Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XLIV)
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Como en otras ocasiones, para
realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de
extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que
tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del
Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.
Cada fragmento viene precedido por el título del libro,
capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la
información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.
Las
conclusiones (cuando las haya) son
personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con
las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos
del Tibetano.
En
la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis
descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.
Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando
progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.
Dani
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Del Intelecto a la Intuición -AAB- (1932)
“…Quizás sea verdad que el hombre recién está llegando a su mayoría de
edad, y en vísperas de entrar en posesión de su herencia descubra dentro de sí
mismo poderes, aptitudes, facultades y tendencias que garantizan una madurez
útil, vital y una vida eterna. Estamos finalizando la etapa en que dimos gran
importancia al mecanismo y al conjunto de células que constituyen el cuerpo y
el cerebro, con su reacción automática al placer, dolor y pensamiento. Sabemos
mucho acerca del Hombre, la máquina. Hemos contraído una gran deuda con la
escuela mecanicista de sicología, por sus descubrimientos sobre el mecanismo
por el cual el ser humano se pone en contacto con su medio ambiente. Pero existen
hombres entre nosotros que no son meras máquinas, lo que nos concede el derecho
de medir nuestras máximas aptitudes y grandeza en potencia, comparándolas con
lo que han realizado los más grandes hombres, los cuales no son
"rarezas" del capricho divino ni de los ciegos impulsos evolutivos,
sino la garantía de la realización final del conjunto.” (464)
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“"No hay meditación para el hombre que come poco ni para el que
come mucho; para el que duerme excesivamente o demasiado poco. Pero aquel que
es frugal en el alimento y ordenado en el trabajo, en el sueño y en el
despertar, la meditación llega a ser el destructor de todo sufrimiento.” (465)
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“…Se observará que la idea del deseo, del sentimiento y de la dualidad,
caracteriza la condición de éxtasis. Están siempre presentes la pasión, la
devoción y una arrobadora exteriorización hacia la fuente de comprensión; por
lo que es necesario que el experimentador haga una cuidadosa diferencia de
tales estados, o degenerará en una condición morbosa. En esta condición de
percepción sensoria nada tenemos básicamente que hacer. Nuestra elevada meta es
la constante intelectualización y el firme control mental, y sólo en las
primeras etapas de la iluminación se descubrirá esta condición. Más adelante se
verá que la verdadera iluminación excluye automáticamente tales reacciones. El
alma se sabe a sí misma libre de los pares de opuestos —del placer lo mismo que
del dolor— y permanece firme en el ser espiritual. El canal o línea de
comunicación, es eventualmente directo y eliminador desde el alma a la mente y
desde la mente al cerebro.” (466)
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“Detrás de la materia existe un factor potente e inmanente, responsable
de la coherencia de la naturaleza forma, y constituye la personalidad actuante
en el mundo físico. Este factor puede ser considerado como el aspecto vida, con
el cual luchan continuamente los estudiosos que tratan de llegar a su origen y
a su causa. Aún más profundamente arraigado tenemos los aspectos, sentimiento,
sufrimiento, experiencia y emoción del yo, actuando por medio del sistema
nervioso y del cerebro y rigiendo muy poderosamente todas las actividades del
mundo de los asuntos humanos. El hombre siente placer y dolor; está ensimismado
en su estado de ánimo y reacciones emocionales hacia la vida y en sus
preocupaciones y deseos de todo tipo. Esta es la vida personal común de la
mayoría de nosotros, porque, en la actual etapa del desarrollo humano, sentimos
más que pensamos. La razón de ello nos la da claramente Patanjali (*), cuando
dice:
"El sentido de lo personal se debe a que el conocedor se
identifica con el instrumento del conocimiento... La ilusión de que el
Perceptor y lo percibido son una y la misma cosa, es la causa (de los efectos
que producen dolor) que debe evitarse".” (467)
(*) La Luz del Alma, Libro II, Af. 6 y 17, por Alice A. Bailey.
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“Encontrado el momento y el lugar, sentémonos cómodamente y empecemos a
meditar. Entonces surge la pregunta ¿cómo debemos sentarnos?, ¿Cuál es la mejor
posición, las piernas cruzadas, arrodillados, sentados o de pie? La posición
más fácil y normal es siempre la mejor. La posición con las piernas cruzadas ha
sido, y aún es, la más corriente en Oriente, y se han escrito muchos libros
sobre posturas, de las cuales hay aproximadamente ochenta. El hecho de haberlo
utilizado en el pasado y en Oriente, no significa que sea la más cómoda para
nosotros en la actualidad y en Occidente. Estas posturas son costumbres de la
época en que la raza era entrenada psicológica y emocionalmente, y se parece
mucho a la disciplina que se le impone a un niño cuando se lo manda a un rincón
y se le ordena quedarse quieto. Algunas de las posturas tienen también relación
con el sistema nervioso y con esa estructura interna de nervios sutiles que los
hindúes denominan nadis, que subyacen en el sistema nervioso, como se lo conoce
en Occidente.
El inconveniente de tales posturas conduce a dos reacciones, hasta
cierto punto indeseables; nos llevan primero, a concentrar la mente en la
mecánica del proceso y no en su finalidad; segundo, con frecuencia producen un
agradable sentido de superioridad, basado en la intención de hacer algo que la
mayoría no hace y que permite destacarnos como conocedores en potencia. Nos
absorbe el aspecto forma de la meditación y no el Originador de la forma. Nos
preocupamos del no-yo en lugar del yo. Debemos elegir esa postura que nos haga
olvidar más fácilmente el cuerpo físico. Para el occidental probablemente la
mejor postura es estar sentado: lo importante es que nos sentemos erguidos, con
la columna vertebral en línea recta, relajados (sin dejarse caer) para que no
haya tensión en ninguna parte del cuerpo, bajando la barbilla parcialmente a
fin de eliminar toda tensión en la nuca. Hay personas que cuando meditan
sentadas, miran el techo con los ojos firmemente cerrados, como si el alma
estuviera allí, en posición extremadamente rígida, apretando fuertemente los
dientes (quizás para impedir que se les escapen palabras inspiradas llegadas
del alma). Todo el cuerpo está tenso y rígido. Estas personas se sorprenden
cuando nada ocurre, excepto fatiga y dolor de cabeza. El retiro de la
conciencia de los conductos de los sentidos no implica la transferencia de la
sangre del cuerpo a la cabeza, ni el aceleramiento sin control de las
reacciones nerviosas. La meditación es un acto interno y se practica con éxito
sólo cuando el cuerpo está relajado, en posición adecuada y, luego,
olvidado." (468)
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“"La vida limpia, la mente abierta, el corazón puro, el intelecto
ansioso, la revelada percepción espiritual, el hermanazgo con el condiscípulo,
la disposición a dar y recibir consejo e instrucción..., la disposición a
obedecer los preceptos de la Verdad..., sufrir valerosamente las injusticias
personales, la valerosa declaración de principios, la valiente defensa de
quienes fueron injustamente atacados, la constante atención hacia el ideal de
la progresión y perfección humanas, descritas por la ciencia secreta,
constituyen la escalera de oro, por cuyos peldaños puede ascender el aprendiz
hasta el Templo de la Sabiduría Divina".
H. P. BLAVTSKY".” (469)
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“La segunda dificultad a considerar puede interpretarse en términos de
energía. Los estudiantes con frecuencia se quejan de un sobreestímulo y una
acrecentada energía que son incapaces de manejar, y dicen que al tratar de
meditar se sienten indebidamente inquietos o con deseos de llorar; experimentan
períodos de intensa actividad, donde corren de un lado a otro, sirven, hablan,
escriben y trabajan y terminan reaccionando violentamente, hasta llegar a veces
al punto de un colapso nervioso. Otros se quejan de cierto dolor en la cabeza,
de una molesta vibración en la frente o en la garganta después de
meditar. Sufren, además, de insomnio. En realidad, están sobre
estimulados. Su sistema nervioso ha sido afectado por intermedio de los finos y
sutiles "nadis" que fundamentan los nervios, a los que ya me he
referido. Los principiantes en la ciencia de la meditación atraviesan por
dificultades que deben superar cuidadosamente. Si se manejan en forma correcta
desaparecerán pronto, pero si se descuidan pueden conducir a serios trastornos.
Todo aspirante ansioso e interesado, constituye él mismo una dificultad en esta
etapa, porque su ansia por dominar la técnica de la meditación, lo hace olvidar
las reglas dadas y precipitarse, a pesar de todo lo que le diga el instructor o
las advertencias hechas. En vez de sujetarse a la fórmula señalada de quince
minutos, trata de forzarse y dedicar treinta minutos; en vez de seguir el
delineamiento establecido, trata de sostener la concentración el mayor tiempo
posible, y en el máximo esfuerzo olvida que está aprendiendo a concentrarse y
no a meditar. Por lo tanto sufre de insomnio, sobreviniéndole el colapso
nervioso, culpando al instructor y considerando peligrosa esta ciencia; sin
embargo, el verdadero culpable es él mismo.” (470)
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“Al presentarse alguna de estas dificultades primordiales, debería
suspenderse momentáneamente la práctica de la meditación o hacerla con más
lentitud. Si la condición no es demasiado grave para justificar la completa
cesación de la práctica, debe observarse y descubrirse hacia dónde parece
dirigirse (en el cuerpo humano) la energía entrante. Durante la meditación se
extrae energía, que se dirige a determinada parte del mecanismo.
En los tipos mentales o en el caso de quienes ya tienen cierta
facilidad en "centrar su conciencia" en la cabeza, se sobreestimulan
las células del cerebro, dando lugar a dolores de cabeza, insomnio, sensación
de plenitud o vibración perturbadora, entre los ojos o en la parte superior de
la cabeza. Otras veces, se tiene la sensación de una luz enceguecedora, similar
a un repentino relámpago o destello de electricidad, que se ve con los ojos
cerrados, lo mismo en la oscuridad que en la luz.
Cuando esto ocurre, el período de la meditación debe reducirse de
quince a cinco minutos, o practicar la meditación día por medio, hasta que las
células del cerebro se hayan ajustado al nuevo ritmo y al creciente estímulo.
No hay motivo de ansiedad si se es prudente y se obedece a los consejos del
instructor, pero si el estudiante en tales condiciones empieza a forzar su
meditación o a alargar el tiempo, se expone a serios trastornos. De nuevo entra
en juego el sentido común, y con la reducción del tiempo y la práctica de una
breve meditación cada día, es posible volver a la normalidad. Tuvimos
estudiantes que pasaron por esto, pero obedientes a las reglas indicadas y
aplicando el sentido común, ahora meditan treinta minutos o una hora
diariamente.” (471)
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(464) CAPITULO I. Conceptos de Introducción (pág. 13)
(465) CAPITULO VI. Los Objetivos de la Meditación (pág. 51)
(466) CAPITULO VII. Intuición e Iluminación (pág. 104)
(467) CAPITULO VIII. CAPÍTULO OCTAVO. La Universalidad de la Meditación (pág.
110)
(468) CAPITULO IX. La Práctica de la Meditación (pág. 133)
(469) CAPITULO X. La Precaución en la Meditación (pág. 142)
(470) CAPITULO X. La Precaución en la Meditación (pág. 153)
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