Este artículo es la continuación de El Dolor y el Sufrimiento (XII)
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Como en otras ocasiones, para
realizar este estudio he intentado hacer una recopilación exhaustiva de
extractos de todos los libros del Maestro y de Alice A. Bailey (25) que
tratan sobre estos temas, aunque dada la extensión de toda la obra del
Tibetano, podría ser que faltase algún fragmento.
Cada fragmento viene precedido por el título del libro,
capítulo y/o sección de donde procede el texto, por si se desea ampliar la
información mas allá de lo relacionado estrictamente con el tema.
Las
conclusiones (cuando las haya) son
personales, por tanto, como tales no tiene porque estarse de acuerdo con
las mismas. Son reflexiones e interpretaciones propias de los extractos
del Tibetano.
En
la última entrada que se publique sobre el tema, si lo deseáis, podréis
descargaros la recopilación completa en un documento en formato pdf.
Espero que la lectura de estos artículos (que iré publicando
progresivamente al ser demasiado extensa toda la recopilación) pueda seros de utilidad.
Dani
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LOS PROBLEMAS DE LA HUMANIDAD (1947)
“La clave de las dificultades que
sufre la humanidad (las dificultades económicas de los últimos doscientos años
(*) y las desavenencias teológicas de las iglesias ortodoxas) se debe a que
recibió y no dio, aceptó y no compartió, acumuló y no distribuyó. Esto ha
implicado el quebrantamiento de una ley que ha colocado a la humanidad en una
posición de culpabilidad. La guerra ha sido el elevado precio que el género
humano ha tenido que pagar debido al gran pecado de la separatividad. Las ideas
provenientes de la Jerarquía han sido deformadas, mal aplicadas y erróneamente
interpretadas, y es tarea del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo contrarrestar
este mal.
La humanidad nunca ha vivido
realmente de acuerdo a la enseñanza recibida. La impresión espiritual
trasmitida, ya por el Cristo, el Buda o Krishna (y dada a las masas por Sus
discípulos), no ha sido expresada como se esperaba. Los hombres no viven de acuerdo
a lo que saben ni ponen en práctica sus conocimientos; interfieren la afluencia
de luz, no se disciplinan; están controlados por el deseo codicioso y la
ambición ilegal, en vez del conocimiento interno. Expresándolo más
científicamente y desde el punto de vista esotérico: La impresión espiritual ha
sido interrumpida, y también interferida la corriente divina circulatoria. La
tarea de los discípulos del mundo es restablecer esta corriente y eliminar la
interferencia. Tal es el principal problema que tienen ante sí las personas
espirituales.” (150)
(*) Escrito en 1947
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“Es necesario captar en cierta
medida el cuadro de sufrimiento mundial debido a las condiciones creadas por el
movimiento capitalista y obrero, y verlo en forma realista y justa. En una
forma u otra siempre ha habido intercambios entre el capital y el trabajo, el
patrón y el empleado y los capitalistas y las masas explotadas. Con la era del
vapor, la era científica, la era de la electricidad y la era de la
intercomunicación planetaria, el mal se ha agravado y difundido. El capital se
ha hecho ahora más poderoso y los trabajadores están cada vez más impacientes y
son más exigentes. La culminación de la lucha ha sido la guerra mundial y su
corolario: una guerra de treinta años apoyada por el capital, aunque ganada por
los esfuerzos del trabajo.” (151)
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“La humanidad ha sufrido tan
terriblemente durante los últimos doscientos años, que tal vez sea posible
lograr los cambios necesarios, siempre que se den ahora los pasos adecuados,
antes de que el dolor y la agonía sean olvidados y sus efectos hayan
desa-parecido de la conciencia del hombre. Tales pasos (87) deben darse
inmediatamente, mientras los males del pasado son todavía evidentes, pues
tenemos ante nuestros ojos las consecuencias de la guerra.” (152)
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“La sensibilidad de estas
minorías (*), el carácter enardecedor de su apremiante ambición y la violencia
y los prejuicios de quienes hablan y luchan a su favor, impiden que la mayoría
enfrente el problema con calma y fría reflexión y reconozca la relación con
toda la humanidad que su problema fundamentalmente requiere. Los defectos
raciales son más ampliamente reconocidos que las virtudes raciales; las
cualidades raciales están en conflicto con las características nacionales o las
tendencias mundiales, todo lo cual tiende a aumentar las dificultades. El
esfuerzo de los ciudadanos bien intencionados, que son numerosos, y los planes
de los humanitarios convencidos para ayudar a estas minorías, se basan con
mucha frecuencia únicamente en un buen corazón, en los principios cristianos y
en el sentido de justicia; sin embargo, estas excelentes cualidades a veces van
acompañadas de una profunda ignorancia de los hechos reales, de los valores
históricos y de las diversas relaciones implicadas. Además las minorías están
impulsadas por un fanatismo agresivo hacia las mayorías, rayado en el odio, y
son las responsables, según ellas, de la cruel injusticia que sufren. Tampoco
reconocen que tienen defectos, y que en cierta medida son responsables también
de algunas dificultades, defectos y dificultades raciales francamente ignorados
por las mismas minorías y sus adeptos.” (153)
(*) Raciales
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“Al considerar este problema
crucial (del cual depende en gran parte la paz futura del mundo) debemos
esforzarnos por mantener en segundo plano nuestra actitud mental y nacional y
visualizar el problema que surge a la luz del enunciado bíblico, de que existe
“un sólo Dios, Padre de todos, que está sobre todo, a través de todo y en todos
nosotros”. Vamos a considerar esto científicamente y no como una religiosa y
piadosa esperanza. Dios nos ha hecho a todos de la misma sangre, y ese Dios
–bajo cualquier nombre o aspecto que se lo conozca, trascendente o inmanente,
se lo considere como energía o inteligencia, o se lo denomine Dios, Brahma, el
Abstracto o el Absoluto— es universalmente reconocido. También bajo la gran Ley
de la Evolución y del proceso de la creación, los hombres están sujetos a las
mismas reacciones hacia su medio ambiente, los mismos dolores, alegrías,
ansiedades, apetitos, impulsos de mejoramiento, aspiraciones místicas,
egoísmos, tendencias y deseos pecaminosos; la misma sorprendente actitud para
la heroica expresión divina, el mismo amor y belleza, orgullo innato, sentido
de divinidad y los mismos esfuerzos fundamentales. Bajo el gran proceso
evolutivo los hombres y las razas difieren por su desarrollo mental, vigor
físico, posibilidades creadoras, comprensión, percepción humana y lugar en la
escala de la civilización, todo lo cual es temporario, porque las mismas
potencialidades que existen en todos nosotros, sin excepción, se manifestarán.
Tales diferencias, que en el pasado han separado a pueblos y razas, van
desapareciendo rápidamente por la difusión de la educación, los descubrimientos
unificadores de la ciencia, que nos acercan y nos unen cada vez más, y el poder
de pensar, leer y planear.” (154)
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“Todas estas naciones grandes y
pequeñas han sufrido cruelmente durante los años de guerra (1914-1945), y están
destinadas a sufrir aún más en los próximos años de reajuste. Unas sufrieron
más que otras y tienen la oportunidad de demostrar la purificación resultante
si así lo desean; otras eligieron durante la guerra el camino más fácil, no
apoyaron a ninguna y perdieron con ello una gran oportunidad espiritual, basada
en el principio de compartir; éstas tendrán que aprender de otro modo y más
lentamente la lección del dolor; las naciones del hemisferio occidental no
sufrieron agudamente, porque sus territorios no fueron invadidos y la población
civil vivió con comodidad, holgura y abundancia; también perdieron algo y
tendrán que aprender en alguna forma la gran lección humana de identificación y
no separatividad.” (155)
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“El judío es un buen ciudadano,
respetuoso de la ley, de modales bondadosos y decentes, ansioso de desempeñar
su parte en la vida comunal y dispuesto a ayudar con su dinero cuando se le
pide –pero se mantiene separado. La tendencia al “ghetto”, como se la podría
denominar, se está difundiendo por todas partes, especialmente en las grandes
ciudades. A través de las épocas, los judíos tienden a agruparse y a buscarse,
como medida de protección y para tranquilidad comunal; los gentiles entre los
cuales vivían, fomentaron esa tendencia y así crearon hábitos de asociación que
todavía predominan. Además, y debido a la acción separatista de los gentiles,
empezaron a aparecer en muchos países, en zonas y ciudades restringidas donde a
ningún judío se le permitía residir, comprar propiedades ni establecerse.
Debido a la aptitud del judío de prosperar y vivir dentro de una nación,
obteniendo beneficio de acuerdo a sus costumbres, cultura y civilización,
manteniendo su identidad propia sin asimilarse a la vida nacional, ha estado
siempre sujeto a persecuciones; por eso como raza no es querida en ninguna
parte y la gente se protege contra ella y sus métodos.
Esta afirmación general es
frecuentemente errónea en lo que concierne al judío individualmente. En toda
nación y localidad hay judíos muy queridos por quienes los tratan, sean judíos
o gentiles, respetados por todos cuantos los rodean y a veces solicitados y
apreciados. Pertenecen a la gran aristocracia espiritual de la humanidad y,
aunque actúen en cuerpos judíos y lleven nombres judíos, unen sus fuerzas a las
de los hombres y mujeres de todas las demás naciones que pertenecen a la
humanidad y trascendieron sus características nacionales y raciales. Estos
hombres y mujeres, cuyo número aumenta cada día son, como grupo, la esperanza
de la humanidad y la garantía de un mundo nuevo y mejor que todos esperamos.
Cuando se hace una amplia generalización sobre una raza o nación, el individuo
sufre necesariamente, pero las declaraciones hechas respecto a esa raza y
nación como un todo, son correctas, verdaderas y comprobables. (156)
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“¿Existe alguna probabilidad de
que se vuelva a renovar la fe, tal como estaba en el Cristo? ¿Hay en las
iglesias suficientes hombres de visión que puedan salvar la situación –visión
que satisfaga las necesidades del hombre y no la ambición de crecimiento y
engrandecimiento de las iglesias? En toda organización religiosa existen tales
hombres, pero lamentablemente son muy pocos. Aunque se unieran (cosa que por
ahora parece imposible debido a las diferencias de doctrina), constituirían un
grupo casi inútil frente al poder organizado, al oropel materialista, a los
intereses creados y a la fanática determinación de los eclesiásticos
reaccionarios de todos los credos. Por lo general es la minoría que lucha (en
este caso los pocos que se hallan espiritualmente inspirados) y custodia la
verdadera visión que finalmente la traen a la existencia. Son los que
deambulan, con la humanidad sufriente, por los candentes y desgraciados caminos
y por lo tanto reconocen con un agudo sentido la necesidad de regenerar las
iglesias.
Las tribunas religiosas, los
púlpitos, periódicos y revistas de carácter religioso, hacen un llamado a los
hombres para que vuelvan a Dios y encuentren en la religión una salida a la
caótica situación actual. Sin embargo, la humanidad nunca ha estado tan
espiritualmente inclinada ni tan consciente y decididamente orientada hacia los
valores espirituales y hacia la necesidad de la reevaluación y realización
espirituales. El llamado deberá hacerse a los conductores de las iglesias y a
los eclesiásticos de todos los credos, así como también a quienes trabajan para
las iglesias en todas partes; son ellos los que deben volver a la simplicidad
de la fe que está en Cristo. Son ellos los que necesitan regenerarse. En todas
partes los hombres demandan luz. ¿Quién puede dársela?” (157)
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“Existen hombres profundamente
espirituales, cuyo destino los ha ubicado dentro del clericalismo, y si en
conjunto son muchos y se hallan en todas las iglesias y credos, su destino es
muy difícil, pues se dan cuenta de la situación y luchan y se esfuerzan por
presentar sanas ideas cristianas y religiosas a un mundo que busca y sufre.
Son verdaderos hijos de Dios y
han puesto sus pies en los lugares más desagradables; conocen el virus que ha
carcomido la estructura clerical, así como también el fanatismo, el egoísmo, la
ambición y la estrechez mental que los rodea.” (158)
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“Los pueblos están preparados para recibir la
luz; esperan Una nueva revelación y una nueva dispensación. La humanidad ha
avanzado tanto en el camino de la evolución, que tales demandas y expectativas
no están presentadas únicamente en términos de mejoras materiales, sino en
términos de visión espiritual, verdaderos valores y correctas relaciones
humanas. Los pueblos reclaman, enseñanza y ayuda espiritual, a la par que piden
alimento, ropa y la oportunidad de trabajar y vivir en libertad. Sufren hambre
en numerosas regiones del planeta y sienten con igual congoja el hambre del
alma. Sin embargo, su gran tragedia es que no saben adónde dirigirse ni a quién
escuchar. Su esperanza es de orden espiritual y nunca morirá. Esta esperanza y
tal demanda ha llegado al atento oído del Cristo y Sus discípulos y hasta el
lugar donde Ellos moran, trabajan y observan a la humanidad. ¿Por intermedio de
qué agente trabajarán estas fuerzas del espíritu para el restablecimiento del
mundo? ¿Qué medios emplearán los Guías espirituales de la raza para llevar a
los hombres hacia una mayor luz y a la oportunidad de la Nueva Era? El género
humano está ante el Camino de la Resurrección. ¿Quién lo conducirá por ese
camino?
¿Se darán cuenta las religiones y
las iglesias del mundo de la oportunidad que se les presentan y responderán al
llamado de Cristo y a la demanda espiritual de innumerables millones de seres?
¿O sólo trabajarán para sus organizaciones e iglesias? ¿Gravitará en la
conciencia de los eclesiásticos el aspecto institucional de sus religiones, más
que la necesidad del pueblo por conocer la verdad sencilla y vivificadora? ¿Se
concentrará el interés y el poder de las iglesias en la reconstrucción de sus
estructuras materiales, en el restablecimiento de su seguridad económica, en la
recuperación de sus teologías caducas y en la readquisición de su poder y
prestigio temporales? ¿Tendrán la visión y el valor de abandonar los antiguos y
malos métodos, y darán al pueblo el Mensaje de que Dios es Amor, expresándolo
por medio de sus vidas dedicadas al humilde y amoroso servicio? ¿Le dirán al
pueblo que el Cristo vive eternamente y le pedirán que se aparte de las viejas
doctrinas de sangre, muerte y retribución divina, y se enfoque en la fuente de
toda vida y en el Cristo viviente, el cual espera la oportunidad de derramar
sobre el pueblo esa “Vida más abundante” que Él prometió y hace tanto tiempo
que aguardan? ¿Enseñarán que la destrucción de los métodos antiguos fue
necesaria, y su desaparición garantiza que es posible una vida espiritual
nueva, más plena e ilimitada? ¿Les recordarán al pueblo que el Cristo dijo que
no era posible poner vino nuevo en odres viejos? ¿Renunciarán públicamente los
potentados de las iglesias y los altivos eclesiásticos a sus materialistas y
equivocados objetivos, a su dinero y a sus palacios, y venderían “todo cuanto
poseen” para seguir al Cristo en la senda del servicio? ¿O volverán la espalda
como lo hizo el rico joven del Evangelio? ¿Invertirán el dinero que poseen, en
aliviar el dolor, enseñar a los niños las cosas del Reino de Dios, dar ejemplo
de humilde fe, gozosa confianza y de seguro conocimiento de Dios, como lo hizo
el Cristo? ¿Podrán los eclesiásticos de todas las religiones, en ambos
hemisferios, alcanzar esa luz espiritual interna que los convertirá en
Portadores de Luz, la cual evocará esa luz mayor que la nueva y anunciada
revelación traerá con seguridad? ¿Podrá eliminarse el materialismo de las
iglesias, así como el fracaso de sus representantes en dar una enseñanza
correcta al pueblo? Todo esto ha sido parte responsable de la guerra mundial
(1914-1945). La guerra no se hubiera producido si la ambición, el odio y la
separatividad, no hubiesen predominado en la tierra y en los corazones de los
hombres; estos funestos errores se cometieron por la falta de valores
espirituales en la vida de los pueblos, y ello se ha debido a que estos valores
no han tenido cabida durante siglos en la vida de las iglesias, recayendo la
responsabilidad estrictamente sobre ellas.” (159)
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(150) Introducción (pág. 8)
(151) Capítulo III. El
Movimiento Obrero es Ahora Capitalista (pág. 83)
(152) Capítulo III. El
Movimiento Obrero es Ahora Capitalista (pág. 86)
(153) Capítulo IV. El
problema de las minorías raciales (pág. 91)
(154) Capítulo IV. El
problema de las minorías raciales (pág. 95)
(155) Capítulo IV. El
problema de las minorías raciales. Las Minorías (pág. 98)
(156) Capítulo IV. El
problema de las minorías raciales. El Problema Judio (pág. 105)
(157) Capítulo V. El
problema de las Iglesias. I. El Fracaso de las Iglesias (pág. 132)
(158) Capítulo V. El
problema de las Iglesias. I. El Fracaso de las Iglesias (pág. 140)
(159) Capítulo V. El
problema de las Iglesias. II. Oportunidad de las Iglesias (pág. 143)
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