miércoles, 26 de diciembre de 2018

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO (XXIV) - Tratado de los Siete Rayos. VOL. 2 - Psicología Esotérica II (I)


Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XXIII)

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Como en otras ocasiones, para realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.

Cada fragmento viene precedido por el título del libro, capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.

Las conclusiones (cuando las haya) son personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos del Tibetano.

En la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.

Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.


Dani

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Tratado de los Siete Rayos. Vol. 2 - Psicología Esotérica II (1942)


“…todo el énfasis del proceso evolutivo se pone en el desarrollo de la consciente e inteligente percepción de la vida que anima las diversas formas. El estado exacto de la percepción depende de la edad del alma. Sin embargo el alma no tiene edad desde el punto de vista del tiempo, tal como la humanidad lo entiende. Es inmortal y eterna. Ante el alma pasa el caleidoscopio de los sentidos y el drama de la existencia fenoménica externa; pero a través de todos estos acontecimientos que suceden en tiempo y espacio, el alma siempre mantiene la actitud del Espectador y del Observador que percibe, observa e interpreta. En las primeras etapas, cuando la "conciencia lemuriana" caracteriza al hombre fenoménico, el aspecto fragmentario del alma, que mora en la forma y la anima e implanta en el hombre cualquier conciencia verdaderamente humana que pueda poseer, se halla inerte, incipiente y desorganizada; no posee mentalidad, tal como la comprendemos, y sólo se caracteriza por la identificación total con la forma física y sus actividades. Éste es un período de lentas reacciones tamásicas al sufrimiento, a la alegría, al dolor, al anhelo, a la satisfacción del deseo y a la intensa ansiedad subconsciente de progresar. En el transcurso de las vidas se acrecienta en forma lenta la capacidad de identificarse conscientemente y aumenta el deseo de un mayor campo de satisfacciones; el alma que mora y anima, se oculta más profundamente, y es prisionera de la naturaleza forma. Todas las fuerzas de la vida se concentran en el cuerpo físico y, en consecuencia, los deseos que se expresan son de orden físico; hay también una acrecentada tendencia a tener deseos más sutiles como los que evoca el cuerpo astral. Gradualmente la identificación del alma con la forma se transfiere desde la forma física a la astral. Hasta allí no hay nada que pueda denominarse personalidad. Existe sólo un cuerpo físico viviente y activo, con sus deseos, necesidades y apetitos, conjuntamente con la trasferencia lenta, pero constante, de un cambio de la conciencia, del vehículo físico al astral.” (267)

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“…Cada ente de la familia humana que ha triunfado en el Sendero del Discipulado puede, por sí mismo, ser relativamente de poca importancia, pero el conjunto de entes tiene un enorme poder. A fin de alentarlos y alegrarlos diré que aumenta grandemente el número de discípulos en el mundo. El sufrimiento y las dificultades, la aversión y los procesos por los cuales se lleva a cabo el desapego y el desapasionamiento, están realizando un trabajo necesario. Diseminados por todo el mundo, en cada nación y prácticamente todas las semanas, hombres y mujeres salen del Sendero de Probación y entran en el Sendero del Discipulado. En esto reside hoy la esperanza del mundo. En lo antedicho puede verse la actividad grandemente acrecentada de los Maestros.” (268)

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“Pero la lección que debe ser aprendida (y el hombre la está aprendiendo), es que, muerte, dolores y tristezas, pérdidas y desgracias, alegrías y aflicciones, tal como lo comprende la conciencia humana, existen porque el hombre todavía se identifica con la vida de la forma y no con la vida y la conciencia del alma, el ángel solar, cuya percepción es, potencialmente, la de la Deidad planetaria, cuya mayor percepción es, a su vez, potencialmente la de la Deidad solar. El momento en que el hombre se identifica con su alma y no con su forma, comprende el significado de la Ley del Sacrificio; espontáneamente está regido por ella, convirtiéndose en aquel que premeditadamente elegirá morir. Pero no hay dolor ni tristeza y tampoco verdadera muerte.” (269)

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“…es interesante que los que estudian esoterismo observen que este anhelo de salvar y sacrificarse, con el fin de redimir, obra de distintas maneras en los diferentes esquemas planetarios. Cada Señor de Rayo de un esquema, que se manifiesta por medio de un planeta, expresa este impulso de diferente manera y cada manifestación es tan distinta de las otras, que lo único que puede hacer el ser humano es presentir el método que existe en nuestro propio planeta. Los iniciados saben que las características sicológicas variables de las Vidas de rayo condicionan muy especialmente el método de expresar el sacrificio en el transcurso de la manifestación. La gran corriente de energía viviente que se manifiesta en el esquema evolutivo de nuestra Tierra está condicionada por el temperamento, la actitud y la orientación de un "Divino Rebelde". Sólo la rebelión produce dolor y tristeza, pero dicha rebelión es inherente a, e innata en, la Deidad de nuestro planeta, "Aquel en Quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser". En consecuencia, constituye una tendencia mayor que la del ente individual. Esta verdad asombrosa respecto a la Vida planetaria, sólo puede expresarse en forma velada mediante la simbología y en términos del pensamiento humano. Incluso en esto, existe siempre un riesgo, pues los hombres interpretan lo que leen, oyen y experimentan, relacionándolo con ellos mismos.” (270)
           
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“EL TRABAJO DE SALVAR O LA SALVACIÓN

La Ley del sacrificio también significa salvar y subyace en todo el proceso evolutivo, y surge con clara significación en la familia humana. El instinto de perfeccionarse, el ansia de progresar (física, emocional e intelectualmente), el esfuerzo por aliviar la mala situación, la tendencia a la filantropía, que tan rápidamente se está extendiendo por el mundo, y el sentido de responsabilidad, que permite al hombre comprender que es el custodio de su hermano, son todas expresiones de este instinto de sacrificio. Este factor, reconocido por la sicología moderna, tiene una significación mucho más amplia que la que tuvo hasta ahora. Tal tendencia instintiva rige la Ley de Renacimiento. Es la expresión de un factor aún mayor del proceso creador; principal impulso determinante que impelió al Alma de Dios Mismo a entrar en la vida de la forma, e impele a la vida, en el arco evolutivo, a descender a la materia, produciendo así la inmanencia de Dios. También constituye lo que obliga a la humanidad a luchar implacablemente por el bienestar material. Es además lo que impulsa al hombre, con el tiempo, a volver la espalda "al mundo de la carne y del demonio", según El Nuevo Testamento, y a orientarse hacia las cosas que tienen importancia espiritual. El hijo pródigo sacrificó el hogar del Padre cuando decidió alejarse hacia lejanos países. Desperdició y sacrificó su sustancia por haber abusado de la experiencia de la vida en la tierra, hasta que agotó todos sus recursos y tuvo que sacrificar lo que tanto había querido, pero descubrió que no lo satisfacía. Por las cosas de menor valor sacrificó los valores superiores y tuvo que regresar a su punto de origen. Ésta es la historia de la vida de todos los Hijos de Dios que vinieron a la encarnación, expuesta en forma simbólica en la Biblia, tema que está en todas las Biblias del mundo.

El anhelo de sacrificarse, de abandonar esto por aquello, de elegir una forma o línea de conducta sacrificando otra, de perder para eventualmente ganar, es la historia que subsiste en la evolución, lo cual debe ser comprendido en forma sicológica. Es el principio que rige la vida misma y corre como canon dorado de belleza a través de los oscuros elementos con los cuales se forja la historia humana. Cuando este impulso de sacrificio para conquistar, adquirir o salvar, lo que se considera deseable, sea comprendido, se revelará la clave del desarrollo del hombre. Esta tendencia o anhelo es algo distinto del deseo, tal como hoy se comprende y estudia académicamente, pero lo que en verdad significa es el surgimiento de lo más divino en el hombre. Constituye un aspecto del deseo; es la parte activa y dinámica, no la parte sentimental-sensual; es la característica predominante de la Deidad.

Sin embargo, es interesante que los que estudian esoterismo observen que este anhelo de salvar y sacrificarse, con el fin de redimir, obra de distintas maneras en los diferentes esquemas planetarios. Cada Señor de Rayo de un esquema, que se manifiesta por medio de un planeta, expresa este impulso de diferente manera y cada manifestación es tan distinta de las otras, que lo único que puede hacer el ser humano es presentir el método que existe en nuestro propio planeta. Los iniciados saben que las características sicológicas variables de las Vidas de rayo condicionan muy especialmente el método de expresar el sacrificio en el transcurso de la manifestación. La gran corriente de energía viviente que se manifiesta en el esquema evolutivo de nuestra Tierra está condicionada por el temperamento, la actitud y la orientación de un "Divino Rebelde". Sólo la rebelión produce dolor y tristeza, pero dicha rebelión es inherente a, e innata en, la Deidad de nuestro planeta, "Aquel en Quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser". En consecuencia, constituye una tendencia mayor que la del ente individual. Esta verdad asombrosa respecto a la Vida planetaria, sólo puede expresarse en forma velada mediante la simbología y en términos del pensamiento humano. Incluso en esto, existe siempre un riesgo, pues los hombres interpretan lo que leen, oyen y experimentan, relacionándolo con ellos mismos.

El Antiguo Comentario reza:

"Entró en la vida y supo que era la muerte.
"Tomó una forma y se entristeció porque era oscura.
 “Se obligó a salir del lugar secreto y buscó el lugar de la luz, y la luz le reveló lo que menos buscaba.
"Esperaba obtener permiso para regresar.
"Buscó el Trono en lo alto y a Aquel que estaba sentado en él. Exclamó: ‘No buscaba esto. Buscaba la paz, la luz, la libertad de servir, de demostrar mi amor y de revelar mi poder. Aquí no hay luz. Aquí no hay paz. Dejadme regresar.'
"Pero Aquel que estaba sentado en el Trono no volvió la cabeza. Parecía no escuchar ni oír.
"Entonces desde la esfera inferior de las tinieblas y del dolor, surgió una voz que exclamó: ‘Aquí sufrimos. Buscamos la luz. Necesitamos la gloria de un Dios entrante. [Sólo he hallado estas dos últimas palabras para poder expresar el antiguo símbolo que estoy traduciendo.]
“Elévanos a los Cielos. Entra, Oh Señor, en la tumba. Resucítanos a la luz y haz el sacrificio.
‘Derriba los muros de la prisión y penetra en el dolor.'
"El Señor de la Vida retornó. No le agradó, de allí el dolor."

Las mismas condiciones que fusionan la ley del Sacrificio con el dolor, la tristeza y la dificultad, existen también en los planetas Marte y Saturno, pero no en los demás planetas. Quienes han leído detenidamente La Doctrina Secreta y el Tratado sobre Fuego Cósmico, saben que la Tierra no es un planeta sagrado. Sin embargo, Saturno, Marte y la Tierra, constituyen, de manera esotéricamente curiosa, la personalidad de una maravillosa Vida de rayo, cuya energía es de tercer rayo. Existen, como ya se ha especificado, siete planetas sagrados, pero sólo diez esquemas planetarios y, en tres casos (los de los tres rayos mayores), tres planetas constituyen la personalidad de cada Vida de rayo. Algunos pensadores esotéricos creen que nuestro sistema solar incluye doce planetas, y hay una base para su conclusión. La personalidad de dicha Vida de tercer rayo actúa por intermedio de los siguientes planetas:

1. El cuerpo mental se expresa por intermedio del planeta Saturno.
2. El cuerpo astral se expresa por medio del planeta Marte.
3. El cuerpo físico se expresa mediante el planeta Tierra.

La potencia de esta Vida es tal que requiere tres esquemas completos -los tres están estrechamente aliados y son interdependientes- para que ella pueda expresarse. Urano, Júpiter y Venus están similarmente aliados a fin de manifestar o expresar una gran Vida.

Estos hechos constituyen un grandioso misterio y no niegan la afirmación de que Venus tiene una relación particular e íntima con la Tierra. Lo que se quiere subrayar es difícil de expresar, pero tiene gran importancia. Permítaseme ser más explícito, empleando las siguientes afirmaciones:

1. Sólo tres esquemas planetarios son conscientes del dolor y la tristeza tal como comprendemos estos términos; ninguno de ellos conoce tan bien o los siente tanto como nuestro Logos planetario.

2. El dolor y la tristeza son el resultado de la rebelión y del divino descontento. El instinto de perfeccionamiento, basado en el descontento, ha implicado necesariamente el temperamento o la actitud planetaria que reconoce las dualidades.

3. Existe una etapa que se debe alcanzar en la conciencia humana donde aquello que está detrás de las dualidades -la etapa de unificación esencial- puede ser y será reconocido.

4. Cuando esto tenga lugar, la conciencia de nuestra humanidad se fusionará con la subyacente conciencia del todo, que no reconoce el dolor ni la tristeza y ha quedado fuera de la comprensión que rige predominantemente la conciencia de las tres grandes Vidas de nuestro sistema solar.

5. Esta verdad vagamente sentida se halla detrás del más elevado pensamiento metafísico, por ejemplo, el de la Ciencia Cristiana (Christian Science), Unidad (Unity), Ciencia Divina (Divine Science) y el énfasis puesto sobre la unificación por el cristianismo y las escuelas esotéricas.

El instinto de perfeccionamiento mediante el sacrificio es diverso.

Primero, el instinto por el mejoramiento individual que conduce al egoísmo, a la codicia y lleva, a los que poseen mente materialista, a adquirir posesiones materiales.

Segundo, el instinto de aliviar la mala situación de otras personas, ante todo por el móvil egoísta (para evitar la angustia personal que proporciona ver sufrir a otros) y, después, por el servicio puro y desinteresado, que es una cualidad del alma.

Tercero, tenemos la dedicación activa y el total sacrificio del yo inferior separado, mediante el poder de "permanecer en el ser espiritual"; lógicamente significa haber alcanzado ese estado de conciencia que trasciende lo que puede ser denominado simbólicamente el estado de conciencia "Tierra, Saturno y Marte".

Sin embargo, no debe olvidarse que la contribución que se haga a estas tres grandes Vidas planetarias, puesto que personifican preeminentemente la Ley del Sacrificio mediante el dolor y la rebelión, es una contribución importante a la totalidad, y en gran medida enriquece la suma total. Las unidades de vida divina y los átomos de energía eléctrica que pasan a través de estos tres esquemas planetarios están sujetos a ellos con el fin de adquirir esa sensibilidad síquica que, de otra manera, sería imposible. Únicamente esas unidades de vida que están predominantemente coloreadas por el tercer rayo de actividad, pasan durante un tiempo a través de estos tres esquemas. Aquí hay un indicio de por qué predominan las Mónadas de tercer rayo entre los hijos de los hombres. El rayo de inteligencia activa, que se expresa por medio de los siete tipos de rayo, es sobre todo el rayo al cual pertenecen la mayoría de las mónadas humanas, especialmente en la actualidad. Por lo tanto, hallaremos que los tipos sicológicos dados a continuación coloran el grueso de la humanidad, y que el rayo de inteligencia activa se expresa a través de:

1. La voluntad, evoca el propósito divino.
2. El amor, expresa la cualidad divina.
3. El intelecto, refleja la intuición.
4. El conflicto, produce la armonía.
5. El conocimiento o la ciencia, conduce a la irradiación.
6. El idealismo, establece el canon divino.
7. El ritual u organización, manifiesta la Deidad.

Por lo tanto, hablando sicológicamente, cuando se haya obtenido un mayor conocimiento de las energías que determinan el tipo de un hombre, por ejemplo, un individuo cuya Mónada se presume que pertenece al tercer rayo, su ego al cuarto rayo y su personalidad al séptimo, se designará como Tres, IV, 7. Dentro de esta simple fórmula habrá diferenciaciones menores; una personalidad de séptimo rayo puede tener un cuerpo mental de primer rayo, un cuerpo astral de quinto, y un cuerpo físico de tercer rayo. La fórmula que la describiría sería:

1
Tres, IV. 7 .     5
3

Esta interpretación significa:

Mónada tercer rayo.
Ego cuarto rayo.
Personalidad séptimo rayo.
Cuerpo mental primer rayo.
Cuerpo astral quinto rayo.
Cuerpo físico tercer rayo.

De acuerdo a la fórmula que antecede será útil para los estudiantes hacer un análisis de sí mismos y de otros, y establecer sus fórmulas personales, lo cual debe hacerse consultando conjuntamente sus horóscopos. Esto será tratado más detalladamente después de haber considerado las implicaciones astrológicas de los rayos en el siguiente tomo de esta serie.

Por lo tanto, la Ley del Sacrificio no puede ser eliminada del esquema de nuestra Tierra, en lo que se refiere a las reacciones humanas y subhumanas, respecto al pesar y al dolor, como tampoco puede ser eliminada de los planetas Saturno y Marte. Es relativamente desconocida en los otros esquemas. Bienaventuranza y Sacrificio son términos sinónimos en lo que concierne a nuestro Logos solar y también para la mayoría de los Logos planetarios. Esto no debe olvidarse. Los más evolucionados hijos de los hombres en la Tierra han logrado, en ínfima medida, liberarse de las limitaciones impuestas por el pesar y el dolor, y conocen el éxtasis del místico, la exaltación del iniciado, la exquisita agonía del sacrificio o cualquier otro sentimiento llevado a la sublimación. Cuando esto ha sido logrado, el mecanismo del sufrimiento y la capacidad para registrar percepciones sensorias son trascendidas y, momentáneamente, el hombre pasa al plano de la unidad, donde no existe dolor, pena, rebeldía ni sufrimiento. Cuando el viviente y vibrante antakarana o puente, ha sido construido, este "camino de escape" se convierte en sendero normal de la vida. Entonces se evade automáticamente del dolor, pues enfoca su conciencia en otro lugar. En los casos mencionados y donde el antakarana no es un hecho consumado y establecido, el delgado filamento del "camino de escape" parcialmente construido, al estar bajo una enorme presión y excitación, surge violentamente como un trémulo haz de luz y toca momentáneamente esa luz que es el Yo. De allí el éxtasis y la exaltación. Pero esto no dura y no se repite conscientemente hasta no haber pasado la tercera iniciación. Después de eso el "camino de escape" se convierte en el "camino de la vivencia diaria" (traducción inadecuada de una oculta y antigua frase). Luego se trasciende paulatinamente el sufrimiento, y los pares de opuestos -placer y dolor- ya no dominan al discípulo.

Lo antedicho constituye el tema de la sicología esotérica y, cuando se comprenda correctamente, explicará:

1. La influencia saturnina en la vida humana.
2. La cesación de la rebelión, o el fin de la influencia marciana.
3. La construcción del antakarana, que libera al hombre del control de la vida de la personalidad.
4. La evocación de la conciencia grupal.
5. La consiguiente negación del dolor y el pesar.
6. La entrada en el Nirvana y el comienzo del verdadero Camino.” (271)


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(267) CAPITULO I. El Rayo del Ego. I. El Acrecentamiento de la Influencia del Alma. 1. Las Tres Etapas del Desarrollo del Ego (pág. 32)
(268) CAPITULO I. El Rayo del Ego. I. El Acrecentamiento de la Influencia del Alma. 2. Los Dos Ciclos de Apropiación del Ego. b. Algunas premisas Fundamentales (pág. 69)
(269) CAPITULO I. El Rayo del Ego. II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal. 1. La Ley del Sacrificio. a. La Significación de la Ley de Sacrificio (pág. 84)
(270) CAPITULO I. El Rayo del Ego. II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal. 1. La Ley del Sacrificio. b. El Trabajo de Salvar o la Salvación (pág. 86)
(271) CAPITULO I. El Rayo del Ego. II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal. 1. La Ley del Sacrificio. b. El Trabajo de Salvar o la Salvación (pág. 87)




(CONTINUACIÓN)

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