miércoles, 4 de julio de 2018

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO (XIII) - Los Problemas de la Humanidad


Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XII)

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Como en otras ocasiones, para realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.

Cada fragmento viene precedido por el título del libro, capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.

Las conclusiones (cuando las haya) son personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos del Tibetano.

En la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.

Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.


Dani

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LOS PROBLEMAS DE LA HUMANIDAD  (1947)



“La clave de las dificultades que sufre la humanidad (las dificultades económicas de los últimos doscientos años (*) y las desavenencias teológicas de las iglesias ortodoxas) se debe a que recibió y no dio, aceptó y no compartió, acumuló y no distribuyó. Esto ha implicado el quebrantamiento de una ley que ha colocado a la humanidad en una posición de culpabilidad. La guerra ha sido el elevado precio que el género humano ha tenido que pagar debido al gran pecado de la separatividad. Las ideas provenientes de la Jerarquía han sido deformadas, mal aplicadas y erróneamente interpretadas, y es tarea del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo contrarrestar este mal.

La humanidad nunca ha vivido realmente de acuerdo a la enseñanza recibida. La impresión espiritual trasmitida, ya por el Cristo, el Buda o Krishna (y dada a las masas por Sus discípulos), no ha sido expresada como se esperaba. Los hombres no viven de acuerdo a lo que saben ni ponen en práctica sus conocimientos; interfieren la afluencia de luz, no se disciplinan; están controlados por el deseo codicioso y la ambición ilegal, en vez del conocimiento interno. Expresándolo más científicamente y desde el punto de vista esotérico: La impresión espiritual ha sido interrumpida, y también interferida la corriente divina circulatoria. La tarea de los discípulos del mundo es restablecer esta corriente y eliminar la interferencia. Tal es el principal problema que tienen ante sí las personas espirituales.” (150)

(*) Escrito en 1947

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“Es necesario captar en cierta medida el cuadro de sufrimiento mundial debido a las condiciones creadas por el movimiento capitalista y obrero, y verlo en forma realista y justa. En una forma u otra siempre ha habido intercambios entre el capital y el trabajo, el patrón y el empleado y los capitalistas y las masas explotadas. Con la era del vapor, la era científica, la era de la electricidad y la era de la intercomunicación planetaria, el mal se ha agravado y difundido. El capital se ha hecho ahora más poderoso y los trabajadores están cada vez más impacientes y son más exigentes. La culminación de la lucha ha sido la guerra mundial y su corolario: una guerra de treinta años apoyada por el capital, aunque ganada por los esfuerzos del trabajo.” (151)

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“La humanidad ha sufrido tan terriblemente durante los últimos doscientos años, que tal vez sea posible lograr los cambios necesarios, siempre que se den ahora los pasos adecuados, antes de que el dolor y la agonía sean olvidados y sus efectos hayan desa-parecido de la conciencia del hombre. Tales pasos (87) deben darse inmediatamente, mientras los males del pasado son todavía evidentes, pues tenemos ante nuestros ojos las consecuencias de la guerra.” (152)

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“La sensibilidad de estas minorías (*), el carácter enardecedor de su apremiante ambición y la violencia y los prejuicios de quienes hablan y luchan a su favor, impiden que la mayoría enfrente el problema con calma y fría reflexión y reconozca la relación con toda la humanidad que su problema fundamentalmente requiere. Los defectos raciales son más ampliamente reconocidos que las virtudes raciales; las cualidades raciales están en conflicto con las características nacionales o las tendencias mundiales, todo lo cual tiende a aumentar las dificultades. El esfuerzo de los ciudadanos bien intencionados, que son numerosos, y los planes de los humanitarios convencidos para ayudar a estas minorías, se basan con mucha frecuencia únicamente en un buen corazón, en los principios cristianos y en el sentido de justicia; sin embargo, estas excelentes cualidades a veces van acompañadas de una profunda ignorancia de los hechos reales, de los valores históricos y de las diversas relaciones implicadas. Además las minorías están impulsadas por un fanatismo agresivo hacia las mayorías, rayado en el odio, y son las responsables, según ellas, de la cruel injusticia que sufren. Tampoco reconocen que tienen defectos, y que en cierta medida son responsables también de algunas dificultades, defectos y dificultades raciales francamente ignorados por las mismas minorías y sus adeptos.” (153)

(*) Raciales

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“Al considerar este problema crucial (del cual depende en gran parte la paz futura del mundo) debemos esforzarnos por mantener en segundo plano nuestra actitud mental y nacional y visualizar el problema que surge a la luz del enunciado bíblico, de que existe “un sólo Dios, Padre de todos, que está sobre todo, a través de todo y en todos nosotros”. Vamos a considerar esto científicamente y no como una religiosa y piadosa esperanza. Dios nos ha hecho a todos de la misma sangre, y ese Dios –bajo cualquier nombre o aspecto que se lo conozca, trascendente o inmanente, se lo considere como energía o inteligencia, o se lo denomine Dios, Brahma, el Abstracto o el Absoluto— es universalmente reconocido. También bajo la gran Ley de la Evolución y del proceso de la creación, los hombres están sujetos a las mismas reacciones hacia su medio ambiente, los mismos dolores, alegrías, ansiedades, apetitos, impulsos de mejoramiento, aspiraciones místicas, egoísmos, tendencias y deseos pecaminosos; la misma sorprendente actitud para la heroica expresión divina, el mismo amor y belleza, orgullo innato, sentido de divinidad y los mismos esfuerzos fundamentales. Bajo el gran proceso evolutivo los hombres y las razas difieren por su desarrollo mental, vigor físico, posibilidades creadoras, comprensión, percepción humana y lugar en la escala de la civilización, todo lo cual es temporario, porque las mismas potencialidades que existen en todos nosotros, sin excepción, se manifestarán. Tales diferencias, que en el pasado han separado a pueblos y razas, van desapareciendo rápidamente por la difusión de la educación, los descubrimientos unificadores de la ciencia, que nos acercan y nos unen cada vez más, y el poder de pensar, leer y planear.” (154)
           
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“Todas estas naciones grandes y pequeñas han sufrido cruelmente durante los años de guerra (1914-1945), y están destinadas a sufrir aún más en los próximos años de reajuste. Unas sufrieron más que otras y tienen la oportunidad de demostrar la purificación resultante si así lo desean; otras eligieron durante la guerra el camino más fácil, no apoyaron a ninguna y perdieron con ello una gran oportunidad espiritual, basada en el principio de compartir; éstas tendrán que aprender de otro modo y más lentamente la lección del dolor; las naciones del hemisferio occidental no sufrieron agudamente, porque sus territorios no fueron invadidos y la población civil vivió con comodidad, holgura y abundancia; también perdieron algo y tendrán que aprender en alguna forma la gran lección humana de identificación y no separatividad.” (155)

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“El judío es un buen ciudadano, respetuoso de la ley, de modales bondadosos y decentes, ansioso de desempeñar su parte en la vida comunal y dispuesto a ayudar con su dinero cuando se le pide –pero se mantiene separado. La tendencia al “ghetto”, como se la podría denominar, se está difundiendo por todas partes, especialmente en las grandes ciudades. A través de las épocas, los judíos tienden a agruparse y a buscarse, como medida de protección y para tranquilidad comunal; los gentiles entre los cuales vivían, fomentaron esa tendencia y así crearon hábitos de asociación que todavía predominan. Además, y debido a la acción separatista de los gentiles, empezaron a aparecer en muchos países, en zonas y ciudades restringidas donde a ningún judío se le permitía residir, comprar propiedades ni establecerse. Debido a la aptitud del judío de prosperar y vivir dentro de una nación, obteniendo beneficio de acuerdo a sus costumbres, cultura y civilización, manteniendo su identidad propia sin asimilarse a la vida nacional, ha estado siempre sujeto a persecuciones; por eso como raza no es querida en ninguna parte y la gente se protege contra ella y sus métodos.

Esta afirmación general es frecuentemente errónea en lo que concierne al judío individualmente. En toda nación y localidad hay judíos muy queridos por quienes los tratan, sean judíos o gentiles, respetados por todos cuantos los rodean y a veces solicitados y apreciados. Pertenecen a la gran aristocracia espiritual de la humanidad y, aunque actúen en cuerpos judíos y lleven nombres judíos, unen sus fuerzas a las de los hombres y mujeres de todas las demás naciones que pertenecen a la humanidad y trascendieron sus características nacionales y raciales. Estos hombres y mujeres, cuyo número aumenta cada día son, como grupo, la esperanza de la humanidad y la garantía de un mundo nuevo y mejor que todos esperamos. Cuando se hace una amplia generalización sobre una raza o nación, el individuo sufre necesariamente, pero las declaraciones hechas respecto a esa raza y nación como un todo, son correctas, verdaderas y comprobables. (156)

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“¿Existe alguna probabilidad de que se vuelva a renovar la fe, tal como estaba en el Cristo? ¿Hay en las iglesias suficientes hombres de visión que puedan salvar la situación –visión que satisfaga las necesidades del hombre y no la ambición de crecimiento y engrandecimiento de las iglesias? En toda organización religiosa existen tales hombres, pero lamentablemente son muy pocos. Aunque se unieran (cosa que por ahora parece imposible debido a las diferencias de doctrina), constituirían un grupo casi inútil frente al poder organizado, al oropel materialista, a los intereses creados y a la fanática determinación de los eclesiásticos reaccionarios de todos los credos. Por lo general es la minoría que lucha (en este caso los pocos que se hallan espiritualmente inspirados) y custodia la verdadera visión que finalmente la traen a la existencia. Son los que deambulan, con la humanidad sufriente, por los candentes y desgraciados caminos y por lo tanto reconocen con un agudo sentido la necesidad de regenerar las iglesias.

Las tribunas religiosas, los púlpitos, periódicos y revistas de carácter religioso, hacen un llamado a los hombres para que vuelvan a Dios y encuentren en la religión una salida a la caótica situación actual. Sin embargo, la humanidad nunca ha estado tan espiritualmente inclinada ni tan consciente y decididamente orientada hacia los valores espirituales y hacia la necesidad de la reevaluación y realización espirituales. El llamado deberá hacerse a los conductores de las iglesias y a los eclesiásticos de todos los credos, así como también a quienes trabajan para las iglesias en todas partes; son ellos los que deben volver a la simplicidad de la fe que está en Cristo. Son ellos los que necesitan regenerarse. En todas partes los hombres demandan luz. ¿Quién puede dársela?” (157)

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“Existen hombres profundamente espirituales, cuyo destino los ha ubicado dentro del clericalismo, y si en conjunto son muchos y se hallan en todas las iglesias y credos, su destino es muy difícil, pues se dan cuenta de la situación y luchan y se esfuerzan por presentar sanas ideas cristianas y religiosas a un mundo que busca y sufre.

Son verdaderos hijos de Dios y han puesto sus pies en los lugares más desagradables; conocen el virus que ha carcomido la estructura clerical, así como también el fanatismo, el egoísmo, la ambición y la estrechez mental que los rodea.” (158)

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 “Los pueblos están preparados para recibir la luz; esperan Una nueva revelación y una nueva dispensación. La humanidad ha avanzado tanto en el camino de la evolución, que tales demandas y expectativas no están presentadas únicamente en términos de mejoras materiales, sino en términos de visión espiritual, verdaderos valores y correctas relaciones humanas. Los pueblos reclaman, enseñanza y ayuda espiritual, a la par que piden alimento, ropa y la oportunidad de trabajar y vivir en libertad. Sufren hambre en numerosas regiones del planeta y sienten con igual congoja el hambre del alma. Sin embargo, su gran tragedia es que no saben adónde dirigirse ni a quién escuchar. Su esperanza es de orden espiritual y nunca morirá. Esta esperanza y tal demanda ha llegado al atento oído del Cristo y Sus discípulos y hasta el lugar donde Ellos moran, trabajan y observan a la humanidad. ¿Por intermedio de qué agente trabajarán estas fuerzas del espíritu para el restablecimiento del mundo? ¿Qué medios emplearán los Guías espirituales de la raza para llevar a los hombres hacia una mayor luz y a la oportunidad de la Nueva Era? El género humano está ante el Camino de la Resurrección. ¿Quién lo conducirá por ese camino?

¿Se darán cuenta las religiones y las iglesias del mundo de la oportunidad que se les presentan y responderán al llamado de Cristo y a la demanda espiritual de innumerables millones de seres? ¿O sólo trabajarán para sus organizaciones e iglesias? ¿Gravitará en la conciencia de los eclesiásticos el aspecto institucional de sus religiones, más que la necesidad del pueblo por conocer la verdad sencilla y vivificadora? ¿Se concentrará el interés y el poder de las iglesias en la reconstrucción de sus estructuras materiales, en el restablecimiento de su seguridad económica, en la recuperación de sus teologías caducas y en la readquisición de su poder y prestigio temporales? ¿Tendrán la visión y el valor de abandonar los antiguos y malos métodos, y darán al pueblo el Mensaje de que Dios es Amor, expresándolo por medio de sus vidas dedicadas al humilde y amoroso servicio? ¿Le dirán al pueblo que el Cristo vive eternamente y le pedirán que se aparte de las viejas doctrinas de sangre, muerte y retribución divina, y se enfoque en la fuente de toda vida y en el Cristo viviente, el cual espera la oportunidad de derramar sobre el pueblo esa “Vida más abundante” que Él prometió y hace tanto tiempo que aguardan? ¿Enseñarán que la destrucción de los métodos antiguos fue necesaria, y su desaparición garantiza que es posible una vida espiritual nueva, más plena e ilimitada? ¿Les recordarán al pueblo que el Cristo dijo que no era posible poner vino nuevo en odres viejos? ¿Renunciarán públicamente los potentados de las iglesias y los altivos eclesiásticos a sus materialistas y equivocados objetivos, a su dinero y a sus palacios, y venderían “todo cuanto poseen” para seguir al Cristo en la senda del servicio? ¿O volverán la espalda como lo hizo el rico joven del Evangelio? ¿Invertirán el dinero que poseen, en aliviar el dolor, enseñar a los niños las cosas del Reino de Dios, dar ejemplo de humilde fe, gozosa confianza y de seguro conocimiento de Dios, como lo hizo el Cristo? ¿Podrán los eclesiásticos de todas las religiones, en ambos hemisferios, alcanzar esa luz espiritual interna que los convertirá en Portadores de Luz, la cual evocará esa luz mayor que la nueva y anunciada revelación traerá con seguridad? ¿Podrá eliminarse el materialismo de las iglesias, así como el fracaso de sus representantes en dar una enseñanza correcta al pueblo? Todo esto ha sido parte responsable de la guerra mundial (1914-1945). La guerra no se hubiera producido si la ambición, el odio y la separatividad, no hubiesen predominado en la tierra y en los corazones de los hombres; estos funestos errores se cometieron por la falta de valores espirituales en la vida de los pueblos, y ello se ha debido a que estos valores no han tenido cabida durante siglos en la vida de las iglesias, recayendo la responsabilidad estrictamente sobre ellas.” (159)

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(150) Introducción (pág. 8)
(151) Capítulo III. El Movimiento Obrero es Ahora Capitalista (pág. 83)
(152) Capítulo III. El Movimiento Obrero es Ahora Capitalista (pág. 86)
(153) Capítulo IV. El problema de las minorías raciales (pág. 91)
(154) Capítulo IV. El problema de las minorías raciales (pág. 95)
(155) Capítulo IV. El problema de las minorías raciales. Las Minorías (pág. 98)
(156) Capítulo IV. El problema de las minorías raciales. El Problema Judio (pág. 105)
(157) Capítulo V. El problema de las Iglesias. I. El Fracaso de las Iglesias (pág. 132)
(158) Capítulo V. El problema de las Iglesias. I. El Fracaso de las Iglesias (pág. 140)
(159) Capítulo V. El problema de las Iglesias. II. Oportunidad de las Iglesias (pág. 143)



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