Dani
Blog sobre las enseñanzas transmitidas por el Maestro Djwhal Khul (El Tibetano) a través de Alice A. Bailey.
Esta entrada es la continuación de El Silencio (VI)
Esta es la última publicación en la que damos por finalizado el tema del silencio.
Es un tema que probablemente despierte curiosidad en las personas interesadas en la espiritualidad, dado que se habla mucho sobre ello pero probablemente no se entienda el por qué de la importancia del mismo y del correcto empleo de la palabra en su momento oportuno, aspectos estos que cualquier persona que desee introducirse en el sendero espiritual debe conocer, desarrollar y practicar.
Con estas recopilaciones de fragmentos extraídos de las enseñanzas del Maestro Tibetano, quizá podamos añadir algo de luz al complejo tema, dado que en un mundo de sonidos, puede parecer extraño la importancia del silencio.
Como es habitual, en la próxima entrada que publique podréis (si lo deseáis) descargaros en formato pdf. el recopilatorio entero sobre el tema.
Dani
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“El momento exacto del Festival de Wesak es de enorme importancia. Los dos días de preparación se conocerán como “días de renunciación y desapego”. El día del Festival será conocido como de salvaguardia, en cambio los dos que siguen al del Festival como días de distribución. Estas palabras significan algo distinto para la Jerarquía de Maestros que para nosotros, y es inútil (y tampoco es permitido) aclarar su significado más profundo. Sin embargo, son cinco días de intenso esfuerzo dedicados al servicio, y conducen a renunciar a todo aquello que obstaculice nuestra utilidad como canales de fuerza espiritual. Esto significa que después de la debida preparación, dedicación y elevación, durante los dos días anteriores y el del Festival mismo, debemos considerarnos simplemente receptores o custodios de toda la fuerza espiritual afluyente que podamos contener. Como canales, debemos estar preparados para olvidarnos de nosotros mismos en el trabajo de alcanzar, contener y mantener fuerza para el resto de la humanidad y considerar al día del Festival como de silencio (me refiero a la paz interna y silenciosa solemnidad que permanecen inquebrantables aunque el hombre externamente preste servicio mediante la palabra), en que el servicio se lleva acabo enteramente en los niveles esotéricos, olvidándose totalmente de sí mismos, a fin de recordar a la humanidad y su necesidad. Durante ese período sólo dos pensamientos deben mantener nuestra constante atención -la necesidad de nuestros semejantes y la de proporcionar un canal grupal por el cual las fuerzas espirituales puedan afluir a través del cuerpo de la humanidad, bajo la guía experta de los miembros elegidos de la Jerarquía.
Recuerden que no importa quiénes somos, dónde estamos ubicados, o cuál es la índole de nuestro medio ambiente, o por muy aislados o apartados que nos sintamos de quienes comparten nuestra visión espiritual, cada uno puede, ese día y durante el período anterior y posterior, trabajar, pensar y actuar en forma grupal y funcionar como un silencioso distribuidor de fuerza.” (44)
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“Estos intervalos de aparente silencio, inercia e inactividad, son parte de una gran actividad conservadora y constructiva de la Jerarquía; responden a la naturaleza individual, grupal y planetaria. Los aspirantes deben aprender a trabajar inteligente y comprensivamente con la ley de los ciclos y recordar que viven en un mundo de apariencia y no tienen verdadera libertad en el mundo de la realidad.” (45)
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“…el silencio es el mejor método por el cual se genera y acumula fuerza espiritual para ser utilizada…” (46)
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“En el momento de la muerte, desaparece el lenguaje a medida que se enuncia la Palabra y se lleva a cabo la restitución; luego la Palabra ya no se oye, porque el Sonido la elimina o absorbe, produciéndose entonces la total eliminación de todo lo que interfiere al Sonido. Entonces sobreviene el Silencio, y el Sonido mismo ya no se oye; después del acto final de la integración viene la profunda paz. Tenemos así descrito, con fraseología esotérica, todo el proceso de la muerte.” (47)
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“Guardar silencio constituye otro factor importante en la preparación grupal para la iniciación. A veces nos preguntamos, al tratar los asuntos del ashrama, cómo hacer entender a nuestros discípulos de que el silencio no significa abstenerse de hablar. La mayoría de los discípulos lo cree así, y también que deben aprender a no hablar, en la esperanza de recibir la iniciación. Para algunos sería mejor hablar más de lo que acostumbran -sobre correctas líneas. El silencio exigido en el ashrama es abstenerse de formular ciertas corrientes de pensamiento, eliminar toda fantasía y evitar el empleo malsano de la imaginación creadora. Por consiguiente, el habla se controla desde su fuente de origen, porque es el resultado de ciertas fuentes internas de ideas, pensamientos e imaginación; es la precipitación (al alcanzar un punto determinado de saturación, si así puedo expresarlo) de los depósitos internos que se desbordan en el plano físico. Cuando nos abstengamos de hablar y de pronunciar palabras, porque estemos convencidos de que vamos a decir algo erróneo, indeseable e insensato, o constituye un derroche de energía, puede también producir una serie y desastrosa condición en el cuerpo astral del discípulo, acrecentándose la acumulación interna que eventualmente conducirá a una más violenta explosión verbal. Deben cultivar el silencio mental, hermanos míos, pero no quiero significar que piensen silenciosamente, sino que ciertas líneas de pensamientos deben rechazarse, suprimirse algunos hábitos mentales y no establecerse determinados acercamientos a las ideas, lo cual se logra aplicando el proceso de sustitución, no el de la violenta supresión. El iniciado aprende a mantener su mecanismo mental en una condición eficiente. Sus ideas no se entremezclan, están contenidas (si puedo expresarlo gráficamente) en compartimentos separados, o cuidadosamente archivadas para una futura referencia y uso. Existen determinadas capas de ideas (hablando también simbólicamente) retenidas en el ashrama, a las cuales les está vedado penetrar en la mente del discípulo o iniciado, si no trabaja conscientemente en el ashrama; a otras que están relacionadas con el grupo y su trabajo, se les concede el libre juego dentro del "círculo no se pasa" grupal; aún otras son de índole más mundana, y rigen la vida diaria y las relaciones del discípulo con las demás personalidades, con los asuntos de la vida civilizada y los acontecimientos del plano físico. Éstas son meras insinuaciones de lo que quiero significar, y bastarán para demostrar (si reflexionan debidamente) en pequeña medida, lo que expresan las palabras: el silencio del iniciado. Dentro de los niveles permitidos de contacto se puede hablar libremente y sin trabas; fuera de esos niveles no se da indicaciones de que existen otras esferas de actividad mental, con su condicionante lenguaje. Ése es el silencio del discípulo iniciado.” (48)
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“Nunca olviden que en la actualidad la técnica principal de la Jerarquía es la de inspirar. Los Maestros no dan conferencias ni enseñan abiertamente en las grandes ciudades, actúan exclusivamente mediante Sus discípulos e iniciados, no obstante, podrán. en forma creciente, aparecer entre los hombres y evocar reconocimiento, a medida que la influencia de Acuario se establece más firmemente. Mientras tanto los Maestros deben continuar actuando "dentro del silencio del Ashrama universal", como se lo denomina, y desde allí inspirar a Sus trabajadores, que a su debido tiempo y manera inspiran al nuevo grupo de servidores del mundo.” (49)
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“Quisiera indicar una actitud que todo principiante debería asumir. Es la actitud de silencio. Los aspirantes a la meditación hablan mucho de la oposición que encuentran por parte de la familia y los amigos; el marido objeta que su mujer medita, o viceversa; los hijos despreocupados o desconsiderados interrumpen las devociones de los padres; los amigos no simpatizan con el intento. En la mayoría de los casos es culpa del aspirante mismo, sobre todo las mujeres. La gente habla demasiado. A nadie le importa qué hacemos durante quince minutos de nuestro tiempo cada mañana y no es necesario hablar de ello a la familia, ni exigirles estar quietos porque queremos meditar. Inevitablemente esto evocará una reacción contraria. Por lo tanto no divulguemos el método de desarrollar la conciencia espiritual, pues es un asunto exclusivamente nuestro. Guardemos silencio sobre lo que hacemos; no dejemos libros ni escritos en cualquier parte, tampoco diseminemos por la casa literatura que no interesa en lo más mínimo al resto de la familia. Si es imposible tener un momento pata meditar, antes que la familia se disperse para los quehaceres del día, o antes de iniciar nuestra tarea, busquemos el momento propicio durante el día. Siempre hay una salida para cualquier dificultad si lo deseamos suficientemente, en forma que no signifique eludir deberes u obligaciones. Simplemente requiere organización y silencio.” (50)
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“Cristo vivió calladamente en Su hogar con Sus padres, realizando la dificilísima experiencia de vivir una vida hogareña, con su monotonía, sus costumbres sin variaciones, su obligada subordinación a la voluntad y las necesidades del grupo, con sus lecciones de sacrificio, de comprensión y de servicio. Ésta es siempre la primera lección que todo discípulo debe aprender. Hasta no haberla aprendido no puede progresar. Hasta que la divinidad no se exprese en el hogar y entre los que nos conocen bien y son nuestros amigos familiares, no puede esperarse que se manifieste en otras partes. Debemos vivir como hijos de Dios en el lugar -insípido, tedioso y a veces sórdido- en que el destino nos ha colocado en ninguna otra parte puede ser posible esta etapa. En el lugar donde nos encontramos es donde iniciamos nuestro viaje y de él no escaparemos. Si no tenemos éxito como discípulos donde estamos y en el lugar en que nos descubrimos a nosotros mismos, ninguna otra oportunidad se nos ofrecerá hasta lograr el éxito. Aquí está nuestra prueba y nuestro campo de servicio. Muchos estudiantes verdaderos y conscientes creen que en realidad podrían impresionar en su medio ambiente y manifestar su divinidad si tuvieran un hogar distinto y un ambiente o escenario diferentes. Si hubieran contraído matrimonio con otra persona o si tuvieran más dinero o más -tiempo libre, despertarían más simpatía en sus amigos, o si disfrutaran de mejor salud física, quién sabe qué podrían realizar. Una prueba es algo que constata y muestra nuestra fuerza; exige lo máximo de nosotros y nos revela los puntos débiles y dónde reside nuestro fracaso. Hoy se necesitan discípulos responsables y aquellos que fueron probados de tal manera que no se desmoralizan ante las dificultades ni cuando enfrenten puntos oscuros en la vida. ¡Debiéramos darnos cuenta que existen ya esas circunstancias y medio ambiente donde podemos aprender la lección de la obediencia a lo superior que está en nosotros! Poseemos exactamente el tipo de cuerpo y las condiciones físicas por los cuales puede expresarse la divinidad. Tenemos los contactos en el mundo y el tipo de trabajo requeridos para poder dar el paso en el sendero del discipulado, el siguiente paso hacia Dios. Hasta que los aspirantes no capten este hecho esencial y se dediquen con regocijo a una vida de servicio, dándose amorosamente en sus propios hogares, 'no realizarán progreso alguno. Hasta que el camino de la vida no sea hollado con alegría en el círculo hogareño, en silencio, sin compadecerse de sí mismo, ninguna otra lección, ninguna otra oportunidad, les será brindada. Muchos aspirantes bien intencionados deben también comprender su responsabilidad por muchas que sean las dificultades con que tropiezan. Confundidos, porque les parece evocar demasiado antagonismo entre quienes los rodean, se lamentan de no hallar una respuesta amistosa mientras estudian, leen y piensan, intentando llevar una vida espiritual. La razón puede hallarse, por lo general, en su egoísmo espiritual. Hablan demasiado de sus aspiraciones y de sí mismos. Debido a que fracasan en su primera responsabilidad, no encuentran una reacción comprensiva a su demanda de tiempo para meditar. Quieren reconocimiento de que están meditando, exigen tranquilidad, no ser molestados ni interrumpidos. Ninguna de esas dificultades surgiría si los aspirantes recordaran dos cosas: Primero, que la meditación es un proceso que se lleva a cabo en secreto, silenciosa y regularmente en el templo secreto de la propia mente del hombre. Segundo, que mucho podría hacerse si la gente no hablara tanto sobre lo que hace. Debemos caminar silenciosa-mente con Dios y mantenernos como personalidades en segundo plano; debemos organizar nuestras vidas de manera de poder vivir como almas, dedicando tiempo para cultivarlas, aunque conservando el sentido de la proporción, reteniendo el afecto de quienes nos rodean y cumpliendo a la perfección con nuestras responsabilidades y obligaciones. La autocompasión y el hablar en demasía, son rocas en las que se estrellan muchos aspirantes.” (51)
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“Cristo alternaba Su vida entre la multitud que Él amaba, y el silencio de los lugares solitarios. Primeramente compartió la vida cotidiana de la experiencia familiar, donde las intimidades de la personalidad pueden tan penosamente aprisionar al alma; después pasó al desierto solitario y se encontró solo. Regresó, y comenzó Su vida pública, hasta que la notoriedad, el ruido y el clamor de esa vida fue reemplazada por el profundo interno silencio de la Cruz, donde abandonado por todos, pasó la oscura noche del alma —completamente solo. Sin embargo, en esos momentos de completo silencio, cuando el alma queda abandonada a sí misma, sin nadie que la ayude, ni mano tendida para auxiliarla, ni voz que la reconforte, sólo llegan esas revelaciones y esa clara percepción que permiten el surgimiento de un Salvador para ayudar al mundo.” (52)
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(44) Tratado sobre los Siete Rayos Vol. 2 - Psicología Esotérica II -, pág. 519
(45) pág. 532
(46) pág. 564
(47) Tratado sobre los Siete Rayos Vol. 4 - Curación Esotérica -, pág. 346
(48) Tratado sobre los Siete Rayos Vol. 5 - Los Rayos y las Iniciaciones -, pág. 182
(49) pág. 195
(50) Del Intelecto a la Intuición (AAB), pág. 132
(51) De Belén al Calvario (AAB), pág.
(52) pág.