 216)
(283) CAPITULO II. El Rayo de la
Personalidad. I. Apropiación de los Cuerpos. (pág. 226)
(284) CAPITULO II. El Rayo de la
Personalidad. II. La Coordinación de la Personalidad. a. Siete Técnicas de
Integración. Sexto Rayo. (pág. 289)
(285) CAPITULO II. El Rayo de la
Personalidad. III. Algunos Problemas Psicológicos. Introducción. (pág. 313)
(286) CAPITULO II. El Rayo de la
Personalidad. III. Algunos Problemas Psicológicos. a. Problema de la
Separatividad. (pág. 315)
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